A lo largo de casi 500 años, y ocurridos un sinnúmero de acontecimientos, es posible encontrar informantes, cronistas, viajeros extranjeros y luego la gestación de un segmento no solo especial, sino particular, el mismo que ha integrado la historia de un periodismo taurino reciente, por lo menos de 1884 a nuestros días, teniendo presente en estos últimos 25 años, una serie de cambios reflejados en nuevas prácticas frente al riesgoso destino en la pérdida de valores, que nada es gratuito.
Y todo ello sujeto a los cambios vertiginosos que experimentamos bajo la presencia de las tecnologías de información y comunicación (TIC, por sus siglas), que han hecho llegar este tipo de expresiones en la internet, ya sea como portales (AlToroMéxico.com es uno de ellos) como de aquellas propuestas de cobertura menor o marginal, materializadas en micrositios, “blogs” así como en los llamados “nanoblogs” que no son otra cosa que Facebook y Twitter, fundamentalmente.
Pues bien, el primero de ellos es, ni más ni menos que el Capitán General Hernán Cortés, quien no sólo es autor de las “Cartas-Relación”, o “Cartas de Relación”, largo informe con el que puso al día al rey Carlos V de todos los acontecimientos de la conquista, sino que, a los ojos del historiador y antropólogo francés Christian Duverger, lo es de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España como lo acaba de declarar, quedando asentado en uno de sus más recientes libros: "Crónica de la eternidad". Esto genera toda una historia de nuevos reconocimientos, que llaman a la polémica, pero que ahora es imposible meternos en ella para sumar nuestras dudas, más que afirmaciones. Así que como santo Tomás, "hasta no ver (no leer), no creer".
Mencionaba a Cortés como el primer cronista de toros, aunque fuese en dos líneas, suficiente razón para que sepamos que el día de San Juan (24 de junio de 1526) “…estando corriendo ciertos toros”, el extremeño nos informa de aquella ocasión, recién regresado de su infructuoso viaje a las Hibueras (Honduras), y donde tuvo entre sus invitados al visitador Luis Ponce de León quien al día siguiente amaneció sospechosamente muerto, luego del respectivo envenenamiento al que fue sometido.
Ahora bien, durante todo el periodo virreinal se registraron infinidad de celebraciones, muchas de las cuales pasaron a formar parte de un amplio catálogo de publicaciones. E incluso académico. Pero esas fiestas, estuvieron sometidas a lo que hoy son criterios considerados como solemnes, o fijas, así como repentinas, en donde fue posible que quedaran integradas una serie de descripciones que incluían actos litúrgicos, coros, danzas, juegos de cañas, justas de caballeros, corridas de toros, carreras de caballos, luminarias, construcción de arquitectura efímera, mascaradas e invenciones escénicas en las que participaban graciosos, bufones y personajes jocosos, "a lo faceto".
También existen aquellas otras que dan testimonio de las llamadas alegrías generales (que celebraban victorias militares, nacimientos de reyes, príncipes e infante); las exequias; las bienvenidas a autoridades reales y jerarcas eclesiásticos; las juras de reyes, etcétera.
En el pasado colonial o virreinal hubo fiestas “solemnes” como las dedicadas a san Hipólito y la de Corpus Christi; las “repentinas”, como la Conquista de Rodas y la Conquista de Jerusalén, sin faltar todas aquellas que dieron razón, por ejemplo, del “Paseo del Pendón”, que consistía en mostrar el estandarte que enarbolaban los conquistadores al capturar la ciudad, celebrando la capitulación de México-Tenochtitlan, esto entre el 1 Acatl y el 13 de agosto de 1521, del que para entonces era el calendario juliano.
En cuanto a las fiestas “repentinas”, también pueden encontrarse aquellas como la que reporta las paces que el emperador Carlos V y Francisco I, el rey de Francia, firmaron en 1538, lo que es señal de la intrincada relación que las cuestiones civiles y religiosas tenían en la época. Hubo otras fiestas que se realizaron tanto para evocar la vida y acontecimientos de España como para celebrar la naciente vida en México y consolidar un proyecto de vida común.
De todo ese conjunto, he podido realizar un recuento, si no exacto, si no completo, sí al menos el que da una idea de cuántas de estas “relaciones de sucesos” se escribieron en el periodo virreinal. El resultado se va más allá de las 350, aunque en esencia, sólo dos mencionan abierta y explícitamente el tema de los toros. Me refiero a la que, en 1640 escribió María de Estrada Medinilla: Fiestas de toros, juego de cañas y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a 27 de noviembre de 1640, en celebración de la venida a este Reino, el Excmo. Señor Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España. Su particularidad es que fue escrita, dicen unos en ovillejos.
En octavas reales dicen otros, lo que permite posicionar a su autora en lugar de privilegio, pues ello es señal de que se trataba de una mujer culta, la que podía codearse en esos momentos con plumas como la de Cristóbal Gutiérrez de Medina o Matías de Bocanegra. Anterior a ella sólo se encuentra un nombre: Catalina de Eslava. Después de ella, la presencia de la célebre sor Juana Inés de la Cruz, quien también escribió varios poemas donde alude el asunto taurino.
Doña María de Estrada narra los festejos aquí reseñados que fueron tres en dos jornadas consecutivas: una corrida "completa" de 32 toros1 y una “nocturna” de 8 toros al anochecer del mismo día. Al día siguiente se presentó una “corrida de alcancía” que cerró el programa.
La otra es de Manuel Quiros y Campo Sagrado: Pasajes de la Diversión de la Corrida de Toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez virrey de toda la Nueva España y Capitán General. Año de 1786, misma que conocimos gracias a los buenos oficios, tanto los de Julio Téllez como los de Salvador García Bolio quien publicó el facsímile junto a la paleografía correspondiente y un estudio razonado del contenido de tan importante manuscrito.