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"Netzahualcóyotl adivinó a Silverio": Genaro

Sábado, 28 Nov 2015    México, D.F.    Redacción | Foto: JRN   
Compartido durante la develación de la placa
Hace 100 años nació un ser excepcional, en el lugar que lleva por nombre el de la iluminación: Pentecostés. Bautizado un día como hoy 20 de noviembre y nacido el 20 de junio de 1915. Sangre mestiza de Texcoco; espíritu del México profundo: Silverio Pérez Gutiérrez.

Con enorme respeto, con inmenso cariño, con agradecida humildad, venimos hoy sus amigos y admiradores de la Peña Taurina "Los de Armillita, Garza y Silverio", a colocar un sencillo rectángulo de bronce en los entrañables muros de nuestra querida Plaza México, para significar el formidable privilegio que ha tenido la fiesta de toros por el hecho grandioso de haber venido a este mundo un torero de "barro amasado al calor de dos sangres"; de "inspiración desbordada, incontenible y profunda"; y asimismo por la grandiosa fortuna de nuestra patria mexicana, de haber surgido de sus más sensibles entrañas, uno de sus hijos, que al igual que Netzahualcóyotl, tuvieron el soplo de la vida para cumplir con la elevada misión de ser mensajeros… mensajeros de su pueblo.

Ambos nacieron con el privilegiado don de representar y expresar la grandeza y el drama de la raza mexicana. Uno, el Tlatoani con la poesía; el otro, el Faraón -nuestro querido y recordado homenajeado- con el arte de torear.

Los dos artistas poseedores de la superior facultad de transmitir sentimientos, tuvieron la inconsciente encomienda de sacar a la luz y poner frente a nosotros, los mexicanos, lo que Carlos Fuentes llamó el "Espejo Enterrado".

El Tlatoani y el Faraón; los grandes de Texcoco, lo desenterraron y al mostrarlo ante los hijos de esta tierra, nos han hecho vibrar, gritar y llorar. Uno con sus versos, el otro grande, con su muleta.

Ellos nos dijeron cómo somos, de dónde venimos y nos han hecho sentir un inmenso orgullo de ser únicos, de ser mexicanos; nos han dado identidad, por eso han sido grandes.

Por eso hoy hemos venido a decirle a nuestro querido amigo, a nuestro compadre, a nuestro admirado torero, que su estampa, su obra artística y su mensaje de mexicano ha quedado en la memoria nacional, en el recuerdo imborrable y en la gratitud de su pueblo; el de la "faz morena de su patria sangrante, dolorida y triunfal".

Hemos venido a conmemorar el nacimiento de una persona que conoció la grandeza en la humildad, en la sencillez, en la risueña bondad y en la inquebrantable lealtad a sí mismo; a su querida mujer Pachis; a su maestro, padrino, mentor y compañero, Fermín Espinosa "Armillita"; a su aguerrido benefactor Lorenzo Garza; a sus grandes amigos como Gregorio Ortega, José Pagés Llergo, Jacobo Zabludovsky, Antonio Ariza, Joel Marín, Aurelio Pérez, Adolfo Lugo Verduzco y tantos otros que tuvieron la invariable calidez de su afecto.

Pero quizá la más grande demostración de lealtad de Silverio fue a su hermano Carmelo. Nos narra “Pachis” en su precioso libro biográfico “Faraón y Hombre”, transcribo: "Cuando en el Panteón de Dolores se efectuaba el sepelio, Silverio, llenos de lágrimas los ojos y con el corazón oprimido por la angustia, le dijo a Luis Peláez que lo acompañaba: Yo quiero ser torero”.

La lealtad a la memoria y al desdichado destino de su querido hermano, le hicieron aflorar su vocación de artista para gloria del toreo de México y el mundo.

Han sido muy pocos los toreros que hayan motivado tantas expresiones de elogios y admiración. El detonante mayor quizá haya sido la memorable faena a "Tanguito" de Pastejé, pero también a muchos otros toros con los que pudo cumplir su misión de mensajero del alma mexicana tales como "Pescador"; "Pizpireto"; "Guitarrista"; "Escultor"; "Cirilo": "Cocotero": "Mariachi"; "Peluquero"; "Canta Claro"; "Barba Azul" y otros que sería largo mencionar, de las ganaderías de Piedras Negras, San Mateo, Torrecilla, La Punta, La Laguna, Coaxamalucan.

Su estampa, sus faenas, su personalidad, en suma su mensaje, ha motivado calificativos excepcionales para una persona: Faraón; compadre; príncipe milagro; monarca del trincherazo; tormento de las mujeres; diamante del redondel; torero del tiempo profundo; drama del alma; humilde y grande. Todo ello en el grandioso pasodoble de Agustín Lara y también en las crónicas taurinas de la época como las de Carlos Septién García, Tío Carlos; Rafael Solana, “Verduguillo”; Carlos Quirós, “Monosabio”, Paco Malgesto y Pepe Alameda. Cabe destacar que existe un pasodoble inédito que le compuso el gran Joaquín Pardavé.

Y qué decir de las obras de arte pictórico inspiradas en Silverio como las de Pancho Flores, Ruano Llopis, Antonio Navarrete, Ramón Reveles y Reinaldo Torres y las magistrales esculturas de Humberto Peraza, que han detenido el tiempo dejando para siempre los grandes momentos del artista inconmensurable de Texcoco.

La competencia y gran amistad que tuvo con Manuel Rodríguez “Manolete”, el Monstruo de Córdoba, son legendarias. Alternando con él debutó como novillero en España y también como compañero de cartel en mano a mano, Silverio Pérez cortó el primer rabo otorgado en esta Plaza México al toro "Barba Azul" de Torrecilla.

La dignidad y el orgullo de mexicano se impusieron en una fraternal competencia y se convirtieron ambos en ídolos de la afición. Silverio torero poeta. Manolete torero imperial.

Torero mexicano; de una de sus raíces más genuinas y esenciales; de Texcoco. En una de sus crónicas el Tío Carlos, El Quinto, dijo lo siguiente que no puedo dejar de transcribir:

"Tú, la sangre que llamaban cobarde; tú, la sangre que llamaban opacada; tú la sangre que tachaban de indolente; tú que has escrito al rojo vivo de tu verdad cómo eres la sangre indomable y bravía de este México indio y español".

"Bravo por ti sangre de Texcoco que guardas en los misterios de tu protoplasma los secretos de la máxima hondura del arte de torear".

A este personaje mítico, ídolo de México, ejemplo de ciudadano y prototipo del amigo ideal, le venimos a decir en un poema del otro mensajero del alma mexicana, el Tlatoani Nezahualcóyotl:

Querido Silverio:

"He llegado aquí,
soy Yoyotzin.
Sólo busco las flores,
sobre la tierra he venido a cortarlas.
Aquí corto ya las flores preciosas,
son ellas tu ser, ¡¡oh príncipe!!,
yo soy Nezahualcóyotl, el señor Yoyotzin.
Ya busco presuroso
mi canto verdadero,
y así también busco
a ti, amigo nuestro.
Existe la reunión:
es ejemplo de amistad".

¡Maravilloso! En este poema titulado "He llegado aquí", Nezahualcóyotl adivinó a Silverio.


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