Eulalio López “Zotoluco” brindó una tarde en la que mostró dos facetas diferenciadas, pero un mismo corazón, para llevarse el triunfo ante la afición texcocana y continuar sumando en su temporada con una plausible capacidad de adaptación, la cual va de la mano con el oficio que ha desarrollado con el paso de los años.
Plena de madurez fue la faena que estructuró ante su primero, un buen toro de San Diego de los Padres pero que requería precisión de distancias y no llevarlo muy obligado. Así lo hizo Zotoluco en tandas muy medidas, con pulso al momento de templar y acompañando toreramente con la cintura.
Técnicamente impecable y con cabeza clara, el trasteo mereció la oreja luego de ser rematado con una estocada entera, trofeo valioso para el torero Azcapotzalco que se encontró con un complejo segundo del lote, ejemplar que sabía lo que iba dejando atrás y que terminó por rajarse al sentirse podido.
Con la intención de conseguir un éxito más rotundo, regaló un toro de la misma procedencia y, ante éste, pudimos ver una faceta distinta. Y es que Zotoluco se enfibró y eslabonó una faena emocionante y dinámica, toreando con un amplio sentido del espectáculo y logrando una labor muy coreada.
El público, que llenó los tendidos de la “Silverio Pérez”, se le entregó a Eulalio, correspondiendo a la entrega propia del torero, que terminó por cortarle las orejas al astado luego de rematar con una muy efectiva estocada y fue paseado en volandas al constituirse como el triunfador absoluto del festejo.
Fermín Rivera perdió un triunfo importante al pinchar al sexto, ante el que había cuajado una faena de paciencia y mimo, pulseando magníficamente las embestidas en trazos dibujados muy despacito, tanto con la diestra como por la siniestra, siempre sobrio y siempre elegante. La faena fue a más e incluso logró una dosantina, demostrando el buen momento por el que atraviesa.
El primero de su lote fue un toro que vino a menos, sin emplearse, y delante del cual plantó cara en una labor de altibajos y en la que no terminó por haber acoplamiento, aunque destacaron instantes de toreo reposado, con esa tauromaquia clásica y dotada de buena técnica.
El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza tuvo una actuación agridulce pues, aunque toreó en su nivel de primera figura del toreo, perdió las orejas debido al rejón de muerte y algún sector del público le recriminó. A su primero, un noble toro de Los Encinos, lo llevó siempre muy toreado y fue efectivo en el uso de los rejones y banderillas, sobresaliendo en las cortas. Lástima que el acero quedó atrás y caído, y solamente escuchó palmas.
Su segundo, también de Los Encinos, fue un toro de una gran clase y obediencia, permitiéndole a Pablo, a hombros del magnífico “Disparate”, templar de costado con mucho arte y después irle cambiando los lados con torería. Lució también en piruetas y colocó un gran par a dos manos, cuando el toro ya venía un poquito a menos. Complicado el momento de la suerte suprema y nuevamente dejó el rejón en mala colocación, por lo que se retiró entre división de opiniones, mientras que el toro fue premiado con arrastre lento.
En resumen, la tarde de hoy en Texcoco tuvo diversos matices de interés y el público no se aburrió. A destacar la gran entrada, un lleno que prácticamente agotó el papel