Desde el barrio: Bailleres, al rescate
Martes, 20 Ene 2015
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
El pasado jueves se confirmó, por fin, el clamoroso rumor que circulaba los últimos meses por los círculos taurinos. Y en uno de los salones ilustres de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se hizo oficial el desembarco definitivo de la empresa ETMSA en España.
A escasos pasos del kilómetro cero de todas las carreteras radiales del país, y con el testimonio de la trágica estatua del Laocoonte, nos dijeron que a la absorción o compra de acciones de las empresas de Simón Casas y José Cutiño por parte de Alberto Bailleres le han llamado Fusión Internacional por la Tauromaquia, o FIT para abreviar.
Pero después de esa presentación en sociedad, tan vehemente como siempre en boca de Casas, más comedida y pragmática en la de Cutiño, simplemente transmisora del mensaje del "jefe" en la de su portavoz Antonio Barrera, en el aire de aquel salón y en el frío del mediodía en la Puerta del Sol quedó flotando alguna que otra duda existencial.
Y, al no haberse entrado en detalles ni en mínimos datos financieros o empresariales, tantas dudas han servido, como siempre, para dar rienda suelta al comentario de corrillo, al cotilleo de taurineo barato, a la especulación malintencionada, que nada aclara sino que todo lo oscurece.
Claro que, más allá de las pocas o muchas palabras, a buen entendedor bastó para deducir entre líneas que la FIT no es sino el nombre con el que trabajará ETMSA en España después de haberse hecho, en un claro rescate financiero y por absolutísima mayoría, de las empresas de sus socios europeos.
Pero sean como sean las líneas maestras del acuerdo, que en el fondo sólo interesan a las partes que lo han llevado a cabo, lo verdaderamente trascendente de esta "fusión" es la declarada voluntad de los socios de trabajar de otra manera a la tan tristemente habitual, esa que nos ha llevado hasta la crítica situación que vive el toreo en España.
No olvidemos que hace tan sólo hace un par de meses que la plana mayor de la patronal taurina nos reunió a los periodistas para contarnos con una lastimera urgencia lo mal que lo estaban pasando, la desesperada situación por la que están atravesando, a raíz precisamente del alarmista comunicado que redactó uno de los miembros de ANOET.
Incomprensiblemente, después de aquella llamada de socorro llegó el silencio. Y continuó la inactividad, como un mal hábito adquirido en los tiempos felices de las vacas gordas, cuando los ladrilleros, como los dinosaurios, dominaban la tierra y las cajas fuertes se llenaban a base de acuerdos sellados con báquicas comilonas.
Hasta que, llegada la crisis general del país, llegó la taurina. Se extinguió el roneante ladrillero protector como especie y nadie de entre la élite de los despachos, convertidos en refugios nucleares del empresariado taurino, ha sabido en ocho largos años salir a la calle a pecho descubierto para enfrentarse a la realidad. Y esa rutina, esa desgana, ayuna de trabajo y de ideas, ha sido precisamente la que ha obligado a este rescate que, esperemos, se haya producido a tiempo.
Queda ahora por ver con expectación el resultado del trabajo de campo de la FIT, si las buenas intenciones no se quedan sólo eso. Y si el "monopolio" que dicen algunos –que, en caso de serlo, sólo cambiaría de nombre en sustitución del actual– no trae aparejadas consecuencias indeseables, como una mayor pérdida de independencia de los pocos toreros también valientes en la vida que nos van quedando.
Pero, al menos, demos un margen de confianza a quienes han provocado, por primera vez en muchos años, la única noticia positiva que ha generado este sistema taurino dormido, inoperante y resignado al naufragio del que le puede salvar este rescate de urgencia.
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