Desde el barrio: Las reválidas de Nazaré
Martes, 09 Jul 2013
Pamplona, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Hay toreros a los que el sistema taurino de nuestros días obliga a pasar constantes reválidas, luchadores forzados a superar un examen tras otro si quieren seguir caminando en la profesión. Antonio Nazaré es uno de ellos: un buen torero cuyos triunfos o sus meritorias actuaciones en esas duras pruebas no tienen un reflejo acorde en el número de contratos.
En un año en el que nadie puede decir que torea demasiado, Nazaré aún lo ha hecho menos. Apenas seis corridas ha sumado el sevillano en una campaña en la que, además de dar una vuelta al ruedo en Las Ventas, le cortó nada menos que dos orejas a un toro de Victoriano del Río en la Maestranza de Sevilla. Y siempre haciendo el buen toreo.
Dicen que con ese aval cualquier coleta de hace sólo unas décadas se daba una vuelta por las ferias de la geografía española con el sello de máxima novedad. Porque la repercusión de los esfuerzos en las grandes citas, las que entonces sí que daban o quitaban, se constataba en esa cosecha.
Pero las cosas han cambiado mucho en estos últimos lustros. La crisis económica y de valores taurinos ha desterrado la justicia y los estímulos de las viejas y sanas costumbres, para cegar el toreo español en un mezquino enjambre de intereses y abusos del oligopolio empresarial, allí donde ya no parece haber hueco para hombres como Nazaré y tantos otros que no se dejan uncir por el yugo.
Que toreros con tanta calidad y proyección no entren en las principales ferias, copadas por toreros "domésticos" y obedientes, por nombres usados hasta la saciedad en el espíritu low cost que domina el capítulo de gastos de cada ciclo, además de una gran canallada, no deja de ser un suicidio del propio sistema.
Pero lo que ahora se conoce como independencia, que no es sino la tradicional y lógica defensa individual de sus propios intereses por parte de quienes se juegan la vida ante el toro, se ha convertido en una actitud transgresora, en un pecado de soberbia que los dueños de la manija no están dispuestos a consentir.
"Con nosotros o contra nosotros", ese parece ser el lema de unos empresarios que controlan hasta el último detalle de la confección de unos carteles sin más consideración que el beneficio económico de unos pocos actores del sector a costa del esfuerzo y el sacrificio del resto.
No es tiempo para buenos toreros, y menos para valientes que exijan un mínimo de dignidad en los despachos. Y ese mezquino sistema, con todo bajo control, tiene fórmulas infalibles para eliminarlos, si no para aburrirlos y acabar por asimilarlos ya domesticados y escarmentados de sus "tentaciones" de convertirse en figuras a la vieja usanza.
Afortunadamente, aún quedan en ese mapa de ferias algunos reductos de un muy taurino sentido común. Islas de sensatez organizativa como Pamplona donde, aun a costa de una descomunal y nada agradecida exigencia torista, todavía se paga por derecho a los toreros y se premian sus esfuerzos.
Conscientes de los buenos resultados de ese torero juego de estímulo-respuesta, los responsables de la Casa de Misericordia pamplonesa se manejan al margen de los intereses creados y se pueden permitir el lujo de impartir justicia durante diez días en el escalafón de matadores.
Por eso, después de un largo mes sin hacer el paseíllo, a pesar de ser uno de los más destacados en la Maestranza, el pasado domingo volvió Antonio Nazaré a pasar una nueva reválida, a jugarse el todo por el todo en una sola tarde. Y, ante un desabrido lote de mansos de Alcurrucén, lo hizo con tanta solvencia, con tanta seguridad, con tanta pureza, con tanto temple y con tanto valor que su actuación fue un nuevo grito de denuncia. Una sonora llamada de alerta que, para cualquiera al que no le hayan tapado los oídos, sonó por encima de la algarabía de las peñas.
Pero alguno dirá todavía que no cortó ni una sola oreja. Como tampoco las suelen cortar, acomodados en el reparto de migajas, muchos de los que este año van a sumar más de cincuenta contratos por empeñar su dignidad.
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