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Desde el barrio: Estrategias de supervivencia

Martes, 22 Ene 2013    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes

Los huecos en los carteles de las principales ferias españolas están cada vez más cotizados. Se trate o no de figuras, especialistas o artistas, jóvenes o veteranos, la reducción de los abonos forzada por la crisis y la reciente moda de los "gestos" y los manos a mano están limitando al máximo los puestos de los ciclos determinantes.

No entramos aquí a valorar si tal circunstancia es positiva o negativa para la Fiesta. De hecho, en otros tiempos como la Edad de Oro, las grandes ferias se montaban sobre la repetición de cuatro o cinco tardes de Gallito y Belmonte, más el añadido, si acaso y como relleno, de tres o cuatro toreros más para un sólo paseíllo. Y a nadie se le hubiera ocurrido pedir lo contrario.

Pero es evidente que los tiempos han cambiado. Las ferias de hace un siglo, y de hace medio, eran más cortas que las actuales, absurdamente sobredimensionadas en los tiempos del "ladrillo". Y, con ese aumento de volumen, a muchas empresas no les ha interesado tanto una presencia masiva de figuras en los muchos carteles obligados por el pliego –la justa para darle color a los abonos– como la de otros toreros de inferior rango y caché que redujeran sus gastos de organización.

Con el beneficio asegurado por el tirón del propio abono, cuando la gente tenía para comprarlo, y por los atípicos y desiguales ingresos televisivos, los empresarios, al revés de lo que fue siempre, poco a poco fueron viendo en las figuras a los "enemigos" de su economía y crearon, para rechazarlos, la coartada conceptual de las llamadas ferias de "oportunidades".

Pero esta fórmula suicida no sirve en plena recesión. En tiempos marcados por la subsistencia, son pocos los posibles espectadores que ahora mismo están dispuestos a sacarse del bolsillo un billete de cincuenta euros para presenciar un espectáculo sin atractivo. Y las empresas, muy a su pesar, tienen que volver de nuevo a las fórmulas tradicionales.

Sucede que, aun así, con la reducción de festejos no sólo se reducen esas "oportunidades" para "modestos" sino también los huecos para las figuras. Y es por eso que este invierno estamos asistiendo a una auténtica lucha entre diestros de primera y segunda fila para no ceder sus puestos en los abonos, para mantener su sitio en las ferias que decidirán una campaña que provoca más miedo que ilusión.

Casi a la desesperada, buscando el yo más que tú en los gestos anunciados o ganándose la acción con la ya manida treta del lanzamiento de globos sonda en la prensa, las figuras y los que no lo son tanto pelean estos días, como los pivotes de baloncesto, por defender su posición en la zona de las ferias grandes. Y así, poder hacerse con el "rebote" de los dineros y los privilegios.

Mientras tanto, los favorecidos por las empresas, o los que no acompañan su fama de una alta exigencia económica, se mantienen confiados en la certeza de que volverán a tener una enésima ocasión para desperdiciar su cada vez menos justificada situación en lo alto del escalafón.

Al resto, a esa larga nómina de toreros entre dos aguas, de muy dispar capacitación, sólo les resta encomendarse a la suerte, o a la habilidad estratégica, para poder disfrutar de ese mínimo de puestos restantes. Esos pocos huecos que sobran tras colocar a unas figuras empeñadas en cerrarles el paso a los más capacitados para el relevo –como es  norma repetida desde que el toreo es toreo– y después de repartir a los espadas inmersos en el sempiterno juego de los intereses empresariales.

Se trata, pues, de una lucha por la supervivencia, por lo escasos recursos de la crisis, que se hará más encarnizada esta temporada y de la que debe salir un nuevo orden taurino, mejor o peor pero seguro que distinto.

Y para ser consciente de la situación, basta simplemente con recurrir a las cifras: si en 2007, el año más loco del derroche, fueron 239 matadores los que actuaron en un total de mil 108 corridas, en 2012 fueron 205 espadas de alternativa para 621 espectáculos mayores. Más o menos los mismos para la mitad de puestos. Las cuentas no salen. Faltan corridas o sobran toreros, pero el caso es que no hay arroz para tanto pollo.

Ojalá que en esa forzosa selección, en esa criba obligada por las circunstancias, no paguen justos por pecadores y se mantengan en activo realmente los mejores. Por el bien de todos.


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