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Desde el barrio: De torero a torero

Martes, 30 Oct 2012    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión     
La columna de este martes

Nadie lo esperaba, y menos aún el asombrado homenajeado. Pero José Tomás, para no restar al compañero ni un ápice de protagonismo, llevaba ya cuatro horas oculto entre bambalinas, presenciando el acto a través de un monitor de televisión. Por voluntad propia.

Su aparición sobre las tablas del abarrotado teatro Tomás y Valiente, de Fuenlabrada, fue uno de los grandes momentos de los muchos que tuvo el homenaje que las peñas taurinas locales y el ayuntamiento de su pueblo le tributaron a ese torero honesto y a ese gran hombre, en el sentido más cabal de la palabra, que es José Pedro Prados "El Fundi".

Se sentaron juntos los dos madrileños, frente a frente, casi ajenos a las casi mil personas que presenciaban su diálogo. Y el más joven se dirigió al veterano con la sinceridad y la sencillez que provocan los sentimientos más hondos y auténticos. Tratándole, por supuesto, de maestro.

Las palabras que con sentida parsimonia José Tomás le dedicó a El Fundi, el íntimo homenaje de un grande del toreo a un torero grande de corazón, circulan desde ayer por la red a disposición de todos quienes las quieran escuchar. En este caso, las nuevas tecnologías ayudan a difundir un concepto antiguo, tal vez fuera de época: el del respeto y la admiración que se profesan entre sí quienes hacen de su oficio una filosofía de vida, una pauta de comportamiento dentro y fuera de los ruedos.

Siendo tan distintas las carreras de ambos, tanto José Tomás como Fundi comparten la misma ética del toreo, la asunción de un sacerdocio que les ha exigido la máxima entrega vital. Como un ejercicio dilatado de dignidad y sacrificios que no acepta traiciones sino un absoluto respeto, al toreo y a uno mismo.

Se torea como se es, y por eso el genio de Galapagar habló con tanta hondura, con tanta sinceridad. Y despacio, como mejor se transmiten las emociones. Fue así como, bis a bis, mirándole a los ojos, quiso reconocerle al compañero todo ese esfuerzo y mostrarle su admiración por tan ejemplar lección de comportamiento dictada a través de tres décadas, frente a los pitones y frente a las circunstancias.

Y, cómo no, José Tomás se acordó de José Alfredo para, con una de sus letras, recordarle a José Pedro que lo importante en la vida no es llegar primero sino saber llegar. Sobre todo si es por ese camino "de valor y de valores" que ha trazado el de Fuenlabrada. Por ese camino recto que, como dijo también Federico Arnás, en el toreo no es el más corto pero sí el que lleva más lejos.

El patio de butacas del teatro era una extensa piel de gallina, un inmenso nudo en la garganta que la gente intentaba liberar con ovaciones rotundas a cada pausa, impresionada por tanta verdad. Lloraron todos, y lloró el homenajeado lágrimas de hombre curtido, surgidas de esa sensible "alma de acero" que nunca le hizo volver la cara a las dificultades pero que se rindió ante tantas emociones.

Sentenció José Tomás, con una honda media verónica, al señalar la permanente lealtad a la profesión de El Fundi, su insobornable fidelidad a los valores eternos de la tauromaquia. Y no era otro que ese, precisamente ese, el sentido profundo de todo el homenaje, el de ensalzar la esencia y el orgullo de un hombre íntegro que, con muchos sacrificios e insuficientes recompensas, se ha sentido torero por encima de todo en estos tiempos extraños.

Un mensaje directo para todos esos otros toreros que ahora andan desnortados, a merced de la mezquina coyuntura del espectáculo. Toreros desviados de ese camino recto por el que, tal vez, no se llegue antes pero que finaliza en ese punto donde, cada mañana, uno es capaz de mirarse al espejo con más orgullo que vergüenza. Exactamente adonde El Fundi ha sabido llegar sin traicionarse nunca a sí mismo.


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