Huelva vivió el pasado fin de semana la pasión de los fuertes. En dos días, cuatro de las primeras figuras españolas (añadan si acaso un par de ellas más para rematar la lista) disputaron allí una especie de semifinales olímpicas ante unos tendidos abarrotados.
En el año de las lamentaciones, en días de crisis y llantos, el entusiasmo y la euforia se hicieron presentes por unas horas al reclamo de sendos acontecimientos que dejaron en la vieja Ónuba un reguero de miles de euros para contrarrestar el paro endémico y la falta de recursos de la ciudad y la provincia.
Con el tirón fundamental y sine qua non de José Tomás, La Merced se llenó de gentes llegadas de distintas partes del mundo para vibrar con los triunfos y el buen toreo, la competencia y el orgullo de esas cuatro figuras que dieron toda una inyección de afición, de argumentos y de moral para seguir creyendo en el futuro de este espectáculo.
El único aspecto negativo del asunto es que apenas siete u ocho mil personas pudieron ser testigos directos, que la trascendencia de lo sucedido apenas rebasó los muros del coso huelvano, difuminada posteriormente su intensidad en el boca a boca de los aficionados y en las escasas y, en gran parte, comedidas reseñas de prensa.
De haber sido televisadas ambas corridas, en abierto digo, a estas horas media España estaría hablando de toros y el espectáculo habría vuelto a cobrar preponderancia en la sociedad aun en plena celebración de los Juegos de Londres. Y es que una de las principales urgencias de esta Fiesta en crisis es la de volver a cobrar presencia en los medios, y en concreto de la televisión, de cara a ese objetivo primordial.
De poco sirve que unas decenas de miles de convencidos paguen sus cuotas mensuales a un canal de pago para ver unas ferias tan extensas como de escasa calidad de carteles, pues la fórmula no deja de ser un circuito cerrado de privilegio para una escasa minoría.
Se necesita volver a la televisión en abierto, a las viejas audiencias millonarias, para que la gente común vuelva a hablar de toros en los bares, para que los aspirantes a figuras se den a conocer al gran público, para que el toreo demuestre su verdadera fuerza y pueda competir, con las mismas oportunidades, con el resto de alternativas de ocio que sí se promocionan en los medios de masas.
Claro que, para lograrlo, el momento es el más difícil de los últimos tiempos. Las televisiones, salvo las que engordan a base de telebasura, apenas si tienen presupuesto ni publicidad suficiente para subsistir, si es que no hacen planes ya para su cierre o la fusión con otras cadenas. Pretender, por tanto, que desembolsen una alta, o baja, cifra por los derechos de imagen de las corridas se antoja toda una utopía, y más teniendo en cuenta la mala imagen de la Fiesta que se ha extendido en los frentes mediáticos.
Por eso es hora de ser realistas, de que el toreo ponga los pies en la tierra y, lejos de luchar absurdamente por unos derechos de imagen inexistentes, se conciencie de la necesidad de promocionar realmente el espectáculo aun a costa de renunciar a los ingresos de televisión.
Es hora de que se favorezca la entrada a las plazas de las cámaras de las cadenas públicas, las que realmente pueden ayudar a esa difusión. Y para ello no cabe otra que regalarles, literalmente, esas retransmisiones. Que las propias figuras, incluidas las de ASM, los ganaderos y los empresarios renuncien a sus derechos e incluso produzcan el evento televisivo para dejárselo a coste cero, por ejemplo, a Televisión Española, tan escasa de presupuesto que anda hurgando en sus archivos para reponer series de tanta actualidad como "Curro Jiménez" o tiene que resucitar a Félix Rodríguez de la Fuente.
Bastaría con cinco o seis eventos como los de Huelva, bien repartidos en el tiempo, con toreros con carisma y proyección y ante reses de digna presencia, para demostrar que los toros siguen interesando. Y, de paso, para provocar audiencias millonarias que acaben de una vez por todas con las dudas de los patrocinadores.
Y, por qué no, también de revertir positivamente la supuesta desventaja de no poder emitir toros en la franja de horario infantil para aprovechar las horas de máxima audiencia, a partir de las nueve o las diez de la noche, cuando todo el país está frente al televisor, cuando se emiten los grandes eventos de cualquier otra actividad. Porque, probablemente, José Tomás también sea capaz de reventar los audímetros.
A cambio de subir la media de audiencia de la cadena con estos grandes espectáculos, sólo se podría pedir a los directivos un "pequeño" favor: que los informativos volvieran a ofrecer noticias y reportajes del toreo en una proporción estimable. Seguro que ganamos con el cambio, con esta forma de contrarrestar ataques y de apostar a futuro. De invertir en promoción a la espera de que vuelvan las vacas gordas.