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Desde el barrio: Un San Fermín al 18%

Martes, 17 Jul 2012    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
El toreo, como España entera, no gana este año para sustos. El último, entre otras muchas desagradables sorpresas del gobierno del presidente Rajoy, es la subida de un tres por ciento en el impuesto sobre el valor añadido (IVA) para las corridas de toros, que pasan de cotizar del 18 al 21 por ciento.

Aunque grave y teniendo en cuenta cómo está el patio, el aumento no parece imposible de asumir en los festejos mayores, pero lo más preocupante de la noticia es que, en una injusta y dañina tabla rasa para todos los espectáculos "culturales", el gobierno también ha decidido anular el IVA reducido de 8 puntos que disfrutaban las novilladas y los festejos de rejones para igualarlo, ahora sí, a ese inasumible 21 por ciento.

Si hablábamos la semana pasada del negro panorama que se cierne sobre las novilladas, esta desproporcionada subida del IVA puede ser la definitiva puntilla para su futuro. De todas formas, para ver sus efectos directos habrá que esperar a septiembre, cuando se aplique esta subida de impuestos que, como otras impopulares medidas contra el pueblo llano, de momento no consigue rebajar, sino al contrario, la famosa prima de riesgo. Esa norma de Monopoly que evalúan desde la moqueta de un edificio de negocios el puñado de especuladores que juegan cada día con el pan de millones de personas en el mundo.

Colmado el vaso por la última gota, por fin la gente se está echando a la calle. Y mientras en Pamplona los mozos corrían delante de los toros por el empedrado de Estafeta, en Madrid y otras localidades cientos de ciudadanos hartos lo hacían delante de la policía, sin pañuelos rojos pero con pancartas de lemas airados.

En la capital de Navarra estas cosas se han vivido como de lejos, porque la fiesta de las fiestas está por encima de todo. Los navarros y los foráneos han disfrutado este último San Fermín al 18% por ciento de IVA con despreocupación pasajera, sin atender a otros recortes que los de los de los concursos matinales, ignorantes también de que la crisis ha influido directamente en el pobre juego de la mayoría de las corridas.

La dilatada sequía y la falta de recursos de la mayoría de los ganaderos para rematar sus toros con una suficiente cantidad de pienso, han hecho que a casi todos los toracos jugados en Pamplona les faltara fondo físico para la lidia. Caídos o estrechos de cuartos traseros, sin suficiente musculatura en los riñones para descolgar el cuello y empujar su aparatoso tren delantero, casi todos se han acobardado o defendido ante las muletas. Ligeros, sí, para correr el encierro en tiempos de record, pero incapaces de superar la más dura prueba de esfuerzo y entrega de la lidia moderna.

Así las cosas, por mucho que prensa y aficionados hayan perdonado esa falta de bríos en corridas toristas (como la de Cebada Gago) y la hayan zarandeado en las del otro palo, han sido muy pocos toros los que han embestido este San Fermín. Del mismo modo que sólo hubo una corrida verdaderamente brava, la de El Pilar, y muy pocas orejas, entre las muchas que se han concedido, que hayan tenido verdadero peso.

En ese sentido y en año olímpico, el podium real de la feria, el que evalúa méritos y sensaciones por encima de trofeos, tiene a un triunvirato de valientes que ha manejado a la perfección la zurda y se ha impuesto a las condiciones de sus lotes. En orden de antigüedad: Javier Castaño (con uno de Miura al que sólo él vio posibilidades), Antonio Nazaré y Jiménez Fortes. Sin olvidarnos del "diploma" de las categorías inferiores, ese Román que, por la misma vía, apunta como novillero una verdadera proyección.

Mientras esto sucedía del 5 al 14 de julio en la vieja Iruña, el toreo sobrevive difícilmente a la crisis. Sus estructuras internas siguen paralizadas y son incapaces de reaccionar ante el nuevo panorama y ante los ataques y mentiras de políticos demagogos que difaman el espectáculo hablando de falsas subvenciones y erráticas cifras, y que son sólo contestados por los espontáneos francotiradores de la red.

Y a todo esto, cuando había quien calificaba de babosas y de ratas a algunos de los toros que se han visto en Pamplona, un utrero ha dejado a El Chano paralizado de cintura para abajo en la plaza de Ávila. Es sí que es el impuesto más caro del toreo. Sin recortes y sin demagogia.


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