Desde el barrio: Contra el pesimismo isidril
Martes, 12 Jun 2012
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Es tiempo de lamentos. Acabada la feria de San Isidro –que, como ha dicho alguien en twitter, ha resultado tan mal como la planteó la empresa– y un manto de pesimismo se extiende por la prensa taurina. Gorigoris, requiems, misereres y demás cánticos fúnebres son la tónica de un aquelarre plañidero que, visto lo visto, ha acabado por diagnosticar que esto tiene los días contados.
Pero como cada año, pese a la mala gestión, pese a los repetidos fracasos, pese al sado- masoquismo de la afición madrileña, el toreo vuelve a resucitar después de San Isidro. Tarda, eso sí, porque el shock que supone un pésimo mes de toros en la Monumental es tan fuerte que se necesita un tiempo para asimilarlo. Como esos toros que se tambalean y pierden las manos al salir de tomar un fuerte puyazo.
Al parecer, todo son datos negativos –en realidad, los mismos que se preveían cuando salieron los carteles– pero aun así, en las últimas tardes venteñas ha habido suficientes motivos para contrarrestar el pesimismo generalizado. Y en especial en ese apéndice del Arte y la Cultura, o del Aniversario, o de lo que le quieran llamar, que ha sido un buen postre después de tan indigesto banquete.
Porque, ahora así, los toros han embestido, y mucho: los valdefresnos, sobre todo uno con el que se debiera haber consagrado David Mora; y tres al menos de Puerto de San Lorenzo, para que Daniel Luque hiciera la mejor faena de todo el mes madrileño; y los ahora denostados victorinos, con otros tres ejemplares de profunda calidad en unas embestidas que pedían mando y buena técnica; y algún que otro toro de Núñez del Cuvillo, como el que se le fue a Manzanares; y hasta algún torreón lidiando en la corrida de los toreros mediáticos…
Es decir, casi más toros de orejas en los últimos cinco días que en todo el meollo del abono isidril. Tal vez porque, con un mes más de alimentación, en este año de "vacas flacas" y poco pienso, los toros hayan llegado a Madrid con los kilos más asimilados y con un remate más racional. Y porque, con un ambiente menos tenso en el tendido –salvo en la de Beneficencia– también haya habido más relajación en los corrales, donde no se han aprobado zambombos.
La bravura no está a la baja ni en decadencia, como aseguran los que escriben con la faena hecha desde el hotel. En el campo hay bravura de sobra. Lo que realmente está en decadencia es el criterio ganadero de Madrid, el de esos toros deformes, tantos mostrencos embastecidos e incapaces de desarrollar un mínimo de agresividad por imposibilidad física que vemos salir cada tarde al ruedo venteño para desgracia del verdadero aficionado.
Por eso no acaba de entenderse que las figuras hayan dejado de lado divisas como esas dos salmantinas –Puerto de San Lorenzo y Valdefresno–, que durante dos décadas han sido su mejor garantía de éxito –en los reconocimientos veterinarios, por su volumen, y en la plaza, por su juego– en la plaza de Madrid. El caso es que no están de moda entre los círculos de poder de los toreros y quién sabe si seguirán sin estarlo a pesar de la clase que han derrochado cuatro o cinco ejemplares entre ambas corridas.
Es una lástima que las figuras de hoy en día sean tan de ideas fijas, que prefieran monotonizar sus actuaciones matando corridas de una sola línea ganadera, por mucho que aporte una mayor regularidad, y desdeñen otras que podrían darle más eco y más rotundidad a sus éxitos.
En ese sentido, hubiera sido clave el, por ahora, utópico enfrentamiento del enrazado Juli con el premiado "Pistolero", ese toro de Baltasar Ibán de bravura desbordante al que hubiera ido como anillo al dedo la poderosa y honda muleta del maestro de San Blas. Con todo, tal y como estás las cosas y como se las ha tomado él mismo en esta temporada de guerra abierta, puede que El Juli esté pensando en buscar soluciones similares de ahora en adelante. Quizá ande dándole vueltas ahora que en el dique seco –dos significativas y serias volteretas en menos de diez días– tiene tiempo para hacerlo.
La cuestión es que conviene pasar página de una vez. Dejemos de llorar y olvidemos este nefasto San Isidro –para lo que no hace falta mucho esfuerzo– y empecemos a pensar en positivo. No va a ser fácil porque el panorama, como reflejo y consecuencia directa del fracaso madrileño anual, se va a poner muy feo en las taquillas en este año de fútbol europeo, Olimpiadas y rescate financiero. Pero es el momento de ponerle imaginación, ilusión y, sobre todo, calidad al espectáculo. Mimbres hay, aunque no quieran verlos los canasteros.
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