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Especial: El hábitat del toro de lidia

Sábado, 28 Abr 2012    México, D.F.    Carlos Pavón | Foto: Archivo   
Un argumento más a favor de la Fiesta

Ahora que está tan en boga atacar a la fiesta brava se ha despertado entre los taurinos hacer acopio de argumentos en favor de ella. Aparte de ser una fuente de trabajo para tantas personas que viven de los toros y ser una tradición medular en la historia desde la Nueva España conquistada, hasta nuestros días, es fuente de cultura y materia de casi todas las bellas artes.

Un argumentos de los más importantes es la crianza del toro bravo de la que viven, obviamente el ganadero pero tras de él, el mayoral, el conocedor, los caporales y vaqueros y paralelamente a estos los tractoristas los mayordomos de campo los trojeros y el tentador de pie en la dehesa.

Donde se cría el toro bravo se crea una cadena ecológica en torno a las praderas y potreros, se conserva el bosque y todas las criaturas que en él nacen, crecen, comen, se reproducen y  se auto sostienen. Donde se ausenta el ganado  bravo entra la mano del depredador y destructor más grande de la naturaleza, ¿cuál?  El hombre…sí, el hombre sobre todo, el irresponsable consumidor de todo lo que le rodea, sin respetar cotos de caza, vedas, y leyes forestales.

La ganadería de La Laguna debía su nombre a que en su centro geográfico había una laguna de más de 15 hectáreas de superficie; en su centro una profundidad de más de tres metros. A sus aguas llegaban en el invierto miles de patos emigrantes de Alaska y del Canadá. En sus al derredores había ricos bosques de pinos, sabinos y ocotes que albergaban en ese hábitat carnívoros como el lince, el coyote y otros pequeños como la onza; innumerables roedores como la liebre, el conejo gazapo, la ardilla moto, tuzas y ratones de campo.    

Una gran gama de aves, reptiles y batracios que formaban parte de un hábitat semejante al de Kaziranga en la india, cuya base es el rinoceronte; en este caso, era el toro bravo. Se expropiaron las tierras, desapareció el toro de lidia y proliferaron al derredor los pocitos freáticos que secaron la laguna, los bosques se volvieron leña y sus habitantes los animales, se extinguieron por la cacería indiscriminada y la falta de su hábitat.

En los años setenta, el presidente Luis Echeverría, el gobernador de Tlaxcala, Luciano Huerta Sánchez y el teatrero demagógico Augusto Gómez Villanueva (entonces Jefe del Departamento de Asuntos Agrarios y colonización ) permitieron y propiciaron invasiones que al final de cuentas fueron expropiaciones y que fragmentaron en mini ejidos esta ganadería. Ejidos que en la actualidad no satisfacen ni la mínima necesidad de los campesinos dotados pero que terminaron con el invaluable hábitat que el toro bravo poseía.


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