El Juli y Sebastián Castella, dos figurones a hombros esta tarde en La Santamaría, en donde dejaron claro su sitio en la tauromaquia actual, con dos faenas de diferente estilo, pero de semejante emoción.

Julián López "El Juli" estuvo portentoso en sus dos actuaciones desde que se abrió de capa. Con una suavidad que refleja con creces sus años de alternativa, lanceó con brillantez al segundo de la tarde. Con la muleta se presagiaba una faena de poderío porque así fue el inicio, desafortunadamente el toro, como los novillos de ayer, se resintió la pezuña izquierda y dejó a los aficionados con la emoción a flor de piel. 

Pero Julián tenía otra de sus faenas antológicas reservada para Bogotá y en el tercio de capa, como compendio de tauromaquia, recogió al toro a la verónica cargando la suerte. Y con la muleta se impuso a un toro bravo y con mucha transmisión. Estaba allí para triunfar e hizo gala de su dominio y su depurada técnica.

Atronadores los óle de la "Santamaría" que se rindió al poderío de El Juli que cada tarde en que los toros lo dejan estar, como este "Negrito", se muestra sobrado de condiciones. Y no es que haya que enmendar algo en la faena, pero si hay que decir que fue siempre a más. Se explica con dificultad si anotamos que inició a más, pero delante estaba El Juli, que firmó con una estocada ligeramente contraria su faenón. Quizás ese fue el único lunar, pero tan pequeño que, hasta tuvo virtud en su lento efecto, porque nos dejó ver a un toro bravo morir en los medios. Dos orejas.
 
Sebastián Castella, que el año pasado se fracturó la clavícula la tarde antes de su presentación en Bogotá, venía por lo que era suyo en esta plaza: comunión y triunfo. Y aunque en el tercero no consiguió el triunfo, si dejó sentada la base de la comunión con la afición de Bogotá, y ante un toro sin la mínima fuerza, plantó cara y pidió paciencia.

Rescató al inválido con mimo y haciendo todo por el en una labor de mucho mérito. Sabía seguramente que el triunfo lo esperaría un turno más. Para el olvido el bajonazo con el que despachó a su paciente.

Bien valió la pena esperar a Castella, porque en el que cerró plaza se cubrió de gloria, y puso en pié a La Santamaría, así como puso él su corazón en cada lance de la exquisita faena de capote. Quizo que el toro saliera del caballo casi sin ser picado, porque tenía ganas de triunfo y el toro era bueno. Esta vez expuso una de sus mejores versiones, el Castella artista, templado e inteligente. Si hubo algo que duró más que los óle de la plaza, fueron los naturales de perfecto trazo que dibujó.

La plaza explotó cuando promediaba la faena, en un circular invertido que prolongó con un cambio de mano de antología. Lo demás fue una lección de torería y capacidad de Castella. Queda claro que no solo está intacto el recuerdo de su última comparecencia en Bogotá, sino que hacía falta que Castella regresara con la fuerza de esta tarde en que dijo presente!. Dos orejas que de nuevo le abrieron el cerrojo de la puerta grande de la "Santamaría".
 
El colombiano Sebastián Vargas malogró con la espada una buena faena en la que anduvo firme ante un toro claro en su embestida y que humilló con calidad, a pesar de tener la fuerza justa. Sin ser rotundo, logró hilvanar la faena. 

En el cuarto faltó temple para un toro con mucho motor y transmisión, al que le costaba acoplarse en los medios, donde se revolvía con peligro. Vargas muleteó con recursos pero hizo falta el fondo. Al final quedó la sensación de no haber hecho del todo bien las cosas al toro que pidió mano más baja y una lidia en el tercio. Una oreja a la labor que mantuvo en los medios y al valor de Vargas.