“Fracaso del ‘sin embargo...’, fatal derrota del ‘pero...’, ‘pero’ amargo, torero, triste torero”. Manuel Benítez Carrasco en sus célebres “Letrillas del ‘Pero’ Amargo” escribió la rabia contenida de un torero sin rostro que quiso llegar muy alto y no lo logró.
A veces es difícil escribir una crónica si caer en el “catastrofismo”, sin verse “amargao”, pero otras, es francamente imposible. El cartel prometía poco, pero en el ruedo fue mucho más allá.
Misael Ortiz salió a flote gracias a los tantos años que lleva en el toro, lo que no significa que estuvo bien. Quizá lo más rescatable de la tarde fue con el cuarto, noble y con recorrido, que iba paso a paso, pero lo cierto es que nunca acabó de romper, al igual que toda la novillada. Estuvo con disposición y ganas de hacer las cosas y al final le valió una salida al tercio.
Con su primero, inédito, pues el abreplaza, de Hernández Andrés, fue devuelto por haberse partido el pitón derecho y fue sustituido por uno de Golondrinas que resultó inválido, por lo que abrevió.
Curro Rodríguez, de Ecuador, mostró más voluntad y oficio que sus alternantes, pero tampoco pudo redondear. En ambas intervenciones se mostró con la disposición de hacer todo bien, sin embargo, le faltó transmisión con la gente. Entibió el cotarro con banderillas, en sus dos intervenciones, pero no llegó a más, quizá le faltó la calidez del temperamento de sus paisanos.
Precipitada y quizá forzada fue la presentación del tapatío David Vizcaya. Suma 30 novilladas, pero aún no acaba de asimilar el abecé del torero, se le notó desconfiado, y mucho, pero lo más grave es que sin la conciencia de estar en Guadalajara, una plaza a donde se debe venir con más rodaje, con más, mucho más, determinación.
“La culpa fue de ese ‘pero’ que no se sabe lo que es, cuando quisimos ser algo y no lo pudimos ser, y nos quedamos sin serlo, pero sin saber por qué”.