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La inauguración de la plaza de toros "La Luz"

Lunes, 18 Sep 2023    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
"...La desbordante alegría de los leoneses, orgullosos de estrenar...
León, la ciudad más rica y poblada del Bajío mexicano, tiene una plaza de toros que se estrenó el 16 de septiembre –día patrio por excelencia– de un ya lejano 1961. Construida gracias a la iniciativa y peculio de los hermanos Jesús, Francisco y Rafael Obregón, aficionados y leoneses de pro que de ese modo dieron vida a un proyecto digno de la tierra natal de Rodolfo Gaona. 

Como sabemos, fue en León de los Aldamas donde se asentó Saturnino Frutos "Ojitos" para dar forma a la Cuadrilla Juvenil Mexicana, que además de obsequiarle al universo taurino la egregia figura de Gaona fue semillero de buenos toreros, picadores y banderilleros de probada competentes que a la larga darían lustre al nombre de la ciudad, cuna asimismo de figuras tan destacadas como Antonio Velázquez y Jesús Córdoba, que aunque nacido en Kansas creció y se hizo torero en el terruño de sus mayores.

La serie inaugural constó de dos corridas de tronío y dio ocasión a un homenaje público al propio Califa de León, Rodolfo Gaona, padrino de honor de la fiesta. Hubo, el mediodía del estreno, misa solemne en mitad del ruedo, oficiada por el arzobispo de ciudad, y presencia de los notables de la región y matadores en retiro.

Sábado 16 de septiembre de 1961

La desbordante alegría de los leoneses, orgullosos de estrenar y de llenar el flamante coso bautizado como "La Luz", no encontró sin embargo justa correspondencia su primer día. El encierro de Valparaíso, chico y manso, no les permitió hacer prácticamente nada a Manuel Capetillo –que despachó sin pena ni gloria al abreplaza "Leonés"– ni al joven Felipe Rosas, de reciente alternativa, poderdantes ambos de Antonio Casillas, banderillero y hombre de confianza del tapatío; era conocida la predilección de Capetillo por las reses de su amigo Valentín Rivero, propietario de la fracción de Torrecilla que pastaba en los potreros zacatecanos de Valparaíso, y que esta vez falló.

Pero la tarde inaugural no se fue en blanco gracias a lo puesto y torero que estaba Juan Silveti. Al hijo del "Meco" Juan Silveti Mañón, el hombre del puro, nacido en la ciudad de Guanajuato, capital del estado del mismo nombre y al que pertenece León, le cupo el honor de pasear la primera oreja cortada en el flamante coso, –de "Zapaterito", negro bragado, segundo de la tarde–. Y ya embalado le cortaría las dos al quinto, un "Peletero" con más presencia y jiribilla que el anterior, por lo que la faena de Juan tuvo mayores dosis de exigencia y emotividad dentro del estilo terso y elegante del espada capitalino.

Con esto preparó el terreno y la expectación para lo que sería, al día siguiente, el segundo lleno consecutivo.     
 
Domingo 17 de septiembre

Mimiahuápam mandó un sexteto que fue el reverso del decepcionante encierro de la víspera. Tanto que hubo un toro de vuelta al ruedo y otro más cuyos restos recibieron el homenaje del arrastre lento. Los publicistas lo llamaron "el cartel del arte" y no andaban descaminados. Alfonso Ramírez "Calesero", nativo de la cercana Aguascalientes, era conocido como "El Poeta del Toreo", y su actuación con el noble cuarto fue canela pura. Una hermosa obra nacida de su inspiración pero también de la ebullición de una casta torera que no siempre sacaba a relucir, presente esta vez desde que saludó al de Mimiahuápam con faroles de rodillas y su faena de muleta también de hinojos, pasándose los pitones por la pechera y ganándole terreno al astado de manera emocionante. 

Para entonces ya había armado un alboroto formidable con el acento personalísimo de sus verónicas de recibo y al quitar por rítmicas gaoneras, además de protagonizar un segundo tercio que fue un dechado de precisión y elegancia. La faena de Alfonso no fue menos inspirada, bella y aromática. Y tras la estocada, la gente obligaría la juez de plaza a otorgar la segunda oreja que en un principio se había resistido a conceder.

No obstante, la faena de la tarde y de esta corta serie inaugural la había cuajado con el segundo de Mimiahuápam el leonés Jesús Córdoba Ramírez. Tuvo la fortuna de topar con un astado bravo, alegre, dócil y pronto, y lo bordó de cabo a rabo. No tanto con el percal como en la faena muleteril, iniciada con un cambiado por la espalda en la zona de tablas y desarrollada en los medios aprovechando que "Mestizo" acudía desde largo al terso engaño de Jesús con un temple y una fijeza ejemplares. 

Tan a gusto se sintió Córdoba que tras bordar aquella hermosa pieza torera incluso la espada –su reconocido Talón de Aquiles– entró limpiamente por el hoyo de las agujas, abatiendo sin remedio la bravura de un ejemplar que mereció la vuelta póstuma, homenaje rendido por primera vez en "La Luz" a la suprema calidad de un astado. Paralelamente, fue para Jesús el primer rabo que allí se cortaba, con alguna discrepancia inicial rápidamente sofocada por las aclamaciones de la mayoría.

Quien no pudo sumarse a la apoteosis fue Alfredo Leal, y eso que llevaba una campaña triunfal a lo largo del año y estaba más puesto y maduro que nunca. Y es que su primero se apagó muy pronto, y con el sexto, con el que lució su fino toreo de capa, entablaría interesante pugna contra la probonería del bicho, al que le impuso una faena de mérito y clase aunque no consiguió despacharlo con presteza, recogiendo no obstante el cálido reconocimiento de un público que había disfrutado a plenitud las sacudidas emocionales de una tarde más que feliz. Al ganar la calle, llevaban los leoneses la satisfacción adicional de contar, al fin, con uno de los mejores cosos taurinos de la república.

Lo que vino después

Mientras los hermanos Obregón conservaron su plaza, la feria de San Sebastián en enero, con figuras internacionales y ganado de garantías, tuvo genuina relevancia. Ofrecían además buenos carteles en fechas como 21 de marzo, 16 de septiembre, 12 de diciembre y la nocturna del 1 de noviembre. Después la plaza cambió de manos  –Leodegario Hernández, DEMSA–  y la cantidad empezó a primar sobre la calidad.

Corridas que la afición leonesa conservaría en la memoria fueron la de los ocho dijes de Jesús Cabrera a los que Joselito Huerta, Paco Camino, Jaime Rangel y El Cordobés les cortaron diez orejas y un rabo (20-01-64) o aquella en que sendos toros de Los Martínez y San Martín fueron indultados a Antonio Lomelín y Curro Rivera (24-01-81).


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