La ganadería de Rancho Seco celebró el primer centenario de su fundación con un triunfo por todo lo alto, gracias a la bravura de un encierro que, con diversos matices, es uno de los mejores que se han lidiado en la Plaza México en muchos años. Y como suele pasar con esta divisa tlaxcalteca, una vez más proyectó a tres jóvenes: Diego Sánchez, que cortó dos orejas; Gerardo Adame, que obtuvo una, y José María Hermosillo que, sin ser premiado, mostró un toreo serio y auténtico, dotado de ambición.
La corrida había comenzado con un mal presagio: la devolución de un toro serio, hondo y largo, que había dado muestras de estar inválido. Pero, al cabo de los minutos, aquella mala pasada se disipó y la bravura se hizo presente.
Diego Sánchez sorteó en cuarto lugar un toro guapo, de bella lámina, corto de manos y engatillado de pitones, que fue a más y tuvo las embestidas más profundas de la corrida. El hijo de Luis Fernando toreó con el proverbial temple de su dinastía, prácticamente desde el magnífico quite por chicuelinas de compás abierto, que abrochó con un precioso remate soltando una punta del capote.
Ya en la faena, "Cacho", como se llamaba el toro, mantuvo su condición de bravo y noble en una faena sólida, en la que la clave fue dejarle la muleta puesta y tirar de él una y otra vez en pasas que tuvieron largueza y hondura. La variedad del trasteo y el carisma del torero, fueron en consonancia con la respuesta de público, que le coreó los muletazos con fuerza.
Las dosantinas finales y hasta un bosquejo de poncina, fueron el final feliz de una obra cargada de una contagiosa frescura, la misma que irradia un torero que, desde hace tres años, está pidiendo a gritos más oportunidades. Esperemos que el próximo domingo, al lado de Arturo Macías y Fermín Rivera, con toros de Barralva, pueda ratificar el legítimo triunfo de esta tarde.
Uno de los toros de hechuras más agradables fue el tercero, y la cara de bondad que tenía fue acorde con una conducta muy noble que permitió a Gerardo Adame andar muy a gusto, prácticamente desde que se abrió de capote y toreó con temple a la verónica, para más tarde hacer un quite por saltilleras.
La faena fue breve pero intensa, con series de muletazos por ambos pitones, aunque quizá sin la redondez que permitía un toro que, sin tener una gran duración, sí que embestía con una dulzura que, por momentos, hizo recordar a aquel "Dulcero", de este mismo hierro, indultado por el novillero Paul Cortés por allá del año 2005.
Las manoletinas finales fueron un correcto colofón a un trasteo que le llegó al público, y como mató de una estupenda estocada, le concedieron una merecida oreja.
Gerardo Rivera, el único tlaxcalteca del cartel, y que de los toreros de hoy es el que más familiarizado está con los toros de esta ganadería, se mostró muy animoso y entregado durante toda la lidia del quinto, al que recibió con una fallida larga cambiada a porta gayola que marcó el rumbo de su actuación. El toro fue indefinido de salida y acabó siendo noble, aunque le hizo falta un punto de mayor recorrido a sus embestidas.
No obstante, el torero de tez morena, le plantó cara en banderillas, al cubrir el tercio con dos pares por el pitón derecho y otro al violín, para luego hacer una faena en la que hubo pasajes de toreo recio, ligando los muletazos en un palmo de terreno, en medio del aliento de un público que recibió con agrado su voluntad de triunfar a pesar de que no tuvo el fondo suficiente para redondear cuando quiso realizar unas bernardinas un tanto atropelladas.
Mató de una riesgosa estocada a un tiempo, que quedó un tanto delantera y perpendicular, pero que hizo rodar al toro sin puntilla en fracción de segundos, y así cortó una trabajada oreja que le abre nuevas posibilidades para la provincia, donde, seguramente, sería un torero rentable para las empresas.
José María Hermosillo se mostró valiente y decidido con el sexto, un toro negro zaino, también de bella lámina, cuyas hechuras y galope franco de salida, denotaban su estirpe de encaste Murube.
El tercer hidrocálido desde cartel se afanó en pasarlo de muleta en los medios, donde ejecutó algunos pases de valía, pero sin que la faena alcanzara el nivel deseado debido a la falta de empuje del toro al que toreó en la corta distancia, con mucho aplomo en las zapatillas y procurando llevar largo en su excelente trazo en los que procuró torear con verdad, muy embraguetado.
El final de la faena, con unas valiosas dos antenas, y pases el pecho ligados en un palmo, terminaron por encender el ánimo del público. A la hora de matar señaló un pinchazo que quiso borrar toreando otro poco más metido entre los pitones, antes de volcarse otra vez sobre el morrillo del toro para dejar una excelente estocada que despenó al toro de inmediato, y aunque le pidieron la oreja con fuerza, el juez de plaza no la concedió al ponerse demasiado rigorista y quizá sin apreciar del todo la sinceridad de los muletazos y el arrimón del espigado José María, que, con la de esta tarde, apenas sumó la tercera corrida de su prometedora trayectoria.
Juan Fernando enfrentó un toro encastado, corrido en primer lugar, sustituto de uno alto, hondo y serio, que fue devuelto por inválido, inclusive una vez después de picado, y ya cuando las protestas del público habían aumentado.
El de Monterrey estuvo esforzado con el capote, y ejecutó algunas verónicas encomiables, así como un ajustado quite por chicuelinas, donde ya se pudo advertir que el de Rancho Seco acudía pronto y con codicia al capote. Más adelante, la faena tuvo estructura y algunos pasajes interesantes, pero sin llegar a redondear el acabado de los muletazos, pues en varias ocasiones el toro le tocó la muleta, lo que descomponía la belleza y eficacia del trazo. Mató de una estocada delantera, perpendicular, y un tanto caída, debido a que el toro dobló una mano en el momento del embroque.
Juan Luis Silis lidió con oficio al deslucido segundo, un toro que cumplió en varas y llegó a la muleta sin fuelle y se refugió en tablas pronto, amén de que embestía topando y con la cara alta. La faena fue concisa y recia, pero con poca colaboración por parte del toro y escasa conexión con el tendido, hecho que se agudizó cuando el pupilo del inolvidable Mariano Ramos no estuvo fino con la espada y la gente le cayó encima.
Al final del festejo, el ganadero Sergio Hernández González salió a hombros con Diego Sánchez. En su cara se dibujaba una amplia sonrisa de satisfacción, consciente de que lo trascendente en la vida, como dijo el sabio José Alfredo Jiménez, no es llegar primero… sino saber llegar. Y el viejo Checo, al cabo de medio siglo al frente de la divisa que heredó de su padre, ha conseguido triunfar haciendo lo más importante que puede hacer un ganadero que se precie de ser coherente con su concepto: criando el toro que a él le gusta.
Ficha Ciudad de México.- Plaza México. Cuarta corrida de la Feria de Aniversario. Menos de un cuarto de entrada (unas 2 mil 500 personas), en tarde nublada y fría, con algunas ráfagas de viento a partir del 5o. Siete toros de
Rancho Seco (el 1o., sobrero sustituto de uno devuelto por inválido, tras ser picado), bien presentados, parejos en hechuras, bravos y nobles en general, salvo el 2o., que fue deslucido. Destacaron el 1o. por bravo; el 3o. por su nobleza, premiado con arrastre lento, y el 4o. por su calidad, también premiado con arrastre lento. Pesos: 521, 512, 511, 479, 516 y 523 kilos.
Juan Fernando (azul turquesa y oro): Ovación con división tras aviso.
Juan Luis Silis (azul celeste y oro): Silencio tras aviso.
Gerardo Adame (burdeos y oro): Oreja.
Diego Sánchez (malva y oro): Dos orejas.
Gerardo Rivera (azul celeste y oro): Oreja.
José María Hermosillo (azul noche y oro): Vuelta tras petición. Incidencias: Sobresalió en varas
Eduardo Rivera, que picó muy bien al 1o. bis. Y con las banderillas,
Fernando López, Jorge Luna y
Diego Martínez, que saludaron. Al finalizar el paseíllo una peña entregó un reconocimiento al ganadero de
Rancho Seco,
Sergio Hernández González, por los 100 años de la fundación del hierro tlaxcalteca, y dieron una vuelta al ruedo en compañía de su caporal y las cuadrillas. Y repitió la vuelta al ruedo con
Diego Sánchez, tras el triunfo de éste en el 4o., y también la salida a hombros. Al final de la lidia del 2o., dos espontáneos saltaron al ruedo con consignas antitaurinas. Fueron sometidos por el personal de plaza y remitidos con la autoridad.