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Muere el sensible José Antonio Morales

Miércoles, 04 Ago 2021    CDMX    Juan Antonio de Labra | Infografía: LM   
En su juventud fue novillero y más tarde un gran director de escena
El novillero y gran director de escena José Antonio Morales, murió esta madrugada en su casa de Oacalco, Morelos, como consecuencia de un derrame cerebral, a la edad de 81 años, y su partida de un hueco enorme entre quienes disfrutaron de su sensibilidad y entrega como persona.

José Antonio Morales Mateos nació en la Ciudad de México el 20 de junio de 1940. Era hijo de José Morales Becerra y María del Carmen Mateos, ambos aficionados a los toros que desde pequeño lo llevaron a la plaza "El Toreo", y gracias al contacto que tuvo con el novillero Pedro Landeta, decidió incursionar como torero.

En su juventud trabó amistad con Manolo Espinosa "Armillita" y Pedro Armendáriz hijo, de los que fue compañero de la carrera de arquitectura en la Universidad Iberoamericana, donde también estudiaban el ganadero de Pozo Hondo, Ramiro Alatorre Córdoba y el bibliófilo Miguel Luna Parra. Todo este entorno contribuyó a que su interés por torear fuera en aumento, y así comenzó a actuar en festivales como socio fundador de la recordada "Peña de Aficionados Prácticos de la Ciudad de México", donde siempre hubo toreros de muy buen nivel.

Se enfundó el terno de luces por primera vez en la plaza de Parral, Chihuahua, al lado del malogrado Raúl Contreras "Finito", por el que siempre sintió admiración y afecto. Debutó en la Plaza México en la inauguración de la Temporada Chica de 1964, el 3 de mayo de 1964, al lado de otros seis soñadores de gloria, en un cartel de selección. Lidió al novillo "Potosino", de la ganadería de Santo Domingo, con el que se mostró un tanto verde pero valiente y con actitud de agradar.

A finales de ese año coincidió con Manolo Martínez, en la presentación de éste en la plaza "La Aurora", y desde entonces trabaron una estrecha amistad. Lo mismo con el desaparecido Gonzalo Vega, al que años más tarde, como también lo hiciera José Antonio, dejaría capotes, muletas y espadas, para cambiarlas por las tablas de los teatros, así como las cámaras de cine y televisión.

En esos años llegó a torear un festival en "El Toreo" de Cuatro Caminos con el inolvidable Mario Moreno "Cantinflas", y fue uno de los triunfadores de una temporada de la plaza "El Paseo-Fermín" Rivera de San Luis Potosí. Al cabo de unos años en las filas de los novilleros, y luego de torear unas 40 tardes, José Antonio decidió abandonar los toros sin ningún tipo de amargura y se encaminó por el mismo sendero del arte, pero a través de otra de sus vertientes: el baile flamenco. Y de la mano de la que muchos años fue su esposa, la reconocida bailaora de flamenco María Antonio Gutiérrez, mejor conocida como "La Morris", recorrió infinidad de escenarios.

Y así fue como se relacionó con gente del medio artístico y su carrera discurrió hacia la dirección de escena, en la que siempre procuraba cuidad los detalles cuando organizaba eventos, siendo uno de sus favoritos el montaje de la ópera "Carmen", misma que escenificó en el Palacio de Bellas Artes con éxito, entre otras muchas óperas más y también obras de teatro.

La experiencia acumulada en este ambiente le granjeó la simpatía de sus compañeros de profesión, actores, directores, guionistas, tramoyistas... en fin, gracias a que él entendía de esos menesteres y sabía lidiar con los egos del ambiente teatral, mostrando siempre una sonrisa ante cualquier eventualidad. Porque no sólo fue director de escena, sino que se diversificó, gracias a su capacidad multifacética, en libretista, coreógrafo e iluminador, creador de propuestas escénicas de ópera, zarzuela, opereta, teatro, danza poesía, performance, televisión y hasta multimedia.

José Antonio era un aficionado cabal, al que gustaba asesorar a novilleros, a lo que ayudaba en lo que podía. Cuando sus obligaciones laborales se lo permitían, los acompañaba a alguna tienta y de vez en cuando se "echaba al agua" para dar algunos muletazos y rememorar su paso por los ruedos.

Culto, buen conversador, de trato afable y cariñoso, José Antonio Morales dejó su huella entre la gente del toro y del teatro; la gente, pues, con la misma sensibilidad que la suya para la vida. Desde aquí enviamos nuestra más sentido pésame a sus hijos, José AntonioAmaranta Morales Gutiérrez, así como al resto de su familia y numerosos amigos. Descanse en paz este ser humano cargado de bonhomía.


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