El sábado por la mañana, antes de que la triunfal apertura de la temporada española en Ubrique les cayera como agua fresca, los titulares de la prensa taurina eran una pira, con la empresa de Sevilla humeando encima. La oficialización de sus catorce carteles en vez de ser acogida con el clamor de una resurrección anhelada, encendieron la furiosa leña. Pero no por herejías de conformación, fechas, ni la reducción de ellos. Tampoco por el disparate de Schnabel escogido para pregonarlos. Aunque sí por culpa de su esnobismo.
Ese que ha desterrado, junto con las clásicas imágenes y formato, la advertencia: "Si el tiempo y la autoridad lo permiten". Es que eso ya estaba inventado y probado. Bien dijo una vez Hemingway: "La obra literaria perfecta es el cartel de toros, porque no dice más ni menos de lo qué hay que decir".
Pues el tiempo (de pandemia) y la autoridad no permiten el cupo de venta exigido unilateralmente por la Asociación Española de Empresarios Taurinos (ANOET); 50 por ciento del aforo.
Si el prurito de cambiar por cambiar, todo, lo que sea, incluso lo perfecto, no hubiese desechado la vieja frase. Si se hubiese publicado un cartel como la razón, la estética y la tradición mandan. Quizá nadie hubiese podido llamarse a engaño. Ni sentirse autorizado a reclamar que venden una temporada en el aire, que trampa, que humo, que entelequia, que los aficionados, que los periodistas, que los abonados enojados... Todos hubiesen sabido como antes que el toreo, la corrida, la feria, la vida, son un albur.
Y tampoco Pagés hubiese tenido que salir a defenderse, cuando ya la candela le corría pierna arriba, preguntando justamente: "¿Qué hubieran dicho si nos quedamos parados sin organizar nada?"
Por contraste, la otra plaza magna, Las Ventas de Madrid, también con su pretendida mitad desautorizada, que no preparó nada, que no ha sacado cartel alguno (tradicional ni moderno), ha sido exonerada por los encabezados. Un reverendo silencio unge su incierta promesa de dar toros "antes de otoño". Ninguno siquiera pregunta cuánto antes.
Creo que tanto la una como la otra hubiesen podido iniciar sus temporadas sin condicionarse a ese arbitrario 50 por ciento. Como lo están haciendo algunas plazas de provincia, y como lo han hecho ellas mismas históricamente. Salvo los días de feria, sus concurrencias han estado siempre muy abajo de tal margen. ¿Por qué no ahora?
Además de volver a la información "perfecta" en sus carteles, si es que no a las bellas pinturas, podrían compensar con la televisión, como vienen haciendo el fútbol y tantas otras actividades. Se ha sugerido hasta el cansancio. Alguien tiene que echar adelante de verdad. En las oficinas de Madrid y Sevilla se juega la suerte de todo el toreo. Allá y acá.