Banners
Banners
Banners

El toro hecho poesía

Viernes, 15 Jun 2018    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Foto: Archivo   
Lo más sobresaliente que de tauromaquia codificada en lenguaje poético
Al hablar de poesía podemos convenir que nos hallamos ante un proceso de cultura donde el hombre ha tenido que amasar más allá de su alegría y sufrimiento, la necesidad de expresar de forma simbólica todo aquello adscrito a él, ante una colectividad que lo rodea y cantar lo que ella no ha podido describir; al ser la tauromaquia un fenómeno tan plástico y tan fuertemente sugestivo, no es extraño que impresione a sensibilidades poéticas de muy distinto signo y calado a lo largo de la historia.

Consciente de todo el devenir táurico y taurino era el hispanista José María de Cossío, que en dos magníficos volúmenes titulados "Los toros en la poesía castellana" recopiló  hasta aquel entonces (1931) lo más sobresaliente que de tauromaquia codificada en lenguaje poético había aparecido. Sin duda, cuando el pueblo hispano se arranca a escribir en verso se topa de bruces con el toro, desde un venerable poema de gesta del Conde Fernán González y, de igual forma, Gonzalo de Berceo que enfrenta a un monje protagonista de uno de sus milagros con un soberbio toro, hasta Alfonso X "El Sabio"; añadiendo a esto el elemento folklórico de canciones, coplas, estribillos y romances viejos del siglo XV y XVI.

El Renacimiento italiano no es favorable al tema taurino –como en general a una temática netamente española– pero a mediados de siglo comienza el oro a los poemas taurinos, aquí bien cabe la notificación hecha por la indiscutible autoridad de Mariano Roldán cuando dice: “El Siglo de Oro es una de las cimas poéticas del tema. Lope, Góngora, Quevedo, por no hablar sino de convencidos, sacan a verso el toro en cuanto su pluma se descuida (…) abunda la descripción detallada, la alusión, el empleo de símiles taurinos o las crudas comparaciones de determinadas personas con el astado animal (…) pero en bromas o en veras, la frescura del tratamiento persiste”.

Un paso más en el tiempo y entra a saco en el ruedo ibérico el vendaval germánico del Romanticismo con su conmoción político-literaria, descubre el Romanticismo lo popular, impulsa los estudios folclóricos y revaloriza el romance y su métrica. En los ruedos, el siglo XVIII la tauromaquia es casi del todo profesional y aunque todavía los picadores ocupan la cabeza de los carteles, son los matadores los ya protagonistas del festejo, a los nombres de Pepe Hillo, Pedro Romero y Joaquín Rodríguez "Costillares" comprende una poesía de tipo Pindárico –se refiere principalmente a la Oda– en el que se celebran sus hazañas y otra de tipo descriptivo de las corridas, aquí los nombres de poetas como Nicolás Fernández de Moratín, Juan Bautista Arriaza y Gaspar Melchor de Jovellanos saltan a la vista.

Siguiendo la cronología de Cossío, en el siglo XIX predomina una  corriente de lírica purísima que recoge la herencia subjetiva de la gran escuela poética y que puede resumirse en el nombre excepcional de Gustavo Adolfo Bécquer; se desarrolla una avalancha versificada llena de preocupaciones sociales y patrióticas que logra algún momento feliz, serán infrecuentes en esta época los versos taurinos debidos a poetas de primera nota, y tan sólo se cultiva este tema en periódicos y revistas profesionales como podrá comprobar aquel que lea el catálogo de Luis Carmena y Millán.

En el siglo XIX figuraron con referencias poéticas taurinas  el Duque de Rivas, José Zorrilla y  Ramón López Velarde, sobre este periodo será el propio José María de Cossío el que notifica: "La adulación a las damas tocadas con los clásicos aprestos de las manolas para asistir a las fiestas de toros, que tanto había ocupado a los pintores desde Goya, y había de seguir ocupándoles, tuvo su momento en la poesía durante este período".

Dentro de los subgéneros literarios, a la poesía taurina siempre le convendrá ser menos taurina y si más poética, ejercicio que ya en el siglo XX logran con gran nitidez la mentes preclaras de Federico García Lorca, Adriano del Valle, Gerardo Diego y Fernando Villalón; mérito plausible y erudito el de José María de Cossío con este exhaustivo recorrido histórico, literario taurino, textos que en general nos recuerdan que a pesar de que la muerte ritual del toro está siempre presente en la plaza, lo que se celebra no es la muerte sino su aplazamiento.

Entre tanto y a modo de conclusión, bien cabe recordar la reflexión de José Alameda sobre la actividad literaria y el ejercicio, labor y encomienda de los poetas cuando puntual nos recuerda: "En cambio no hay más fidedigna [verdad] que la que él descubre, la historia oculta y no formulada, sobre la que el poeta hace luz; y tanto, o más, la que vaticina".

Bibliografía:

Alameda, José. "El toreo arte católico y disposición a la muerte", Casino Español de México, Ciudad de México, 1953.

Cossío, José María de. "Los toros en la poesía castellana", tomos I y II, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, Madrid, 1931.

Roldán, Mariano. "Poesía hispánica del toro", antología siglos XIII al XX, Colección Escelicer, Madrid, 1970.


Comparte la noticia