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Tauromaquia: Plazas de toros de Puebla

Lunes, 07 Nov 2016    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | Opinión   
La columna de este lunes en La Jornada de Oriente
Este viernes 11 por la noche está anunciada la inauguración, como plaza de toros, de Acrópolis, ultrafuncional escenario destinado a usos múltiples, para estar acorde con los tiempos que corren. El cartel, auténticamente estelar, reúne a las dos máximas figuras del continente americano, Joselito Adame –de Aguascalientes, México– y Andrés Roca Rey –de Lima, Perú–, con toros de La Punta, hierro clásico, que es de esperar sepan honrar sus actuales propietarios presentando una corrida a la altura del acontecimiento. Como para no perdérselo.

El flamante coso representa un eslabón más en la historia de una ciudad donde las corridas de toros son de muy antigua data. El archivo municipal hacía ya referencia a un hecho del siglo XVI, que tuvo como protagonista a un regidor municipal de la Puebla de los Ángeles, el cual, al verse acometido por un toro que lo había derribado con su cabalgadura, invocó, estando indefenso, a la virgen de los Remedios, y juzgándose salvado por ella en tan peliagudo trance, ordenó que se donara el terreno ubicado en la actual Calle 16 de Septiembre, entre la 17 y la 19 Oriente, para construir ahí una ermita dedicada a dicha advocación celestial, que luego se convertiría en el hermoso templo del Carmen. Hernando de Villanueva se llamaba aquel regidor y luego alcalde, improvisado en lidiador a la usanza de la época –más alanceador de toros que otra cosa–, y el suceso referido parece ser que aconteció en el año de 1549, en el sitio que ocupa el actual Jardín del Carmen (Las calles de Puebla.  Leicht, Hugo. p. 65).

Este sucedido se inscribe en la costumbre de correr toros en las plazas públicas, acondicionadas para recibir a un público plural. Pero con la codificación de la corrida moderna, tal tipo de escenarios cayó en desuso, desplazado por cosos construidos ad hoc para la celebración en ellos de festejos taurinos. A mediados el siglo XIX hubo varios en Puebla, en las cercanías del templo de San Jerónimo y en el callejón de Los Pescaditos los más notorios, ambos en madera, de proporciones reducidas y necesariamente efímeros. 

Plaza del Paseo Nuevo

Fue la primera en forma que tuvo la ciudad y se ubicaba sobre la actual 11 Sur, frente al Paseo Bravo, entre la Calle 3 Poniente y la Privada 3 A Poniente. Hecha de mampostería con remates en madera, se construyó en 1840 y fue demolida en 1937, recién inaugurado el mucho más moderno, capaz y funcional Toreo de Puebla. Por el coso de El Paseo Bravo desfilaron la mayoría de diestros prominentes de la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX, de Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz a los hispanos Mazzantini, Fuentes, Montes, Bombita, Machaquito, El Gallo, Juan Belmonte, Cagancho, Lalanda y, por supuesto, todos los mexicanos que cubrieron esa época, incluidos Rodolfo Gaona –que sufrió allí la cornada más grave de su vida (13-12-1908)–, Vicente Segura, Luis Freg, Juan Silveti, Pepe Ortiz, los Armilla, Heriberto García, Carmelo Pérez, David Liceaga, Alberto Balderas, Paco Gorráez y Jesús Solórzano, al que un Ajuluapan le seccionó la femoral en enero de 1935, salvándolo una intervención casi milagrosa del médico de plaza José Luis Hernández Reyes.

En dicho coso tuvieron asimismo lugar importantes acciones militares durante el sitio de Puebla por las fuerzas francesas en 1863 y, en 1911, una inicua matanza de maderistas indefensos, perpetrada por órdenes del tenebroso oficial porfirista –y luego huertista– Aureliano Blanquet.

El Toreo de Puebla

Plaza de sólido y funcional diseño, sus amplias instalaciones –sobre la 19 Sur, entre la 9 y la 11 Poniente-- incluían una treintena de palcos de contrabarrera y asientos insólitamente cómodos para la época hasta sumar 14 mil localidades, quizá excesivas en una ciudad de 200 mil habitantes. Desde su estreno, el 29 de noviembre de 1936 (Alberto Balderas y Jesús Solórzano con toros de San Mateo, "Cautivo", el abreplaza), al mano a mano Garza-Ricardo Torres, con Coaxamalucan (05-02-37), desfilaron por su ruedo y triunfaron con rotundidad Armilla, Solórzano, Balderas y El Vizcaíno, que tomó la alternativa con el bravísimo "Japonés", de Zotoluca (13-12-36). Entre los doctorados posteriores sobresale el de Silverio Pérez, al que Fermín Armilla le cedió muleta y estoque el 6 de noviembre de 1938: el faraón de Texcoco tomó la alternativa con "Estudiante", de La Punta, y Armillita cortaría el rabo del imponente "Malagueño", cuarto de la histórica tarde. 
Precisamente Fermín, y más tarde Joselito Huerta, fueron quienes más veces partieron allí plaza (11 por coleta, aunque el de Tetela lo hizo dos veces más de novillero); otros triunfadores notorios serían, a lo largo de casi 40 años –el Toreo fue impunemente demolido en 1973–, Garza, Silverio, Briones, Procuna, Arruza, Calesero, Fermín Rivera, Capetillo, Rafael Rodríguez, Córdoba, Gregorio García, El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal, El Viti, El Cordobés, Leonardo Manzano y Manolo Martínez. Para el recuerdo el mano a mano Garza-Manolete con Xajay (27-01-47) y el Huerta-Manolo con San Martín (05-05-72).

Las portátiles

Desaparecido El Toreo de Puebla, la actividad taurina de la ciudad quedó reducida a la instalación de cosos portátiles para las corridas de mayo, que van de la "Ponciano Díaz" –donde Mariano Ramos tuvo una tarde absolutamente memorable con toros de José Julián Llaguno (05-05-76)– a "La Corregidora", escenario de las primicias de la generación de Miguel, David y Jorge, aunque la mejor faena y el único rabo fueron de El Capea (05-05-85). Existió además, sobre la carretera a Valsequillo, a la altura de Xolitzingo, una placita instalada allí por Raúl Coca y Próspero Tamburrino, taurinos irredentos que organizaron varias temporadas novilleriles a principios de la década de los años ochenta, donde tuvimos, entre otras, las felices primicias de Valente Arellano y Rafael Ortega. 

Y aún dio algunos festejos la Plaza del Charro –donde hoy está Finanzas–, en uno de los cuales triunfó en grande y resultó herido el malogrado Gabriel Franzoni, allá por el año 1979. Y cómo olvidar la peculiar plaza de piedra que construyó en Valsequillo el doctor Sergio Guzmán: inaugurada el Año Nuevo de 1978 (Paco Ortiz, Manolo Martínez y Franzoni), nos dio la oportunidad de admirar el arte de Paco Camino y las insólitas cosas de El Pana. E incluso, ya en este siglo, al omnipresente Pablo Hermoso de Mendoza.

El Relicario

Inaugurada el 19 de noviembre de 1988 (¡28 años ya!), esa tarde vio triunfar a David Silveti, que, alternando con Jorge Gutiérrez y El Soro, desorejó tanto al abreplaza “Fundador” como al encastado "Toda una vida", ambos de Reyes Huerta. Este coso ha atravesado al menos dos etapas: cuando lo manejó José Ángel López Lima –su constructor–, y cuando los dos últimos gobiernos estatales decidieron suspender las licitaciones y congelar su actividad, reducida a unas breves y desambientadas ferias de mayo. 

Con López Lima alcanzó una media de 12 corridas y 8 novilladas por año, formó una afición entusiasta y fiel y vio grandes tardes de toros (la del 16-09-90, por ejemplo, cuando Eloy Cavazos, Manolo Arruza y Miguel Espinosa le cortaron siete orejas y dos rabos de verdad a un encierro modélico de Reyes Huerta) y faenas enormes de toreros como David y Jorge, Joselito Arroyo, Manolo Arruza, Alberto Ortega, El Glison, Alejandro Silveti, El Juli y, todavía, Martínez, Cavazos, Curro Rivera y, desde luego, Mariano Ramos.

Otro capítulo en el que se distinguió fue la promoción de toreros muy de Puebla, Arturo Gilio el primero –acaso el mayor ídolo a fuerza de arte, valor y sangre, como novillero y como matador– y, sucesivamente, Rafael Ortega, El Zapata y Jerónimo. Éstos tres últimos iniciaron su andadura torera en las novilladas de El Relicario, tomaron allí mismo la alternativa (Rafael: 23-12-90; Uriel: 11-05-96; y Jerónimo: 06-02-99) y han escrito páginas importantes para sus respectivas tauromaquias. 

Y conste que la fiebre de indultos y apéndices regalados corresponde a los períodos de pocos toros y mucha demagogia, no a las épocas de abundancia, en que llegaron a lidiarse encierros imponentes de Coyotepec, Tenexac, Martínez Ancira, La Cardenilla, El Colmenar o Darío González, y se registraban llenos continuos y triunfos legítimos, que en los últimos tiempos si acaso tendrían réplica en Sebastián Castella, que cortó un rabo de ley a "Triunfador" de Reyes Huerta (26-04-08).

El Relicario, que parecía muy bien enfilado al nuevo milenio bajo la corta gestión de Alberto Ventosa –con Raúl Ponce de León como asesor taurino y veedor de ganado, años 98 y 99 del siglo anterior–, decayó abruptamente cuando el gobierno lo puso en manos de Manuel Tirado Monroy, fue efímeramente rescatado por, de nuevo, López Lima, y perdió definitivamente el rumbo al asumir la gubernatura estatal Mario Marín, preámbulo de la antitaurina administración actual, que no sólo le ha dado la puntilla a los restos de una buena afición sino amenazó permanentemente con convertir en cascajo esta plaza, pequeña e incómoda (cinco mil apretujados poblanos caben en ella) si se le compara con El Toreo, pero aun así la más activa del siglo XX en nuestra ciudad. Ojalá que Acrópolis, empresa independiente, revierta la tendencia negativa de los últimos tiempos.


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