Desde el barrio: La reconquista de Barcelona
Martes, 25 Oct 2016
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Para que el fallo contrario del Tribunal Constitucional a la abolición de las corridas en Cataluña no se convierta en papel mojado, para que esta dura -¿y momentánea?- derrota del antitaurinismo institucional no se quede en una victoria pírrica, hay que volver a dar toros en Barcelona.
Los derechos, sobre todo los que más ha costado ganar a la sociedad, hay que ejercerlos para que tengan vigencia. Y entre ellos está el de poder ir a los toros en cualquier lugar de España, como ha vuelto a reconocer la más alta instancia jurídica tras una larga, y respetuosa, espera de seis años desde que se interpuso el recurso de anticonstitucionalidad contra la sectaria ley catalana que prohibió la tauromaquia culta en todo su ámbito autonómico.
Desde entonces ha habido mucha gente ejemplar luchando en la sombra y sufriendo el oprobio y la marginación en su propia tierra sólo por el hecho de ser aficionados a los toros, sintiéndose además como exiliados políticos en busca de la emoción del toreo más allá de las fronteras simbólicas que marcan la intransigencia, la incultura y el fanatismo catalanista.
Merecen por eso los hermanos de pasión taurina de Cataluña que se vuelvan a abrir las puertas de la Monumental, y que los toros y los toreros vuelvan a hollar la arena de esa plaza mitad mudéjar, mitad bizantina, que alberga entre su ladrillo visto la verdadera historia del toreo en una tierra que hasta hace nada fue, le pese a quien le pese, una de las más taurinas de España.
Y lo merece el toreo todo, por mucho que las fuerzas vivas del sistema tardaran tanto, o lo hicieran tan mal, en reaccionar a ese ataque de destrucción masiva del Parlament que inmediatamente se convirtió en modelo a seguir en otras comunidades y otros países por parte de animalistas, separatistas, indigenistas, populistas, falsos izquierdistas y demás sectas de demagogos y manipuladores.
Así que es precisamente por eso, por lo que tiene de símbolo para pros y para antis la batalla taurina de Cataluña, por lo que ha llegado el momento de dar otro paso más hacia adelante, de no conformarse mansamente con ese valioso reconocimiento legal que sólo reconforta la moral, sino de hacer valer los derechos reconquistados a través de la más imparcial y absoluta legalidad. Y ese paso de dignidad y orgullo no es otro que el de volver a dar toros en la Monumental.
Estratégicamente, Barcelona es en esta guerra la colina a conquistar, el lugar donde volver a plantar la bandera de la tauromaquia como reflejo de la victoria final, justo allí donde hace seis años sacaron pecho por la prohibición los miembros de ese eje fascista que forman el egoísta independentismo, el absurdo animalismo y la izquierda reconvertida en caricatura.
Volver a dar toros en Barcelona ha de ser el objetivo irrenunciable del toreo, por mucho que los derrotados legalmente se hayan adelantado a advertir que no acatarán la sentencia del Tribunal Constitucional y que buscarán las fórmulas para que no se pueda aplicar. Tanto es así que en vencer, eliminar y anular esas trabas políticas, que podrían convertirse en pautas a seguir en otros foros con afán abolicionista, estriba el futuro del espectáculo.
Ahora que parece que estamos algo más organizados, el trabajo legal deberá encauzarse en dar respuesta a esas negativas, a parar los pies de los que quieren pisotearnos, a dar la vuelta a todas sus argucias. Y, sobre todo, por encima de todo, caiga quien caiga, bajo ningún concepto, a no renunciar a la corrida integral, porque la mínima concesión en ese sentido sólo serviría para un lento y triste suicidio de la tauromaquia.
Evidentemente, no será fácil conseguir reabrir la Monumental. Quién sabe siquiera si la familia Balañá se atreverá a hacerlo después de tantas décadas de coacciones y amenazas veladas a sus otros negocios en la ciudad por parte del nazismo catalanista. Pero tal vez los dueños del emporio de ocio de Barcelona sólo estén esperando voluntarios para echar una mano, una simple señal de solidaridad o de complicidad del mundo taurino.
Sea como sea, aceptar y vencer este pulso de fuerzas se antoja decisivo en los difíciles momentos por los que atraviesa el espectáculo, sobre todo frente a esa gran parte de la sociedad manipulada por intereses bastardos y antidemocráticos. Así que vayamos a la lucha a que nos obligan, y no como esa "minoría cultural" que dicen que somos, erróneamente, algunos acomplejados que tenemos dentro, sino como millones de ciudadanos de pleno y reconocido derecho.
Será una dura lucha de desgaste pero la que, hasta en el peor de los supuestos, caídos incluso en el barro, siempre nos quedará el mismo recurso que el que suelen usar estos falsos demócratas de la nueva política: la desobediencia civil a la que hasta ahora no hemos recurrido. Puestos también a pelear con sus armas, ya veremos quién puede más.
Noticias Relacionadas
Comparte la noticia