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Historia: Homenaje a El Tío Carlos

Miércoles, 19 Oct 2016    Ciudad de México    Francisco Coello Ugalde | Foto: Archivo   
El texto de todos los miércoles

El nombre de Carlos Septién García (Querétaro, 15 de enero de 1915-Monterrey 19 de octubre de 1953) se vincula al de un personaje entregado al oficio del periodismo, mismo que desempeñó desde temprana edad, siguiendo quizá el ejemplo de Joaquín García Icazbalceta al escribir a mano ejemplares como El Tiliche, El Chinito o El Escolapio.

Del mismo modo se le relaciona con el hecho de que ya formado en el oficio, fundó un 15 de octubre de 1941 la revista La Nación. Una semana de México. Septién hizo suyo el nombre de tal publicación impulsada por el Partido Católico Nacional justo en los tiempos en que lo dirigía Eduardo J. Correa (esto entre 1912 y 1914). De ahí el nexo político de influencia panista con los viejos círculos católicos, mismos que se mantuvieron vigentes tras el terrible accidente aéreo en el que perdió la vida, pues existiendo ya la Escuela de Periodismo de la Acción Católica Mexicana esta fue re-nombrada Escuela de Periodismo Carlos Septién García.

El Tío Carlos, uno de los seudónimos de Septién García tenía claro que el oficio del periodismo era un “parlamento diario de los pueblos”. Y tan contundente fue su afirmación que luego se materializó en un libro cuyo título fue: El quehacer del periodista: obra antológica. Carlos Septién (compilación, selección, introducción y notas de Adrián García Cortés en 1979). También fue autor de Testimonio de España, publicado en Madrid hacia 1955, El rumor del estilo (Querétaro, 1989), y desde luego sus dos obras dedicadas a los toros: Crónicas de toros (tanto la edición de 1948 como otra que puede considerarse extensión de la anterior y que, con una variante en su título –Crónicas taurinas- se dio a conocer en 1991). También se tiene ubicada otra publicación cuyo título es “Manolete. Pureza, silencio y ascensión. Texto de Carlos Septién García de 1997.

El Quinto, otro de sus alias, impone un estilo que no se parece al de ninguno otro y, para que hoy sirva de modelo o referente, no ha habido quien le alcance, ni siquiera por casualidad. Y vaya que nuestro país ha contado con figuras notables como Carlos María Bustamante, José Joaquín Fernández de Lizardi, Manuel Payno, Guillermo Prieto, Amado Nervo, Manuel Gutiérrez Nájera y otros que dejaron impronta como tal lo hizo Septién mismo.

Sus crónicas son referente del buen hacer en oficio que hoy día se considera altamente peligroso. Dichos textos eran como lo son y siguen siendo las grandes obras: bien construida, bien cimentada y además con una carga de elementos literarios que terminaron por señalarse como resultado de una descripción de hechos enriquecida hasta el punto del gozo en donde no encuentro otra razón que remitir  los amables lectores a uno de mis trabajos, denominado “Silverio Pérez y Tanguito, sin eufemismos” (véase: https://ahtm.wordpress.com/2015/12/02/silverio-perez-y-tanguito-sin-eufemismos-iv/).

Y es que con la obra de Carlos Septién tenemos suficiente para una revisión del toreo entre dos décadas que concentraron la denominada “época de oro y de plata del toreo mexicano”. El amplio despliegue de conocimientos, no solo en lo taurino. En la literatura, incluso en la cultura universal si cabe tan amplia como denodada afirmación concebida en su oficio, hicieron de cada escrito un auténtico trabajo de altos vuelos en donde bien vale la pena un nuevo esfuerzo por concentrar todo el quehacer que, en lo taurino realizó desde 1941 y hasta 1953. Considero que en los dos volúmenes ya citados –Crónicas de Toros y Crónicas Taurinas- se realizó una selección de textos. Sin embargo, y como ha sucedido en trabajos que han podido reunir obras completas, por ejemplo la de Guillermo Prieto, estamos frente a la posibilidad de ubicar un caudaloso despliegue de otros tantos materiales que vendrían a ser aquí y ahora, el gran reconocimiento a una de las personalidades del periodismo durante el siglo XX.

Evidentemente la escuela que lleva su nombre es y sigue siendo uno de los propósitos por formar generaciones de periodistas que, bajo la sombra espiritual de Septién García, logren dar continuidad a tan noble ejercicio. Mucho se agradecerá también el hecho de que entre los nuevos profesionales que forma tal institución aparezca algún heredero que de lustre a la crónica taurina hoy día tan mermada, pues necesitamos en verdad elementos que dejen esa estela de conocimientos tal cual se deja una “pica en Flandes”.

Por aquellas fechas, tras ocurrir el terrible accidente aéreo en el que perdió la vida nuestro personaje, otro importante periodista, Manuel García Santos, ya adelantaba el hecho de que Carlos Septién era heredero en línea directa de periodistas taurinos tan notables como José de la Loma “Don Modesto” o Alejandro Pérez Lugín “Don Pío”. En su notable apunte, el que fue director de El Ruedo de México escribía:

"Un corazón. Eso era Carlos Septién. Un corazón que latía al impulso de nobles ideales y sólo se movía en una directriz: La que marcaba su conciencia de caballero y de cristiano. Y ese corazón ha dejado de latir y ya su sístole y su diástole no moverán la mejor pluma que tuvo México en el área de la crónica taurina.

"Eso es lo que nos llena de dolor y de luto en estas fechas. El que ese corazón se haya paralizado. Un corazón que conocimos por sus escritos –ya dice el Eclesiastés que al árbol se le conoce por sus frutos-, y contra el que una mañana estrechamos el nuestro. Aquella mañana en que mi hijo Pedro hizo la observación de que el Lic. Carlos Septién, ¡una columna del periodismo mexicano! tenía los zapatos rotos…"

Nunca mejor concebido tal reconocimiento de periodista a periodista.


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