Desde el barrio: Cinismo político y mediático
Martes, 24 May 2016
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Durante la última semana, en España se ha hablado infinitamente más de la muerte de un toro que de la de un torero. Mientras el novillero Renato Motta, un chaval que apenas empezaba a rodarse en el toreo, perdía la vida por los encrespados caminos del Perú profundo sin que casi nadie le escribiera, la prensa española gastaba cantidades ingentes de videos, bites, decibelios y tinta en ocuparse del ya famoso Toro de la Vega.
Es tanta la obsesión de los animalistas y de los antitaurinos infiltrados en los medios por este antiguo torneo que llega a ser una rutina irritante. "El Toro de la Veerrrga", seguro que, tirando de albur, le habrían llamado ya en México a un asunto que, siendo anecdótico, algunos están empeñados en hacer prioritario en esta España plagada de problemas políticos y económicos. Probablemente, por despistar.
El caso es que la semana pasada la Junta de Castilla y León decidió, en un tajante "café para todos", eliminar la muerte pública de reses en todos los festejos populares que se celebren en su jurisdicción, intentando cínicamente quitarse de en medio el permanente acoso de los pelmazos antitaurinos cuando llega el mes de septiembre, acompañado de esa mala imagen que ofrece la sesgada interpretación que los medios hacen del vapuleado torneo medieval.
El responsable político justificó la medida alegando, más o menos, que para que las tradiciones continúen deben adaptarse a los tiempos, lo que no deja de ser una simpleza pero también una clara bajada de pantalones ante la presión animalista, que ha conseguido así una victoria muy buscada, por simbólica, en su carrera hacia la abolición absoluta de todo tipo de festejos taurinos.
No otra cosa fue lo que aseguró el Pacma (el partido animalista español) en la entusiasta nota de prensa que emitió tras proclamarse la medida, por si alguno de esos incautos taurinos, a los que no les importa este primer paso y desdeñan los festejos populares, podía tener alguna duda de las verdaderas intenciones de los abolicionistas.
Pero, como una cosa es predicar y otra dar trigo, que se dice en esa misma Castilla, ya veremos lo que sucede cuando llegue la hora de la verdad, esa en la que, sean cuales sean las normas que se traten de imponer, salga a las calles y a los campos de Tordesillas el serio toro elegido por todo un pueblo constantemente agredido y ofendido en su moral por esta ya larga persecución. Acuérdense de Fuenteovejuna, señores políticos.
La impresión que subyace también tras todo este asunto es que, de no estar en manos del Partido Socialista el ayuntamiento del famoso pueblo vallisoletano, los miembros del Partido Popular de la Junta de Castilla y León, esos que también dicen defender la fiesta de los toros, no se hubieran atrevido a dejar así a uno de sus alcaldes, a los pies de los caballos desbocados del antitaurinismo.
Y es que en esto de los toros, a pesar de las apariencias, la política sigue marcando el paso dependiendo de los más insospechados intereses y de revanchas sectarias, como ha sucedido durante los diez años en que los capitostes del Partido Popular madrileño se han negado a que Gregorio Sánchez tuviera su merecido homenaje en forma de azulejo en ese "hall of fame" a la talaverana que son los pasillos de Las Ventas.
Ha tenido que ser el nuevo equipo de gobierno del partido en Madrid, con un talante infinitamente más abierto y democrático, el que, a instancias del aficionado Maxi Pérez, que se ha dedicado a recoger firmas junto al director de cine Agustín Díaz Yanes, reconozca finalmente la soberbia trayectoria del torero toledano –nueve salidas a hombros y una encerrona con siete orejas, entre otras hazañas, le contemplan– en este coso… más allá de su conocida afinidad con el Partido Comunista de los años de plomo.
La lástima es que esa larga década de retraso –por mucho que digan que más vale tarde que nunca– han servido también para desgastar la salud del sobrio y poderoso torero de Santa Olalla, que no pudo así descubrir ese azulejo en el que además se le reconocen sus treinta años al frente de la Escuela Taurina de Madrid, que es algo de lo que algunos también parecen haber perdido la memoria.
Y entre ellos, salvo Uceda Leal, Luis Miguel Encabo y Alberto López Simón, todos aquellos toreros y banderilleros, algunos de mucha fama, que imperdonablemente faltaron a la cita con aquel del que aprendieron, como dijo la propia hija del homenajeado, que el toreo no es sólo una profesión sino una manera de ser, de sentir y de entender la vida.
La vida, y la muerte, habría que añadir. Como esa que no pudo evitar Renato Motta en las carreteras peruanas, mientras se desangraba por el camino por falta de medios, igual que agonizó Paquirri desde Pozoblanco a Córdoba, marcando los hitos de una diferencia temporal, geográfica y de desarrollo de treinta años entre España y el Perú.
Pero ni esa muerte, ni la presentida de El Pana, interesan lo más mínimo a la prensa generalista española, que nada destaca ni refleja de ellas en sus espacios. Parece que no quisieran que la realidad les estropeara otro demagógico titular en el culebrón de ese único Toro de la Vega que cada año muere alanceado a campo abierto para escándalo de los hipócritas y los cínicos.
Noticias Relacionadas
Comparte la noticia