Hacer reír, “tiene su chiste”. Hacerlo en los términos en que Mario Moreno Reyes (1911-1993) lo logró al cabo de tantos años de constante presencia en diversos foros, permitió que este personaje se convirtiera en “ídolo” de varias generaciones. Querido, mimado por el pueblo, pues fue del seno popular de donde hizo surgir aquella lánguida figura, desaliñada que nos recuerda, en principio al primer José Vasconcelos, mejor conocido como el Negrito poeta, aquel personaje ubicado en el siglo XVIII. O don Catrín de la Fachenda, y más aún el famoso Periquillo Sarniento, ambos creación del célebre José Joaquín Fernández de Lizardi, al comenzar el siglo XIX mexicano. Este Cantinflas, según lo perfiló mi recordado amigo Jesús Flores y Escalante en su Morralla del Caló Mexicano:
Cantinflas. [Es el] Peladito popular de los suburbios del Distrito Federal, inventado por Mario Moreno Reyes. Su figura hoy día es conocida mundialmente. Proviene de la forma coloquial y del caló de los años veinte, época en que el medio de la carpa y el teatro de revista manejaban abiertamente estas yuxtaposiciones: “pulque-inflas”, de pulque, bebida mexicana, e inflar (ver), que significa tomar, beber o echarse un pulque. Tal vez de una composición similar, se formó la voz “cantinflas” que caracterizó a Mario Moreno, utilizando las palabras “cantina” e “inflas” (pág. 39).
Pero Cantinflas no iba solo. Su mejor puesta en escena era el cantinflismo o cantinflear (y vuelvo al “diccionario” que Flores y Escalante nos legara desde 1994): Manera de ser de las personas que no expresan nada al tratar de dialogar con alguien. A los discursos políticos se les atribuye un gran cantinflismo en virtud a lo enredoso y demagógico.
Y ese personaje se inmiscuyó en los toros, y hasta en el cine. Allí está por ejemplo "Águila o sol"…, y desde luego "Ni sangre ni arena", largometraje que tiene entres varias escenas geniales, aquella donde Cantinflas bajó el velo espiritual de charlot, o lo que es lo mismo, Charles Chaplin, llega de este sobresalto, pasando por aquella machincuepa hasta ocupar un lugar de privilegio en las barreras de la plaza –luego de “arreglárselas” a su manera, desde donde sin más, discurre con tal desparpajo que pareciera estar viendo, como los demás un festejo que este “peladito” solo imaginaba a las afueras del coso, pues le negaban la entrada. Ni sangre ni arena, es esa “farsa cómica” medio en serio, medio en broma en que la célebre novela de Blasco Ibáñez solo fue una especie de telón de fondo y donde Jaime Salvador, el argumentista dio el toque muy a la mexicana; muy en el estilo y en el arte a lo Cantinflas.
Hoy recordamos a Cantinflas, además, con esta imagen –misma que adorna el presente texto-, recogida en otra de sus célebres representaciones, la de La vuelta al mundo en 80 días, alternando entre otros, con el mismísimo Luis Miguel Dominguín. He aquí esta figura, más cercana a un adefesio que a un torero, imagen que el irrepetible Francis Bacon habría logrado como uno más de su Study for Bullfight, serie de 1969, pues ya Rufino Tamayo lo supo recrear casi en cubismo, como también lo consiguió Diego Rivera, sólo que en un enorme mural que hoy remata la marquesina del célebre teatro Insurgentes.
Cantinflas tal como el propio Cantinflas se imaginaba vestido de torero, con un traje de alquiler, más grande de lo normal, es decir que al verle de cuerpo entero, aquello era simplemente decepción. No para Cantinflas que se sentía soñado en aquella emblemática plaza de Chinchón. Y esa montera, también fuera de época, y los bigotillos -¡madre mía!-, los bigotillos del “peladito” representado en quien sin manejar el albur de los bajos fondos, supo “torear” ese “retruécano” de palabras, donde el doble sentido no necesariamente lo aterrizó en sentidos verbales de orden sexual. No. Lo que supo hacer Mario Moreno "Cantinflas", fue un gracioso instrumento de lenguaje del que construyó frases inigualables, como esta:
“Conjugar el verbo llover: yo me mojo. Tú te mojas. Él se empapa. Nosotros nos empapamos. Ellos chorrean. Ustedes se inundan… ¡Oiga usté. Qué aguacerote! Yo traigo gabardina. Pero ustedes, ¡se van a ahogar!”
Desde luego, no podría despedirme esta ocasión, sin pedir al propio Cantinflas su definición de Tauromaquia: Hela aquí:
“…La tauromaquia, joven –como dijo Armillita cuando inventó la ley de la relatividá-, es, por ejemplo, supongando, y, claro, desde luego, puestos en el caso el arte que empezó comenzando con don Cúchares y llegó hasta nuestros días en la actualidá con la Cintrón convertida en una Cucharita… Por eso, verbi gratia, hay cosa que ni qué. De ahí se desprende que hay que veroniquiar en tres tiempos. A saber: el tiempo de aguas, el tiempo es dinero y el “Tiempo” de Martín Luis Guzmán… O más claro: se agarra el capote, y se le hace primer para acá… luego así… y otra vez como endenantes, y ya está”. Abur.