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Desde el barrio: El embudo

Martes, 16 Feb 2016    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Mucho mayor que el de Insurgentes, el monumental embudo provocado en los últimos años por la reducción de festejos menores está asfixiando desde dentro el futuro de la fiesta de los toros en España. Más allá de los ataques externos y de la amenaza latente de la "nueva política", que también contribuyen al deterioro, esa perversa dinámica que nadie está intentando detener es el factor que más actúa en contra de la necesaria promoción de los nuevos valores.

Puede que asegurar algo así a estas alturas, cuando está a punto de abrirse una temporada en la que una nueva generación de matadores ha devuelto la ilusión al aficionado, resulte hasta chocante, cuando no demasiado pesimista. Pero es precisamente por eso, porque los verdes árboles del momento no deben taparnos la visión general del amenazado bosque del toreo, por lo que conviene señalar la peligrosa deriva en que, por pura dejadez interna, han entrado los festejos en los que deben fraguarse los toreros que sostendrán el peso de la fiesta de las próximas décadas.

Mientras la punta del iceberg se nos presenta brillante en este 2016, a costa de la inclusión de cuatro o cinco nombres casi inéditos hasta ahora en las grandes ferias, la masa social que sostiene el entramado bajo la superficie visible se está derritiendo en cantidad y calidad, haciendo que las oportunidades de rodaje sean cada vez más escasas y de difícil acceso para los aspirantes.

Fijémonos si no en el escalafón de becerristas y novilleros sin picadores, que, salvo en el caso de algunos certámenes señalados, apenas cuenta para unos medios especializados que no han llegado a reparar aún en la crítica situación por la que atraviesa el toreo de base. Y más aún desde la llegada a los ayuntamientos de esas nuevas formaciones políticas que tienen como meta, más o menos declarada, la abolición de la tauromaquia.

Ya que no tuvieron tiempo de hacerlo el año pasado, recién llegados a los sillones del poder local, esta temporada sí que vamos a ver cómo con la excusa del ahorro de gasto público –del que luego harán derroche con sus amiguetes titiriteros los ayuntamientos tomados por Podemos y sus marcas blancas, en alianza con el PSOE en muchos casos, van a eliminar las partidas taurinas de sus presupuestos de fiestas, en una sibilina estrategia de prohibición encubierta.

Será así como los recortes afectarán directamente no a los festejos populares –con los que los podemitas aún no van a tener valor de atreverse- sino a la celebración de espectáculos menores, para agravar aún más si cabe la brutal reducción a la que se han visto sometidos durante los años de esta ya larga crisis.

Aunque no existen cifras exactas –que ni para eso estamos organizados, a ojo de buen cubero podría calcularse que el número de novilladas sin picadores y becerradas, o incluso el de festejos de los famosos certámenes, podría bajar con mucho de los doscientos espectáculos en total, una cifra a todas luces insuficiente para sostener la necesaria cantera del toreo.

Y si a eso se le añade que son varias las escuelas de tauromaquia amenazadas de cierre por estos partidos antitaurinos, que les escamotean incluso el presupuesto asignado, y que la proliferación de aficionados prácticos, con el consiguiente alquiler de vacas a muchos ganaderos necesitados, reduce las posibilidades de los chavales hasta de acudir a tentaderos, veremos nítidamente como año tras año hemos ido llegando a este perfecto escenario que contribuye a la absoluta negación del futuro.

Pero hay más, reconozcámoslo de una vez. Porque, por si fuera poco, también sigue cayendo el número de novilladas con picadores, que siguen sufriendo el agravio de unos costes altísimos y unas desmedidas cargas fiscales y sociales que para nada cuadran con su esencia de espectáculo de base. Claro que este aborrecible lastre se mantiene única y exclusivamente por culpa de un sector que no ha sabido reclamar y hacer valer sus derechos ante las distintas administraciones, sino que se ha dejado llevar muchos años por la comodidad de que fuera el dinero ajeno de los "ponedores" el que sustentara el edificio.

Esta demencial situación, provocada por la falta de visión de futuro del sector empresarial, hace que hoy por hoy los aspirantes lleguen a matadores con un bagaje cada vez menor de novilladas, sin y con picadores, pero encontrándose, paradójicamente, con unas desmedidas exigencias, en cuanto al volumen del toro y a la necesidad de triunfos, que también aumentan en la misma medida en que disminuyen sus oportunidades.

En este contexto parece imposible que los nuevos toreros puedan abrirse paso en un escalafón mayor más cerrado que nunca, que, salvo estos casos aislados, les impide tener acceso a las ferias y, lo que es peor, no les deja ni la posibilidad de seguir haciendo el rodaje no completado en las plazas de tercera, de donde también han ido desapareciendo progresivamente las corridas, mientras que las pocas que quedan también están copadas por las figuras.

Es decir, que el toreo actual en España está asfixiado por estos dos gigantescos y nocivos embudos, el de los novilladas y el de las corridas de toros, que alguien debería encargarse de romper definitivamente, tanto para garantizar el futuro más inmediato como para que el hecho de que un chaval se convierta en figura del toreo no sea aún más difícil que le milagro que fue siempre.


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