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Rocío puso el valor, y Corona la sapiencia

Domingo, 30 Ago 2009    Tlaquepaque, Jal.    Fernando Barrera / Corresponsal          
Triunfo con aroma de mujer

El poco rodaje y la falta de determinación de los antecesores de la colombiana Rocío Morelli, pusieron una cuota de morbo antes que saltara a la arena el cuarto de la tarde, en los tendidos se oyeron varias versiones del mismo comentario “nada más falta que la niña les ponga el ejemplo”. Y sucedió.

Morelli salió a demostrar que cuando se quiere ser torero, el género queda de lado y se impone la voluntad. El saludo de capote levantó un decaído ánimo de los aficionados, con una vibrante larga y después sutiles verónicas, con aroma propio y delicadeza en el vaivén de los brazos.

La colombiana le plantó cara a un bravo y noble novillo de Cerro Viejo, que además de perdonarle cualquier clase de fallas técnicas, le permitió momentos de mucha emoción y fue premiado con el arrastre lento. Si bien es cierto que a la técnica que posee Morelli le falta pulimento, la entrega es auténtica, quizá por eso Manolo Arruza se fijó en ella para guiarla desde una barrera.

La faena fue más de emotividad y entrega que de planteamiento, aun así, la gente se volcó con Rocío, metiéndose de lleno en la faena, lo que fue correspondido con firmeza en las zapatillas incluso después de recibir tres arropones y caer de fea manera. La oreja que cortó, tras un pinchazo fue un digno premio a la perseverancia.

Alejandro Corona también tocó pelo, bajo otras circunstancias, pero de igual valía. Con el que abrió plaza poco pudo hacer por la carencia de raza, pero en el quinto, que lidió por el caído Cristian Hernández, dejó la impresión de un torero que además de valiente, tiene la serenidad necesaria para pensar delante del toro.

El cierraplaza, de Torrecilla, desde su salida anunció que no sería fácil, desarrolló sentido y violencia, que no permitió mayor lucimiento con el capote. Bien lo entendió Corona al doblarse con mando para ir limando poco a poco la aspereza y aguantar a cabalidad hasta estructurar una faena, que aunque breve, tuvo solidez. Tras un estoconazo, se le concedió una meritoria oreja.

Tanto Adrián Martínez como David Vizcaya tuvieron en sus manos el triunfo grande, pero la inexperiencia y la poca claridad de ideas les privaron de hacer algo encomiable, dejando en el espectador el agridulce comentario “cuando hay toro no hay torero”

El mérito de Martínez radicó en esforzarse al máximo por no perder la compostura delante del novilísimo ejemplar de Santa Rosa de Lima, al que le pudo dar aislados muletazos que terminaron por reafirmar que en otras manos esos novillos…

A Vizcaya también le tocó un buen novillo de San Isidro, el tercero, con más temperamento que el resto los lidiados hasta entonces, pero a falta de mando terminó por imponerse y no dar opción a indecisiones.

Así llegó al final una interesante temporada novilleril que dejó experiencia para la empresa conformada por el matador Ernesto Castellón y los subalternos Juan Miranda, Roberto Kingston y Pablo Miramontes, quienes realizaron un encomiable esfuerzo por llevar a El Centenario astados bien presentados.

Ficha

Última novillada de la temporada. Ante poco menos de media plaza y en tarde nublada se lidiaron 5 novillos de (1o.) Castorena, de poco juego; (2o.) Santa Rosa de Lima, noble y con calidad; (3o.) San Isidro, bravo y con clase; (4o.) Cerro Viejo, noble y emotivo, que mereció el arrastre lento y (5º) Torrecilla, difícil. Pesos: 420, 360, 380 360 y 440 kgs. Alejandro Corona (blanco y plata): Ovación y oreja. Adrián Martínez (manzana y oro con cabos negros): Ovación tras aviso. David Vizcaya (blanco y azabache): Silencio. Rocío Morelli (nazareno y oro): Oreja. Saludaron en el tercio Diego Bricio tras parear al 2o., y Fermín Quiroz con el 4o. También fueron ovacionados Salomón Azpeitia por un buen puyazo al 3o., y David Vázquez con el 5o.


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