Sin resquemores tras el pasaje de su última actuación envuelta en la polémica, los aficionados  atiborraron la plaza Monumental de Mérida para ver a Joselito Adame, quien al caer el telón de la puesta en escena, cinceló artística faena para el corte de una oreja y un triunfo con mieles de reconciliación.

El mano a mano anunciado con Eulalio López “Zotoluco”, decíamos, acaparó la atención y se colmaron los tendidos de taurinos ávidos de emociones. Justo decir que ambos coletas respondieron con faenas diferentes. Hubo pasajes técnicos para verdaderos aficionados que, al final, fueron valorados con sensibilidad y precisa dimensión.

Y es que si se habla del ganado, habrá que destacar que el de San Miguel de Mimiahuápam fue un encierro bien presentado. Una corrida seria, algunos con demasiados kilos y mucha cara. Grandes pitones que pusieron a aquello el toque exacto para una corrida protagonizada con dos figuras.

Aunque también hay que decirlo, a ese toro, fuera del fenotipo del toro mexicano le cuesta mucho trabajo. Y para sentar diferencias, ahí quedó el juego del que cerró plaza, diferente en tipo al de sus hermanos, idóneo para pensar en faenas a  la “mexicana”.

Así, Eulalio López “Zotoluco” tuvo una tarde entregada y profesional. Ahí quedó su esfuerzo con su primero, un manso con sombrero de charro por pitones y que presentó problemas. Lo mejor, la manera en que intentó meterlo en vereda desde que se abrió de capote, enseñándole el camino -asomando experiencias-, tratando de ahormar la cabeza de su enemigo.

Con su segundo, un toro de bonita fachada pero poco fondo por tardo y sin emplearse, remó contra corriente, sin muchos dividendos.

Lo mejor de su actuación artísticamente hablando llegó con su tercero, un astado con movilidad sin que llegara a romperse en definitiva, pero con el que consiguió momentos destacados con la sarga en la mano derecha. Además se prodigó con la espada, por lo que fue una lástima el yerro del puntillero quien le levantó al morito, escabulléndose las posibilidades de triunfo ganado en el ruedo.

El segundo en el orden fue Joselito Adame, quien se llevó lo más destacado en el sorteo. Su primero tuvo buen estilo por lo que luego de sobarlo de manera sobresaliente en los albores de su faena de muleta, vinieron los mejores trazos al natural de toda la tarde. Largos y tersos, con  dimensión y regusto, por lo que fue una pena aquello de  las fallas con la espada.

Tras batallar con su segundo, un toro castaño albardado de bonitas hechuras, pero escasas posibilidades de triunfo, vino el pasaje triunfal de la tarde con el que cerró plaza.

Aquello fue el final de novela esperado. El público apoyándolo, el toro embistiendo y el torero entregado sin reservas. Y la faena entonces fue subiendo de tono, con pasajes taurinos de encomio, a grado tal que el aguascalentense volvió a banderillear luego de varios años sin agarrar los rehiletes.

Entrega sin par, que a punto estuvo de costarle una seria cornada al tropezar en la cara del morito. Y vinieron así los muletazos por derecha y también al natural, con aquello subiendo de tono. El torero volcado, alargando el brazo en cada trazo y los aficionados en estado de auténtico frenesí. De haber matado a la primera aquello era de dos orejas. Lo dicho, una apasionada reconciliación.