El Premio Nobel de Literartura Gabriel García Márquez acudió muchas veces a las corridas de toros, y aunque no era un aficionado conocedor, su presencia en una plaza siempre revestía una gran importancia, como la que tuvo la tarde del 15 de mayo de 1996 en Las Ventas de Madrid.

En esa ocasión, el maestro José Miguel Arroyo "Joselito" le brindó la muerte de un toro de José Luis Marca al que le cortó dos orejas, apenas unos días después de la histórica encerrona del torero madrileño en la tradicional corrida goyesca del 2 de mayo.

En esa dedicatoria tan especial, Joselito le dio que gracias  la lectura de "Cien años de soledad" había despertado a la literatura, y fue precisamente con una faena clásica, con ese sello tan propio, como consiguió homenajear, a su manera, a tan ilustre personaje fallecido ayer en la Ciudad de México a los 87 años de edad que cumplió recientemente.

La muerte de García Márquez se traduce en una pérdida irreparable no sólo para el mundo de la cultura en general, sino también de la vida política y social de América Latina. La obra del escritor colombiano, uno de los más emblemáticos de todos los tiempos en lengua española, nos deja un legado de una profunda genialidad que marcó el boom de toda una época.