La plaza Santa María vivió su corrida de Navidad número cincuenta con buen ambiente, clima frío y cierto dejo de nostalgia. Y quizá por ello se extrañó un minuto de aplausos a la memoria de todos aquellos que ya no están aquí, pero que vivieron parte de su existencia en esos tendidos y por ende han formado parte de esas cinco décadas de historia: Empresarios, ganaderos, toreros, capellanes, autoridades y por supuesto aficionados, como mi padre por ejemplo, que tuvo la feliz ocurrencia hace casi 30 años de llevar, como muchos otros, a su hijo por primera vez a los tendidos de la Santa María. Miles de historias con un escenario común.

Y en ese ambiente, festivo también –como buen 25 de Diciembre-, Diego Silveti recibió los máximos trofeos en el toro que cerró plaza, un castaño de Montecristo que tuvo las cualidades de nobleza, recorrido, y sobre todo al final, un incansable deseo de seguir la muleta. El toro, como se dice en el argot, rompió a más, ya que de inicio tuvo una marcada tendencia a irse suelto de los muletazos.

Hubo de todo en la faena de Diego, desde las chicuelinas andantes para colocarlo en el caballo, el quite por gaoneras y el inicio del trasteo con pases cambiados por la espalda, que sin duda sirvieron para meter a la gente a la faena. Hubo después buenas series de muletazos y algunas concesiones al tendido, mientras el de Montecristo se daba a perseguir la muleta sin cesar y en el tendido la petición de indulto iba creciendo.

Tras un buen rato de polémica, el palco de la Autoridad se mantuvo firme en su decisión de no concederlo y Diego se fue tras la espada, dejando una estocada entera que no fue suficiente, teniendo que recurrir a un golpe de descabello para concluir con la lidia del de Montecristo. Polémicas aparte, llegarían entonces los máximos trofeos para Diego y vuelta al ruedo para su noble colaborador.

Antes había lidiado Diego un toro de Marrón que tuvo recorrido por el pitón derecho, aunque al final no hubo un acoplamiento total en la faena de muleta. Hubo más emoción en el cierre por manoletinas, aunque ésta se vino abajo por las fallas de Diego con el acero. Algunas palmas y otros tantos pitos como balance en éste que hizo cuarto de la tarde.

En tanto, el torero de la tierra, Octavio García “El Payo” le cortó las orejas al que hizo sexto, del hierro de Villa Carmela, al que recibió a la verónica con lances de buena factura, repitiendo después la dosis al ejecutar un auténtico quite por el mismo lance fundamental en la zona de los medios, mientras que el picador había caído al piso. En el último tercio el toro tuvo recorrido y El Payo lo cuajó por el pitón derecho, teniendo incluso el queretano la intención de redondear el trasteo ejecutando la estocada en la suerte de recibir. La espada, en tres cuartas partes de ración, quedó delantera y caída, siendo suficiente para hacer doblar al toro y que le fueran concedidas las dos orejas. Tras algunas protestas, Octavio optó por regalarlas al tendido y dar la vuelta con mayor fuerza.

Ya le había cortado una merecida oreja al primero de su lote, de Campo Hermoso, un toro que tuvo una salida incierta y que llegó al último tercio con la cara a media altura, rascando la arena y orientándose. Estuvo El Payo muy firme, dando los toques en el momento justo y mandando las embestidas, por lo que logró series meritorias por ambos pitones, y como además rubricó el trasteo con un estoconazo, la gente pidió la oreja con fuerza.

Por su parte, Alejandro Talavante le cortó una oreja al que hizo quinto de la corrida, un toro de Barralva con transmisión, sobre todo por el pitón derecho, lado por el que el torero extremeño le pegó buenos muletazos, aunque desluciéndose un poco hacia el final. Por el lado izquierdo el de Barralva era un poco más violento, por lo que los naturales fueron de mérito. Tras una estocada entera y contraria el toro fue a doblar en los mismos medios de la plaza, siendo aplaudida la escena por la concurrencia, que posteriormente solicitó la oreja que fue concedida. Para el de Barralva hubo arrastre lento.

En su primero había estado lucido con el capote, primero en el recibo a la verónica y después en un quite por chicuelinas. En la muleta el de Barralva tuvo clase aunque perdió las manos en varios momentos, por lo que sólo pudo lucir Alejandro en muletazos aislados, sobresaliendo varios naturales de mucha clase. Saludó en el tercio tras pinchazo y una estocada desprendida.

Abrió plaza el rejoneador Alejandro Zendejas, que tuvo una actuación aseada ante un buen toro de Fernando de la Mora, al que quizás le pesaron los kilos pero que se prestó para el lucimiento. Lo pasó con un rejón en buena colocación y en banderillas estuvo correcto, destacando un par de banderillas al violín. Tras la pega al segundo intento de los Forcados de Querétaro dejó un rejón de muerte muy delantero y caído, teniendo que oficiar un par de veces más. Una vez dobló el de Fernando de la Mora, que fue aplaudido en el arrastre, escuchó palmas junto al cabo del grupo de forcados.