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Tauromaquia: Un toro, un torero, una faena...

Lunes, 09 Dic 2013    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | Opinión   
La columna de este lunes en La Jornada de Oriente

"¡Y todo auténtico!" Así cabeceó Juan de Marchena su crónica del lunes 11 de enero de 1965, refiriéndose a la actuación de Fermín Murillo, recio torero aragonés, con "Lagunero", el quinto toro de La Punta lidiado la víspera en la Plaza México. Marchena –que no era otro que Juan Pellicer Cámara, el mejor juez de plaza que ha tenido la México en su historia—ejercía de cronista titular de Esto, y sus textos, escuetos y magistrales, desplegados a dos y hasta tres planas, se publicaban entreverados con diez o doce hermosas fotografías de la corrida en formato mayor –en esa época, cada diario contaba con fotógrafos específicamente taurinos, que en el caso del deportivo sepia eran Bartolomé Ornelas y Mario Rodríguez, estupendos ambos--. De alguna manera, esa cabeza a toda plana logró sobrevivir en la mía durante todos estos años. Y me saltó a la mente mientras admiraba, emocionado, la lidia –verdadera lid-- que Joselito Adame sostenía con “Curioso”, el fiero ejemplar de Barralva que abrió plaza el domingo anterior.


Murillo cobró, aquella tarde lejana, la oreja del arrogante, encastado y noble “Lagunero”. De entonces acá cuántas y cuántas orejas no se habrán concedido en la Monumental, moderadamente en aquel tiempo y bajo criterios de puro despilfarro en la actualidad. Y en qué pocos casos habrá encajado cabalmente en dichos otorgamientos la ecuación propuesta por Pellicer de manera tan certera: sin ir más lejos, de las diez concedidas en la presente temporada grande, a la que no le faltó faena –lo que se entiende por una faena digna de premio en mérito a su estructura, belleza, mando y ligazón--, seguramente le sobró un discreto espadazo en el rincón. Y en casi todas se habrá echado de menos el toro auténtico, no su vacía apariencia, mucho menos su suplantamiento por uno de tantos novillotes anémicos, representativos del fofo y pajuno post toro de lidia mexicano. En resumidas cuentas, que lo del primer domingo de diciembre, con Joselito Adame dispuesto a vencer o morir ante el primero de Barralva, fue un acontecimiento mayor.


Un toro, un torero, una faena y una estocada… ¡Y todo auténtico!  Ver para creer.


Lección de torería. A Joselito, que había dominado la áspera embestida, y que para hacerlo se había puesto en el sitio de la cornada –en una manoletina dándole al bicho todas las ventajas a punto estuvo "Curioso" de partirlo en dos--, para así cuajar una obra escueta, maciza y de enorme valor torero, le debemos además la estocada de ésta y muchas temporadas, pues maltrecho como estaba, se volcó sobre aquella mole que con un par de pitones y 532 kilos aguardaba, encampanado y alerta, para hundirle todo el estoque en la cruz, lance del cual saldría fulminado el encastado animal, en una escena de ésas que lo reconcilian a uno con la grandeza de la fiesta.


Por todo eso mereció de "Curioso" las dos orejas mejor cortadas en mucho tiempo. Y una entrega conmovedora, total, del público capitalino, que demostró que, a  falta de la sapiencia y el rigor perdidos, conserva intacta su sensibilidad.


Tres mexicanos y un entradón. La otra lección de ese domingo la dio el propio público, al redondear la mejor entrada de la temporada. Que la hayan provocado tres toreros mexicanos y además jóvenes –es decir, dueños de un presente brillante como presagio de un luminoso futuro-supone un mentís a las empresas de este país, casadas prácticamente todas con la malinchista idea de que hay que ser extranjero y preferentemente rubio para llevar gente a la taquilla. 


Habría que retroceder unos quince años para encontrar ocupados dos tercios del aforo de la gran cazuela con puros mexicanos en el cartel. Nombres como Eloy, Jorge, David, Mariano, Miguel y quizá Manolo Mejía en su momento álgido. Ya para hablar de llenos, quizá tengamos que remontarnos hasta aquella inauguración de 1971 con Mimiahuápam, Manolo, Eloy y Curro en el cartel. O, 18 años después, al reestreno de la Monumental un 29 de mayo en que partieron plaza Martínez, Silveti y Armillita para despachar un sexteto de Tequisquiapan. Varios hubo entre 1990 y 92, en inauguraciones o cuando se anunciaban carteles tan redondos como aquel de Mariano, David y Jorge con un hato de La Gloria (27-01-91). Pero no consigo recordar ninguno, con una terna mexicana, en los últimos veinte años.


El negro y el colorado. No se crea que el encierro de Barralva valió mucho más que el que tan mala pasada nos jugó en la apertura del presente ciclo. Pero traía a ese "Curioso", negro, alto de agujas y ovacionado de salida por su hermosa catadura, que si bien nunca se entregó –reservón y dado a acometer en ariscas oleadas--, llenó de contenido la lidia con su casta y seriedad. Y también a “Farolero”, el precioso colorado ojo de perdiz y veleto de cuerna que cerró plaza.


Los restos de "Farolero" merecieron un arrastre lento solicitado a viva voz por los espectadores, enamorados de su clase y alegría al repetir sobre la muleta de Diego Silveti quien, a punto de desorejarlo, sigue sin negar la cruz de su parroquia en lo que al deficiente uso de los aceros se refiere. La verdad es que la México vive un cíclico romance con los toros de pinta castaña desde el indulto de “Comanche”, de Santo Domingo, efemérides que data precisamente de la misma temporada 1964-65, aludida al comienzo de esta croniquilla al recordar el titular de Juan de Marchena. No fue una campaña precisamente redonda aquella, faltaban figuras importantes en el elenco y los toros fallaron de más, pero se vivieron picos tan altos como los aludidos, que incluirían además una triunfal salida en hombros de El Cordobés cuando, despojando su toreo de bisutería, salió un 28 de febrero dispuesto a borrar el doble petardo de su confirmación y repetición en Insurgentes, cuando tuvo que dejar la plaza custodiarlo la policía (7 y 14 de febrero del 65).


Aquel “Comanche”, inmortalizado por el regiomontano Raúl García, fue el sexto de un encierro de puros castaños con el hierro de Santo Domingo, la ganadería potosina de los señores Labastida, que apostaba de esa manera a repetir la hazaña –cromática y de bravura—acometida dos años antes con su corrida de berrendos que consagró a Paco Camino en El Toreo de Cuatro Caminos. A diferencia de “Farolero” –de floja pelea en los dos primeros tercios-- “Comanche” no sólo recargó de firme en dos duros puyazos, sino que continuó embistiendo con nobleza ejemplar sobre capotes y muletas hasta convertirse, para Raúl García y a través de tres ligadísimos tercios, en el toro de su vida. Era Raúl un torero muy completo, y aquel 31 de enero de 1965 antepuso a su fama de diestro valeroso y dispuesto la de un artista capaz de igualar e incluso superar, a fuerza de inspiración y clase, la extraordinaria calidad de “Comanche”, propiciando el tercer indulto de un astado en los anales del coso de la colonia Nochebuena. 


De autenticidades va el tema. Joselito Adame salió de la enfermería para dar la cara ante el mansurrón cuarto. Y para declarar que, de las seis orejas que ya suma en su temporada, las dos de “Curioso” valen por todas las demás. Al decirlo, estaba haciendo José una tácita definición de su tauromaquia, que si bien fluyó deslizada y tersamente en su anterior actuación, a favor de la dulce embestida del segundo de Fernando de la Mora --“Nieves”, un torillo que apenas podía moverse--, iba a comprobar con el áspero y probón barralveño que lo suyo, el toreo que lo encumbró en sus primera campañas europeas a la altura de El Juli y José Tomás, y con el que conquistó Madrid este año, es el toreo de garra y poderío, de temple recio y mando total al filo de la muerte. Toreo de corazón caliente y mente alerta; toreo de entrega, dominio y pasión, el único capaz de someter al toro auténtico. Y poner las plazas en ebullición.


Ruta crítica. Parece mentira que la empresa capitalina nos haya regateado durante años a semejante torero. Porque Joselito Adame, cuya alternativa data del 14 de septiembre de 2007, cuando en Arlés, y en corrida goyesca, El Juli le cedió muleta y estoque con “Magnífico” de Antonio Bañuelos en el tercio contrario (esa tarde, José bañaría tanto al padrino como al testigo, que fue Juan Bautista), fue hasta el 8 de febrero de 2009 cuando pudo confirmarla en la México (con “Sueño” de San José y Enrique Ponce y Arturo Macías en el cartel). Dos años y medio más tuvieron que transcurrir antes de su siguiente actuación capitalina, ante tendidos raleados y con Diego Ventura por delante y astados grandes y broncos de La Punta, a uno de los cuales desorejó a costa de una cornada (27.11.11).


Esa temporada le cortó las orejas a uno de Hamdan (19.02.12), pero le siguió costando figurar en carteles asequibles, de modo que su presentación en la 2012-13 se dejó para el noveno festejo, pasada la mitad del anticlimático mes de diciembre, con segundones y ante un encierro cornalón y duro de Villacarmela. Mismo cariz que tuvo su segunda y última actuación, en la que consiguió cortarle la oreja a un “Ribereño”, de Lebrija, tras una faena que supo a poco.


Poco y duro, como todo lo que José Guadalupe Adame ha tenido que pechar a lo largo de más de cinco años, antes que,  a regañadientes, quienes administran los destinos de la México repararan en él. Y solamente cuando sus incontrastables éxitos de Madrid lo hicieron visible. Pues si el ninguneo que le aplicaron las empresas españolas a lo largo de 2013 es inaceptable, qué decir de la actitud sostenidamente hostil de quienes manejan el coso de la capital del propio país de este extraordinario torero.


Preguntas inocentes. La inocencia es un estado de perplejidad ante el mundo, por eso se asocia con naturalidad a la infancia. Ser inocente significa tener la mente llena de preguntas, y carecer de información suficiente para responder a ellas. El comunicado emitido por la empresa de El Relicario, anunciando la cancelación de la corrida anunciada para el 14 de este mes en el coso poblano, es de tal manera enigmático que, efectivamente, nos ha dejado perplejos. Parece escrito en clave: “…preferimos esto (suspender) antes de quedar mal con alguien. Ya que éste es momento de sumar (sic) y no ofrecer más motivos que puedan influir en el destino de la plaza de toros El Relicario”; y para acceder a su oscuro trasfondo sólo se me ocurren preguntas inocentes. 


Por ejemplo ¿Será ese destino indeseable el que los poblanos nos venimos imaginando desde hace tiempo? ¿Tendrán pensado los políticos que mandan reactivar el decreto abolicionista que parecían haber traspapelado? ¿Asistió el gobernador a la última corrida (noviembre 16) simplemente para despistar y crear un falso optimismo entre los taurófilos? ¿Cuándo la empresa anunció la corrida suspendida había cubierto a satisfacción del ayuntamiento los trámites de rigor? ¿Se echó para atrás la empresa o la han obligado a suspender “desde arriba”?


Son preguntas y claves que el tiempo irá despejando. Y esperemos que sea abierta, oportuna y democráticamente. Aunque no sé si en tal esperanza resida la verdadera inocencia.


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