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Desde el barrio: Taurofobia en "Petro Grado"

Martes, 19 Jun 2012    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes

Ya saben que el nuevo alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, ha decidido acabar con los toros en la capital colombiana. El antiguo terrorista del M-19, poseído de la fanática fe del converso, pretende eliminar toda forma de violencia en una ciudad que registra cada año varios miles de asesinatos. Y para ello, tal vez por cobardía para no meterse en charcos, prefiere empezar cerrando la plaza Santamaría a las corridas, el espectáculo que, a su demagógico y delirante parecer, genera luego toda esa sangre derramada por las calles.

Con un sobrado tono stalinista, amplificado por el uso goebbeliano de Internet, Petro ha decidido pasarse por el forro toda la legislación vigente que ampara la tauromaquia integral en Colombia. Y aunque él mismo votó la ley que protege el espectáculo en su época de parlamentario, además de querer convertir Bogotá en "Petrogrado" está decidido a imponer su taurofobia en una plaza casi centenaria que genera, eso sí, millonarios ingresos al municipio.

Pero para este otro dictador bolivariano el dinero es lo de menos, por mucho que la metrópoli colombiana esté acuciada por la inseguridad y la falta de recursos. Todos los males se solucionarán cuando, en vez de toros y toreros, ocupen el ruedo los poetas, como es su deseo. Cuando, en vez de las estrofas de las series de muletazos, los jóvenes oigan ligar en el ruedo los versos declamados por otros artistas menos comprometidos que los de luces.

Y suponemos que, si es que este alcalde de alcaldadas tiene coherencia, en esos idílicos juegos florales que sustituirán al toreo estarán prohibidos los versos de García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Gerardo Diego y otros señalados "fascistas" que dedicaron su ingenio, su talento y su sensibilidad a cantar la tauromaquia.

Mientras tanto, el ínclito Anselmi anda entusiasmado con las noticias que llegan desde "Petro Grado", el fruto de su trabajo y su inversión previos, y pregona por la red que el mejor uso para las plazas de toros que se cierren será convertirlas en centros comerciales, como ha sucedido con las Arenas de Barcelona.

En otro ejemplo de "coherencia", el estomagante argentino pretende que los templos de esta milenaria cultura mediterránea pasen a serlo ahora del capitalismo salvaje. Como esos mall del imperialismo gringo, portaviones de la invasión de las multinacionales donde se asientan las franquicias de productos para mascotas que alimentan la lucha antitaurina, o esas cadenas de hamburgueserías que despachan a diario, empapadas en ketchup y mostaza industrial, miles de toneladas de carne picada.

Quien sabe si este "idealista" de la Pampa, este nuevo Francisco de Asís, piensa que algún día esos cebaderos de humanos con nombre anglosajón puedan ser sustituidos por refinadas tiendas de delicatessen para veganos, o por sofisticados restaurantes macrobióticos como los que este tipo promociona cada día para mantener su chiringuito.

Pero parece que a Anselmi y al excolega de Tirofijo el tiro en la nuca a la tauromaquia en Bogotá les puede salir por la culata. Porque en su inquisitorial afán de pervertir el uso de la Santamaría parecen no haber reparado en que la plaza, como el propio toreo, es del pueblo, concretamente un legado de la familia Sanz de Santamaría a la ciudad, y que, como tal, al ayuntamiento sólo le cabe gestionar, no prohibir, su funcionamiento.

Según las últimas noticias que llegan desde la capital colombiana, el contrato de cesión  contemplaba únicamente el uso del recinto para espectáculos taurinos (esos que están amparados por la ley nacional), so pena de que la plaza vuelva a las manos de los promotores. ¿Qué hará entonces Gustavo Petro? ¿Organizar escuadrones de poetas del régimen para escupir a los que entren a la plaza?

En ese delicioso libro titulado "La afición", que no es sino la memoria sentimental de la Santamaría, Víctor Diusabá explica cómo varios cambios políticos del país se generaron en sus tendidos, incluso de manera violenta. En lo que dura el litigio que se avecina, no sería malo que el terrorista reconvertido le echara un ojo al texto del gran periodista colombiano. Lo mismo, además de aprender de política, hasta se hacía aficionado a los toros. 


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