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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 01 Ago 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Enviado   
"...la injusticia suele ser una moneda de cambio muy apreciada..."
La ausencia de Andrés Roca Rey en la parte medular de la temporada europea ha provocado un fuerte dolor de cabeza a los empresarios. Y no es para menos, porque alrededor del inesperado parón de la recia figura peruana hay muchas incógnitas, y diversas lecturas.

Y mientras Andrés se somete a estudios médicos en Nueva York, aprovecha para tomar un merecido descanso. Este valioso tiempo incita a la reflexión al respecto del futuro de su carrera, sobre todo ahora que goza de un sitio de privilegio entre la torería, y puede darse el lujo de trazar una hoja de ruta distinta.

Desde luego que para llegar adonde se encuentra ha tenido que regar mucha sangre, arrear como un guerrero inca, y tratar de ganar difíciles batallas en los despachos. Y cómo serán de injustas las cosas, que quizá esta circunstancia se haya constituido en la más difícil, inclusive más que salir a torear todas las tardes con la vocación de siempre.

Dicen por ahí que el talento no le pide el pasaporte a nadie, y mucho menos el toro. Sin embargo, el hecho de ser un torero americano siempre representará para Roca Rey un hándicap difícil de superar en Europa, como lo fue en su día para el esteta Rodolfo Gaona, para el sabio Armillita, para el indómito César Girón, o para ese otro César, más cercano en el tiempo, de apellido Rincón, que también tuvo la necesidad de hacerse respetar. Y sólo son algunos ejemplos que han enfrentado situaciones similares.

A las grandes figuras del toreo nunca les ha gustado que les digan qué hacer. Pero cuando no les ha quedado más remedio, muchas de ellas han tenido que tragar y someterse a los intereses del sistema. Y hasta que el desánimo y el hartazgo no revientan, la injusticia suele ser una moneda de cambio muy apreciada entre los que mandan.

Por eso se piensa casi siempre más en el negocio que en el toreo; en la rentabilidad de la taquilla que en la tauromaquia; en la avaricia que en el arte. Y resulta complicado tratar de establecer un equilibrio más sano, e inteligente, que procure igualar las dos orillas de ese "subeybaja" en el que el peso de un solo hombre no puede enfrentarse a la tonelada que pesa el establishment.

¿Cómo romper con este círculo vicioso? Buena pregunta. Quizá la respuesta más acertada podría tenerla José Tomás, que hace años decidió hacer lo que le venía en gana, y así fue como ganó una difícil y respetable apuesta personal. El de Galapagar se apartó del taurineo para crear una leyenda con sello propio, esa que de vez en cuando se aparece envuelta en un halo de mesías para adoctrinar con su maravilloso ejemplo.

Pero eso es un garbanzo de a libra irrepetible. Y si José Tomás pasará a los anales del toreo por la revolución que ha formado con el toro, que ha sido su mejor cómplice, también será recordado por haber sido fiel a un concepto administrativo, y a una filosofía de vida que nunca tiene su justa recompensa cuando se vive sometido a un interés mercantilista de las empresas.

Roca Rey lo sabe. Y tal vez ahora está meditando este trascendental asunto mientras escucha una canción de Frank Sinatra en Central Park. Ha llegado el momento de tomar una de las decisiones más importantes de su vida y actuar "a su manera", como el propio Sinatra.

Ahí está el verdadero reto, que además encierra un peligroso e incierto desafío: ser grande no por aquello que ya ha conseguido, sino por lo que será capaz de superar.


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