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La inolvidable noche de Roca Rey en Quito

Viernes, 02 Dic 2016    Quito, Ecuador    Santiago Aguilar | Foto: Andrea Grijalva          
El torero peruano cortó un total de seis orejas en su encerrona
Un grueso aguacero se descolgó sobre Quito durante toda la tarde del viernes, los goterones lo remojaban todo, encharcando las calles, avenidas y plazas de la urbe. El frío temporal no dio tregua, al punto que condicionó los planes de los capitalinos que, de una u otra forma, se preparaban para participar en alguno de los actos previstos para conmemorar los 482 años de la fundación española de la ciudad; desde allí nos viene lo taurinos.

Pese al mal clima, los quiteños llegaron en interesante número a la plaza de toros Belmonte, enclavada como una tasa de porcelana en el corazón del centro histórico, convidados a una velada taurómaca sin precedentes con  Andrés Roca Rey, como único anfitrión. 

Tras varias horas de incesante lluvia el ruedo lucía impracticable, convertido en un barrizal, la determinación del torero a "ir para adelante" en el festejo y el incansable trabajo del personal de plaza asistido por decenas de voluntariosas manos, con José Luis Cobo a la cabeza; lograron, al cabo de treinta minutos de intenso trasegar, recomponer la arena permitiendo que suene el clarín y se abra la puerta de cuadrillas.

En tanto la laboriosa colmena humana ponía a punto el escenario, los aficionados protegidos por impermeables, paraguas, chompas y bufandas, pintaban el graderío de vistosos colores e intensas ilusiones para acompañar al gallo de Lima en su primera encerrona mundial.

En los cuatro toros que lidió Andrés Roca Rey fue, paso a paso, exhibiendo su especial tauromaquia y dramática personalidad que conjuntan un torero diferente, cuya soltura para manejar los engaños e incontestable valor para apostar por el riesgo en forma de quietud; determinarán, si los toros le respetan,  que en breve lapso se convierta en el dínamo de la industria taurina global.

Con el toril abierto, unos y otros, concentraron sus miradas en el ruedo al momento en que Roca Rey saludaba de capote a la res de Huagrahuasi; las verónicas de rigor fueron acompañadas por el arco de tela que forma la tafallera con los ¡oles! desentumeciéndose en el graderío.  Con la muleta la res ofreció una docena de buenas embestidas a las que templó en el toreo por la derecha, costado por el que fue enganchado el lidiador al intentar el pase de pecho. Tras el incidente el toro se vino a menos con el diestro intentándolo al natural. Una oreja simbólica saldó el encuentro.

En un abrir y cerrar de ojos el segundo astado irrumpió en el redondel haciendo cosas poco agradables, las remisas e inciertas embestidas fueron una constante, en esa circunstancia Andrés descifró el terreno en que se planteó la brega, para conseguir estimables muletazos con la mano diestra con un toro que se volvía pronto sobre la manos exigiendo el toreo lineal. El esfuerzo y las manoletinas de adorno facultaron la concesión de un nuevo trofeo.

El "solo" de Roca Rey alzó vuelo en el tercero de la noche un toro de Huagrahuasi que demostró raza y sobre todo, clase, mucha clase. Con la materia prima ideal surgió a plenitud el variopinto inventario taurino del joven peruano. Lanceó a la verónica a pies juntos y, sin solución de continuidad brotaron las tafalleras, calaserinas y la revolera que aprovecharon las prontas y claras embestidas del astado. A pies juntos y sin concesiones arrancó su faena de muleta con los estatuarios que le distinguen.

Más adelante, ya en los medios, predominó el toreo derechista, fueron cuatro estupendas series de largo trazo que prepararon al público para el momento cumbre del trasteo marcado por el cambio por la espalda, los interminables circulares y con las rodillas en el fango valentísimos muletazos muy cerca de los tableros. Las voces y las palmas rompieron en un coro de sorpresa y admiración al pedir las dos orejas que se sumaron a una fortísima ovación para el astado.

Con el personal ya entregado su actuación en el último ejemplar del festejo tomó el mismo camino.  El veroniqueo inicial se completó con un ceñido quite por gaoneras con las zapatillas juntas, la planta firme y la figura erguida. Tras el brindis a José Luis Cobo se fue a los medios para alternar los pases cambiados por la espalda, estatuarios y soberbios muletazos del desdén.

La parte medular de su gestión fue con la mano izquierda marcando el viaje en templados naturales que reactivaron el jolgorio popular que climatizó el muleteo de máximas cercanías con que culminó su gesta. Otros dos apéndices simbólicos elevaron a seis el registro de trofeos de la noche inolvidable del gran Roca Rey en el corazón de Quito.

Ficha
Quito, Ecuador.- Plaza Belmonte. Corrida Goyesca. Segundo festejo de feria. Tres cuarto de entrada en noche lluviosa. Dos toros de Huagrahuasi (1o. y 4o.) y dos de Triana (2o. y 3o.), correctos en presentación y variados en comportamiento, de los que destacó el 3o. por su calidad. Pesos: 430, 440, 450 y 435 kilos. Andrés Roca Rey (verde y azabache), como único espada: Oreja, oreja, dos orejas y dos orejas. Incidencias: Las "orejas" entregadas fueron simbólicas, y se representan con rosas, ya que en Quito está prohibida la muerte de los toros. El ganadero y empresario José Luis Cobo fue ovacionado tras la lidia del 3o.


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