El 28 de agosto de 1947, hace exactamente 64 años, Manuel Rodríguez "Manolete" perdió la vida en Linares, como consecuencia de la gravísima cornada que le infirió el toro "Islero", de la ganadería de Miura, del que le concedieron las dos orejas y el rabo.

En la madrugada del día siguiente, la existencia del Monstruo de Córdoba llegó a su fin. El impacto de la noticia tuvo una trascendencia mundial y todavía hoy, a tantos años de distancia de aquella tragedia, Manolete sigue siendo una leyenda viviente de la que se habla con veneración.

Ocho temporadas le bastaron al cordobés para convertirse en una de las referencias más grandes de la Fiesta, ya que su forma de torear supuso una auténtica revolución, por los terrenos que pisaba y el patetismo de su valor, fundamentada en un toreo "paralelo" de un aguante inverosímil.

Al margen de este aspecto técnico que le dio sustento a su tauromaquia, quizá su inigualable personalidad sea una de las claves más poderosas de su expresión artística, donde aquel senequismo cordobés, de figura mayestática y diáfano trazo, fueron el inconfundible sello de su arte.

Aquí está el soberbio soneto del maestro Pepe Alameda dedicado a Manolete, como uno de los ejemplos más elocuentes para describir a aquel hombre de mirada melancólica; un torero que dejó una huella indeleble en la historia del toreo:

Estás tan fijo ya, tan alejado,
que la mano de El Greco no podría
dar más profundidad, mas lejanía,
a tu sombra de mártir expoliado.

Te veo ante tu Dios, el toro al lado,
en un ruedo sin límites, sin día,
a ti que eras una epifanía
y hoy eres un estoque abandonado.

Bajo el hueso amarillo de la frente
tus ojos ya sin ojos, sin deseo,
radiográfico, mítico ascendente,

fiel a ti mismo te veo
como ya te verás eternamente,
esqueleto inmutable del toreo.