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Muere el rejoneador y ganadero Álvaro Domecq

Martes, 18 Nov 2025    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo   
Uno de los grandes referentes del mundo del caballo en España
El rejoneador y ganadero don Álvaro Domecq Romero falleció hoy en Jerez de la Frontera de causas naturales, cuando contaba 85 años, y con su partida deja un gran vacío en el mundo del caballo, donde fue un gran referente e impulsor de la raza española y la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, de la que fue su fundador en 1973 y encabezó durante 25 años.

Nacido el 8 de abril de 1940, en Jerez, provincia de Cádiz, "Alvarito", como se le conocía desde niño para diferenciarlo de su padre, don Álvaro Domecq y Díez, fue un hombre muy comprometido con su profesión de ganadero, heredada de su padre, quien conjuntamente con sus hermanos, en el siglo pasado, sentaron las bases de la proliferación del encaste Domecq, uno de los más predominantes en el campo bravo español.

Y de la mano de la ganadería de Torrestrella, de la que fue un exitoso continuador, vivió envuelto en un entorno de toros y caballos muy propicio para forjarse como jinete, siguiendo así los pasos de su famoso padre, y conformando aquella cuarteta de caballistas que a principios de los años setenta marcó una nueva época del rejoneo en España: los "Cuatro jinetes de la apoteosis".

Al lado de compañeros como los hermanos Ángel y Rafal Peralta, o el portugués Samuel Lupi, don Álvaro Domecq Romero toreó infinidad de corridas en las que siempre mostró su elegancia natural, una doma excepcional, y una forma de ser y de estar, tanto en la plaza como fuera de ella, que lo distinguieron como torero.

A México vino a torear a finales de los años setenta, y se presentó en la Plaza México el 5 de febrero de 1979. Esa tarde partió plaza por delante de Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Cruz Flores, el día que éste se topó con el bravo "Simpatías", del hierro de Reyes Huerta, que fue indultado. Por su parte, el caballista jerezano dio una aclamada vuelta al ruedo tras la lidia del toro que abrió el festejo, que llevó por nombre "Pera en dulce".

Durante los años que estuvo en activo fue un gran entusiasta de la raza española, y en las ferias de Jerez, su amada tierra, se convirtió en uno de los pilares de la genética y crianza de caballos de registro, misma que disfrutaba a la par de formar nuevos jinetes para las distintas disciplinas del arte ecuestre, cuyo hermoso espectáculo "Cómo bailan los caballos andaluces", sigue siendo un éxito en la sede de la escuela.

Después de haber permanecido en activo más de 25 años, su despedida tuvo lugar en la Maestranza de Sevilla, el 12 de octubre de 1985, en corrida televisada a México.

Como ganadero buscó criar un toro un trapío muy particular, que fuera encastado y se moviera, dotado de esa pujanza que pone a pensar a los toreros, y aunque Torrestrella pasó por distintas etapas y circunstancias, fue una ganadería llevada con el esmero y el concepto aprendido de la vieja guardia, en ese cuartel general que fue la finca de Los Alburejos, donde don Álvaro imprimió a sus toros una conducta diferenciada del resto de otros de los sub-encastes de la sangre Domecq.

Serio, educado, trabajador y disciplinado, además de poseer un carácter sobrio, don Álvaro fue un ser humano de pocas palabras, pero congruente con su forma de pensar. Detrás de esa personalidad un tanto adusta y seca, se escondía un hombre generoso y de gran corazón que se sentía torero en todo momento, e infundía el respeto de quien se sabe dueño del conocimiento de su oficio, el de la crianza de los toros y la doma de los caballos, sus dos grandes pasiones.

Descanse en paz tan ilustre caballero –en toda la extensión de la palabra– y que su memoria perdure con la misma fuerza de espíritu que él supo otorgarle a cada uno de los actos de una vida fructífera y plena, una vida lograda.


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