La elección reciente de Rafael García Garrido a la presidencia de la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), era de sentido común. El empresario turístico que, tras un sorprendente debut, mano a mano con Simón Casas en Las Ventas, hace ya nueve años, ha tenido que capitanearla por mares inciertos: aquel sombrío de la prepandemia, el naufragante de la pandemia, y el propicio de la postpandemia.
Discrepancias aparte sobre su heterodoxo estilo de "comercialización", el éxito de ventas en la primera plaza del mundo ha llegado a ser abrumador y acallador. Más atracción, más acreditación, y más y más público de refresco, juvenil, presencial, y distante. Más el distante, con las teletransmisiones al mundo de todo el extenso San Isidro. En especial esta última de 2025. Apuesta que lejos de mermar la taquilla contante y sonante, coincidió con la mayor de las últimas décadas.
La corrida para bien o para mal es, rito-espectáculo. Así es como ha sido y así es como ha de ser, o no ser. Hay que llevarla a la gente y viceversa. Presentándola tal cual, con su cruda pureza, sin tapujos ni eufemismos. Sin travestirla ni convertirla en otra cosa, como proponen algunos "modernizadores". No. Así no más, con su liturgia fiel a los fundamentos biológicos que han sustentado su sobrevivencia desde la prehistoria. Esa obviedad es la que gritan sus irrefutables resultados.
Ahora, desde ANOET, según el artículo de David Jaramillo en La Razón publicado cinco días atrás, anuncia otro proyecto. Una plataforma televisiva de streaming para emitir festejos taurinos en directo, que podría transformar el consumo del toreo en España y fuera de ella. "Lo he pensado, lo pienso y lo estoy trabajando," dice, y deja entrever que la Feria de San Isidro 2026 volverá a ser televisada.
Hay ya comprobaciones muchas. Pasos importantes, no siempre firmes, pero siempre, como el de Telemadrid este año, en la progresiva dirección de sacar la Fiesta de su enquistamiento y ponerla en la pantalla de los tiempos que corren, pero sin tener que desvirtuarla. Necesidad que clama. Propagar la fe, ampliar el ámbito y rescatar grandes sectores de la afición mundial, despojados por la ley o por la fuerza de su libertad de culto.
Actualizar, sí, asumiendo la tecnología de esta nueva era, por demás plagada de banalidades, persecuciones y prohibiciones. Usar sus herramientas y afrontar sus amenazas, retos e influencias destructoras. Primero, esto, mantener la integridad frente a esnobismos, conveniencias e intereses. Avanzar sin quemar los principios en el incensario del becerro de oro.
Luego lidiar, por un lado, el político, con la discriminación, el acoso y la censura; y por otro, el administrativo, su especialidad…, pues qué podemos decir los legos. Seguir aplicando esa lógica de la razón pura que le ha rendido hasta hoy. Esa mesura con la que declaró hace un tiempo, hablando de otra cosa homologable: "Madrid está en ese punto de equilibrio turístico que, como se pase un poco más, muere de éxito".
Conciliar ingresos y egresos. En particular con el proyectado streaming, donde el caro tonelaje logístico debe sortear escollos como los afilados derechos de transmisión, de imagen, y de tributación, que han perforado el casco de intrépidas naves anteriores bajo la línea de flotación.
Algunos dirán, y lo han dicho, que García Garrido es un inexperto que ha tenido suerte. Bueno, quizá. Pero cuando ésta le llegó, lo encontró imaginando, trabajando y atreviéndose. Napoleón, que tantas victorias tuvo (hasta Waterloo), dijo dos cosas que vienen al caso. Una, "detesto los hombres de experiencia, siempre andan diciendo que algo no se puede hacer". Y otra: "la primera cualidad que exijo de un general es la buena suerte".
Ojalá esta la suya, con la que también juega hoy el toreo, le siga acompañando a la cabeza de su nueva tripulación, los empresarios taurinos, estamento sine qua non.