Por motivos de mi trabajo profesional, asistí a la Universidad Johns Hopkins en Washington a un congreso sobre educación ejecutiva. El orador principal fue el doctor Joseph Sakran, actual cirujano de trauma y director de Cirugía General de Emergencia en el Hospital Johns Hopkins, quien nos contó cómo transformó una tragedia personal en una vida guiada por el propósito.
En inglés dijo: "Take action, not sides" (actúa, no tomes partido). Con lo que condensa una idea profundamente ética y práctica: invita a sustituir la polarización por la responsabilidad. En lugar de quedarse en la trinchera ideológica, el llamado es a intervenir en la realidad para transformarla.
Su frase quedó resonando. Porque en tiempos como los nuestros, cuando la verdad y la cultura son manipuladas por el poder, la neutralidad ya no es prudencia: es complicidad. Sakran no llamaba a tomar partido entre bandos, sino a responder con responsabilidad cuando la dignidad está en riesgo.
Lo entendí de inmediato desde mi mundo, que no es el suyo, pero también está marcado por la muerte y la vida: la tauromaquia. El ruedo es un espacio ético, donde no se puede engañar ni esconder. Allí también hay dolor, sangre, belleza y decisión. El toreo, como la cirugía, exige templanza, conocimiento, valor. Y sobre todo, exige actuar: con el cuerpo, con la verdad. Y mucho más en un momento en el que somos atacados por la neoreligión del animalismo que manipula a la sociedad.
Joseph Sakran fue herido de gravedad a los 17 años por una bala perdida en un partido de fútbol americano. Ese disparo no sólo lo hirió físicamente: le cambió el rumbo de vida. Decidió entonces que salvar vidas sería su vocación. No solo en el quirófano, sino también en la esfera pública. Tras la masacre de Uvalde, en la que murieron 19 niños y dos maestras, reafirmó su convicción: la violencia armada no es un tema republicano o demócrata; es una crisis humana. Y como tal, exige acción. Su enfoque es claro: prevenir antes que curar, intervenir antes que lamentar.
Hoy, con formación médica y en políticas públicas por Harvard, el doctor Sakran impulsa leyes de control responsable de armas, promueve el diálogo bipartidista y testifica en el Congreso.
Pero también cuenta su historia, porque –como él mismo dice– los datos no bastan: hay que tocar los corazones. Sakran no busca ideologías, sino soluciones. Y su mensaje es contundente: el deber de un médico no termina junto a la cama del paciente. También debe influir en las decisiones que afectan a toda la sociedad.
Su historia me tocó por motivos personales, pero también porque su llamado a actuar resuena en la arena de lucha en favor de la tauromaquia. Como lo hemos descrito en este espacio, no es solo una defensa de los toros o de la ecología, es una lucha por los valores de la sociedad judeocristianos y grecolatinos y por la pluralidad. Para que los tiranos no nos obliguen a tener un pensamiento único.
En su charla, el doctor Joseph Sakran no sólo compartió datos o diagnósticos; compartió historias. Historias de vida, de transformación, de impacto real. Habló de antiguos estudiantes que hoy salvan vidas, de comunidades que se reconstruyen gracias a valores compartidos, de personas que se atreven a aprender y a actuar porque alguien les contó una historia que les dio sentido. Para él, las estadísticas no cambian corazones, pero las historias sí. Narrar lo vivido no es un adorno: es la forma más poderosa de generar empatía, construir comunidad y demostrar que la acción importa.
En su visión, el storytelling no es una herramienta de comunicación, sino una forma de liderazgo ético, es el arte de contar historias para transmitir un mensaje de manera emocional y memorable. Es lo que da sentido a los gestos cotidianos y los convierte en legado. Como médicos, como ciudadanos, como taurinos, tenemos una responsabilidad: contar las historias que merecen ser escuchadas. Historias donde el valor no es espectáculo, sino verdad encarnada. Donde la estética no es ornamento, sino una forma de dignidad. Solo así el arte –y la vida– dejan huella.
También nosotros, los taurinos, debemos contar nuestras historias: no para justificar, sino para mostrar lo humano. Porque la verdad de un arte no se demuestra con estadísticas, sino con memoria viva. Si queremos influir en la sociedad, no basta con tener razón; hay que escuchar, comprender la perspectiva del otro y actuar con coherencia.
La lucha por los toros –y por la pluralidad cultural– vale la pena. Escuchar al doctor Joseph Sakran me dio ánimo y renovó mi espíritu para seguir defendiendo lo que creemos. En este tiempo de manipulación y censura, la respuesta no es el odio: es la verdad. Defender la tauromaquia no es tomar partido político, es actuar con sentido ético.