Prometimos ilustrar el paso de Manuel Rodríguez por plazas mexicanas con una selección de fragmentos textuales donde se relatan, recién celebrada cada corrida, las que el propio Monstruo consideró sus faenas cumbres en territorio nacional. Pero no sin antes cederle brevemente la palabra a José Flores "Camará", el cerebro detrás del trono imperial de Manolete, el hombre de gafas oscuras que reinventó el papel del apoderado llevándolo a niveles de influencia nunca imaginados. Puntos de vista éstos de Camará tomados de su diálogo, a principios de los años 70, con el escritor y periodista español Antonio Petit Caro.
"(…) Fue Méjico escenario, en opinión de Camará, de las dos faenas más grandes que Manolete haya hecho en los ruedos del mundo.
-Hizo muchas faenas grandes. Aquella del sobrero de Pinto Barreiro, por ejemplo (Madrid, 06–07–44). Pero, vamos, yo recuerdo especialmente dos de Méjico. La primera fue al toro "Manzanito", en una corrida en la que alternaba con Lorenzo Garza y El Ahijado del Matadero. La otra fue a "Platino", alternando con Pepe Luis y Procuna." (Petit Caro, Antonio. Por la puerta grande. Ediciones Marte. Barcelona. 1974. pp 34)
Lo de menos es que Camará, transcurridos tantos años, haya invertido la cronología de las faenas; lo esencial, que coincida con Manolete en la selección, así haya mencionado el Monstruo sus cuatro más grandes faenas mexicanas y el apoderado solamente dos, a las que sin embargo concede el rango de las mejores de cuantas en su vida realizó Manuel Rodríguez. Veremos –leeremos– cómo fueron descritas en su día tanto las de "Platino" y "Manzanito" como la de "Monterillo", el sobrero de San Mateo en la corrida inaugural de la Plaza México, y la del sexto de Xajay en Puebla, las cuatro obras mayores elegidas por su autor en la entrevista de Carlos Septién García publicada en El Gráfico (09-03-47).
Plaza México, 5 de febrero de 1946: "Monterillo" de San Mateo.
Crónica del Tío Carlos (Septién García): "Y salió el reserva. Un animal con un par de pitones de veras grandes. Manuel Rodríguez lo lanceó entre el escándalo de los porristas. Y cuando cogió la muleta fue a brindárselo al grupo que lo atacaba (…) sin desplantes ni bravuconerías. Tan seriamente como hace todas sus cosas. Y cuajó la faena más dramática que le hemos visto, la faena en que más ha toreado, también, dada la cabeza y el ímpetu del de San Mateo (…) Echó la muleta abajo tres veces, para recoger al toro. Y vinieron tres ayudados por alto de mucha exposición y alguna enmienda. Fue metiendo al toro en la muleta poco a poco. Y cuando lo logró hizo Manolete tres derechazos soberanos y un molinete entre los pitones (…) Y poniéndose la muleta en zurda toreó –toreó– en cinco naturales perfectos, templados, mandando en el toro como sólo sabe mandar Manolete; y, señores, rematados con el pase de pecho clásico, para que nadie diga que no sabe realizarlo (…) Hizo entonces su pase en cinco ocasiones, pasándose cada vez más y más cerca los pitones de "Monterillo". Y remató con un muletazo por abajo preciso, categórico.
Un pinchazo en buen lugar. Y después, tres derechazos viendo al público, perdiendo de vista al toro desde antes de que embistiera. Y otro pinchazo. Y tres más. Hasta que dejó todo el estoque delanterillo. A pesar de eso, una gran parte del público pidió la oreja (…) -¡Torero! ¡Torero! ¡Torero!...–gritaba aquella inmensa multitud mientras Manolete daba la vuelta al ruedo tan pausado, tan serio, como si nada de importancia hubiese hecho. (El Universal, 6 de febrero de 1946)
La destemplada actitud de parte del público se debió a que el bicho al que sustituyó "Monterillo" se había emplazado desafiante en los medios y pegaba arreones a quien se le acercara; la cuadrilla de Manolete maniobró entonces hasta forzar la devolución del astado –el pretexto fue que solo tomó un refilonazo–. La cosa fue tan evidente que la afición experta abroncó al matador y su gente, centralizándose la protesta en el combativo grupo de La Porra, el mismo al que Manuel Rodríguez brindó su posterior faena al reserva.
Toreo, 17 de febrero de 1946: "Platino" de Coaxamaluca
Crónica de "Flamenquillo" (Ricardo Colín): "Pero si grande estuvo el maravilloso torero cordobés durante la lidia de su primer toro, todo palideció ante las proezas que llevó a cabo con "Platino", el cuarto de la jornada. No se acomodó en los primeros instantes (…) Fueron cinco sus verónicas, enmendándose en la mayoría de ellas (…) Pero ya al quitar dio la nota aguda con dos lances de insospechada lentitud (…)
Luego… el desborde de toda su majestuosa grandeza al pasar de muleta. Como suele, empezó su labor con dos ayudados por alto. En el segundo de ellos, el bicho se le coló peligrosamente, propinándole fuerte palotazo. Entonces, en lugar de amilanarse se creció al castigo –digámoslo así– y ligó seis derechazos fabulosos, manteniendo, en cuatro de ellos, la vista fija en el tendido mientras su muñeca privilegiada iba guiando sabiamente la embestida del toro. La plaza entera se convirtió en un manicomio. Vinieron cuatro derechazos más, en los que hizo el toreo en forma asombrosa, para rematar con señorial firmazo. Y cuando su gigantesca talla torera ya no cabía en la plaza, se adornó a su gusto con la manoletina, volviéndonos a llevar a las cúspides de su arte en tres naturales sobrenaturales. Y entrando recto, volcándose sobre el morrillo, hundió el alfanje hasta el segundo apellido. Tardaba el toro en doblar, acudiendo entonces el Monstruo –nunca mejor empleado que ahora el calificativo– al descabello, que logró al segundo golpe.
Y las ovaciones duraron cerca de quince minutos. Sale sobrando decir que se le concedieron la oreja y el rabo, y que, de no prohibirlo el reglamento en vigor, se le hubiera otorgado también la pata del bravo astado. Las vueltas al ruedo se sucedieron (…) participando de una de ellas el ganadero Felipe González y de otra los espadas alternantes." (La Fiesta. 20 de febrero de 1946).
Téngase en cuenta que, al contrario del Tío Carlos, Flamenquillo no fue un manoletista incondicional sino un cronista bastante crítico con los deslices del maestro cordobés, que aun siendo tan grande no dejó de tenerlos a su paso por nuestro país.
Plaza México, 11 de diciembre de 1946: "Manzanito" de Pastejé
Crónica de "Flamenquillo": "Manolete borró de una sola plumada la fría y desangelada impresión de su tarde anterior (…) "Manzanito" se llamó el del lugar del honor. Y no hubo con él hazañas relevantes a la hora de torear de capa (…) Pero con la pañosa sobrevino lo extraordinario. A cinco naturales “manoletistas”, maravillosos, perfectos dentro de su corte, se agregaron los naturales de más alta calidad, los naturales a la manera de Lorenzo Garza. "Yo soy capaz de hacer eso", dijo el gran torero de Córdoba ¡Y cómo lo hizo! Arrojó la espadita de madera, dio el pecho, adelantó el engaño para dar mayor amplitud a la suerte y… ahí quedaron cuatro naturales de ensueño, definitivos, desquiciantes. A ellos hay que sumar un trincherazo soberbio y un ayudado por abajo, por el lado izquierdo, que nunca olvidaremos. Sobre todo eso tan bueno, tan puro, tan clásico, la media estocada y el descabello al primer envite. Y para Manolete fueron, en buena lid, la oreja y el rabo entre interminables aclamaciones…" (La Fiesta. 18 de diciembre de 1946)
Comentario de Luis Rey: "Manolete toreó por naturales con una naturalidad y una elegancia que no habíamos visto nunca. Manolete toreó por verónicas, por medias verónicas y ejecutó la suerte suprema dignificando el alto nombre que se le ha dado. Cortó una oreja en su primero por haber pinchado en una banderilla, y la oreja y el rabo de su segundo, máximos trofeos que se pueden otorgar en México. Lorenzo cortó la oreja y el rabo de cada uno de sus enemigos (…) ¡Con cuánta gallardía respondieron ambos a la tremenda importancia de su encuentro!” (Multitudes, semanario taurino. México, 19 de diciembre de 1946)
Toreo de Puebla, 26 de enero de 1947: sexto toro de Xajay
En la referida entrevista con El Tío Carlos, a pocos días de que Manolete abandonara para siempre nuestro país, el propio autor enfatiza lo a gusto que se sintió toreando con la mano derecha a un toro de Xajay en su mano a mano con Garza, en Puebla; puede deducirse que debió ser ésta su mejor faena en la provincia mexicana, al hermanarla Manuel con las tres anteriores, cuyo escenario fue la capital del país.
Crónica de Félix López Jr "Jarameño": "Manolete es y será el torero de las grandes ocasiones y el pundonor ejemplar. En esta corrida se esforzó en todo momento por conquistar el éxito, con el capote instrumentó ceñidos y templados lances, rematándolos siempre con su personalísima y admirable media verónica. Y con la muleta estuvo en Monstruo, toreando maravillosamente, sobre todo, al burel que cerró plaza y con el que le vimos una portentosa faena, coronada con fulminante estoconazo. Cortó orejas y rabo, dando varias vueltas al ruedo y escuchando interminables y merecidas ovaciones". (La Fiesta, 5 de febrero de 1947).
Lo que puedo decir –yo, que no había nacido aún cuando se celebró aquel festejo memorable- viene de los ecos que dejó entre mis mayores. Uno de ellos, el tío José Luis, afirmaba que Lorenzo dio una lección de toreo izquierdista que dejó con la boca abierta a su enconado rival. Y están, por otro lado, las expresiones de asombro de viejos aficionados ante la grandeza de Manuel Rodríguez, que había corrido con poca fortuna en sus dos anteriores presentaciones en el Toreo de Puebla.
Pero además existe un cortometraje de esta corrida, de ésos que pasaban en los noticiarios cinematográficos de la época y que, muchos años después, hemos podido ver por televisión. Asombra la sensación de futuridad que emana del toreo tanto de Garza, a través de sus inconfundibles naturales o sus elegantes derechazos a pies juntos, tras el muy garcista quite por gaoneras, como del arte señero de Manolete, en su quieto y majestuoso veroniquear, igual de templado y majestuosamente ligado que al torear en redondo por ambos pitones al toro de su apoteosis (…) Manuel Rodríguez paseó el rabo del sexto de Xajay, que según muestra la referida filmación envió una corrida de buen trapío, con por lo menos dos toros de triunfo.