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Muere Aurelio García Montoya en Sevilla

Jueves, 19 Jun 2025    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo   
Quien fuera novillero y vivió en México gran parte de su vida
Aurelio García Montoya falleció hoy en Sevilla, a los 84 años, como consecuencia de un cáncer linfático que afrontó con mucha entereza, y su partida deja un hondo pesar entre sus numerosos amigos, tanto mexicanos y españoles, derivado de la simpatía y generosidad de quien fuera un esforzado y valiente novillero desde comienzos de los años sesenta hasta entrada la década de los setenta.

Aurelio nació el 12 de noviembre de 1941 en Lérida, Cataluña, cuando sus padres se afincaron en aquella tierra del norte de España en los duros años de la posguerra. Alentado, como todos los toreros de su época, en conseguir prosperidad del toro, emprendió un duro camino como aspirante a novillero, cargado de aventuras y avatares, que lo llevó a las capeas y más tarde a las novilladas de pueblo.

Sin embargo, ante un panorama nada fácil, decidió emigrar a América. Y como tantos otros toreros, aquí encontró un refugio taurino, primero en las plazas de Sudamérica, donde vivió los pasajes más intensos de su azarosa carrera taurina, alentado por su enorme afición y un valor que lo hacía venirse arriba en los momentos complicados, sin dejar de lado ese latir gitano que corría por sus venas, como calé rubio, de buenos modales dentro y fuera de los ruedos.

Después de una intensa lucha taurina, Aurelio tuvo la oportunidad de debutar en la Plaza México por recomendación del maestro Paco Camino, hecho que tuvo lugar en la Temporada Chica de 1972, en la que consiguió torear hasta cuatro novilladas, incluido el Estoque de Plata, y no se salvó de resultar herido.

La primera tarde fue el 25 de junio, fecha en la que alternó con Gilberto Ruiz Torres y Luis Niño de Rivera, con novillos de Suárez del Real. Después de lidiar a "Irmeño", que fue el de su debut, dio cuenta de "Discutido", con el que dio una vuelta al ruedo.

Repitió el 9 de julio, al lado de Curro Leal y el propio Niño de Rivera, con ejemplares de Jesús Cabrera. Esa tarde Curro le tumbó el rabo a "Compadre", mientras que Aurelio se fue el hule con dos cornadas, las que le infirió el quinto, de nombre "Rimador".

Reapareció en el coso de Insurgentes el 3 de septiembre, en esta ocasión con Marcos Ortega y Manuel del Prado "El Triste", que esa tarde hacía su presentación ante novillos de Zacatepec. Y su último paseíllo en la plaza capitalina fue el 5 de noviembre de ese mismo año del 72, en la novillada por el Estoque de Plata que ganó Curro Leal tras dar la única vuelta al ruedo. En esa ocasión también actuaron Gilberto Ruiz Torres, Arturo Magaña, Marcos Ortega y Gabriel Soto "El Momo", con novillos de La Laguna.

Después de seguir algún tiempo más como novillero, y sin que se pudiera cristalizar la anhelada alternativa, decidió retirarse para ponerse a trabajar. Su enorme simpatía y responsabilidad lo llevaron a contactar con personajes de relieve, algunos de ellos de raza gitana, que le abrieron distintas puertas. Al cabo de los años fundó una exitosa empresa de seguridad que hoy administran sus hijos con la misma seriedad y profesionalismo con el que lo hizo Aurelio durante tantos años.

Una vez que se liberó de sus responsabilidades laborales, se dedicó a viajar y a ver toros y hace unos cinco años decidió mudarse a Sevilla, tierra donde vivió en sus primeros años cuando su familia regresó a Andalucía y ahí se envenenó de la afición a los toros.

Gran amigo de sus amigos, Aurelio será recordado como un hombre comprometido, sensible, de talante humanista, con unas convicciones como persona que ahí quedan como ejemplo de quienes tuvimos el privilegio de tratarlo y convivir con él en distintas circunstancias, con ese regusto por escucharlo hablar de toros y de toreros, de recuerdos y anécdotas, de tantas cosas, y percibir el contagioso entusiasmo que irradiaba su peculiar personalidad, dotada de una mirada luminosa y chispeante.

Desde aquí enviamos nuestras más sinceras condolencias a toda la gente que lo quiso, y especialmente a su esposa Mayra y a sus hijos Aurelio y Salvador, a la espera de que ese recuerdo de bonhomía que poseía Aurelio perdure siempre en sus corazones. Descanse en paz.


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