Mientras daba la última sesión del curso de marketing del MBA en diciembre pasado, se daban a conocer los carteles de la "Temporada de Reapertura 2025" en la Plaza Nuevo Progreso de Guadalajara. A pesar del júbilo entre los aficionados, los responsables de la plaza se limitaron a anunciarlo en redes sociales y con un comunicado, sin un esfuerzo mayor por involucrar a un público más amplio.
Mientras reflexionaba sobre esto, repasaba las preguntas que le acababa de recordar a mis alumnos: ¿qué estamos vendiendo? ¿a quién? ¿y cómo lo estamos comunicando? Les había dicho que un buen marketero debe cuestionarse si comprenden bien las percepciones y comportamientos de los clientes; además de dudar: ¿Hay un segmento de clientes objetivo claramente definido? ¿Está bien articulada la propuesta de valor? ¿Está claro el posicionamiento? ¿Están alineados los procesos de marketing (entendimiento del comportamiento del cliente, customer journey, las estrategias de comunicación y distribución, la medición del valor, por nombrar algunos)?
Para responder estas preguntas, los responsables del marketing deben basarse en datos sólidos y evitar generalizaciones que reflejen solo preferencias personales. Estos análisis ayudarán a enmarcar decisiones tácticas (lo que se conoce en comercialización como las 4 Ps: Producto, Promoción, Plaza y Precio) dentro de una estrategia de crecimiento del negocio.
Tengo la impresión que la industria taurina en México ha caído en una inercia en donde sólo le habla a los taurinos. No hay una adecuada segmentación. El problema de centrar la estrategia de comunicación en los taurinos es evidente. A nosotros no tienen que convencernos de asistir a los toros, ya somos un público cautivo. Estamos constantemente leyendo e investigando de tauromaquia. Tenemos chats, participamos en tertulias y grupos donde hablamos de toros. Pero somos una minoría y no tenemos el volumen suficiente para llenar las plazas.
La historia del espectáculo taurino señala que los booms se han dado cuando se ha conquistado al gran público, cuando hay un atractivo que es capaz de desbordar las fronteras taurinas y llegar a mucha más gente. Lo hizo Manuel Benítez "El Cordobés" cuando llegó a México; Eloy Cavazos con campañas apoyadas por una compañía tabacalera; Valente Arrellano, desplegando un toreo variado que, a veces, rayaba en lo temerario, pero con un carisma que cautivaba. Se logró también el año pasado en la Plaza México gracias al morbo de la prohibición.
Los expertos en mercadotecnia dirían que esto se puede conseguir en forma más permanente. Todo empieza con la segmentación, que es el proceso de dividir un mercado en grupos homogéneos de consumidores que comparten características, necesidades o comportamientos similares, para diseñar estrategias de marketing más efectivas.
Pensemos en posibles públicos: jóvenes rebeldes que buscan experiencias auténticas, seguidores del arte alternativo que podrían valoran la estética del toreo, turistas curiosos por profundizar en la mexicanidad, nostálgicos que recuerdan a sus abuelos en las plazas, o incluso quienes anhelan desconectarse del mundo digital para vivir algo profundamente humano. A estos grupos, la tauromaquia tiene mucho que ofrecer, pero no les estamos hablando.
Las empresas taurinas mexicanas se limitan a promocionarse en forma digital y por redes sociales. Esto que se conoce como marketing digital enfrenta dos grandes dificultades. Primero, la saturación de información. Los usuarios, bombardeados constantemente, suelen ignorar o rechazar la publicidad. Segundo, la dependencia de plataformas como Google, Instagram o TikTok, que restringen los alcances orgánicos y aumentan los costos. Y lo peor, los algoritmos perpetúan patrones al priorizar a audiencias ya interesadas, limitando el alcance a nuevos mercados. Así, la información sobre toros rara vez llega a quienes aún no conocen la tauromaquia.
La empresa gestora de la Nuevo Progreso tenía en sus manos una oportunidad invaluable: no solo anunciar carteles, sino convertir el lanzamiento de la "Temporada de Reapertura" en un movimiento social que involucrara a la sociedad, apelando al orgullo local, la defensa de la libertad y de nuestras tradiciones. Aprovechar para sumar a todos aquellos que se identifican con el rechazo a las artibrariedades para que apoyaran a los toros en Guadalajara.
El propósito marketing es identificar y satisfacer las necesidades humanas y sociales de manera rentable. En los toros, esto se traduce en plazas llenas. Si los tendidos están rebosados, no solo las empresas taurinas tendrán más dinero para organizar mejores espectáculos, sino que habrá más curiosos, lo que ayudará a la defensa y a la continuidad del espectáculo.
Los toros son una de las expresiones más antiguas de nuestra cultura y libertad. Para asegurar su futuro, es imprescindible que nuevas generaciones descubran su valor: no solo como espectáculo, sino como un espacio de reflexión sobre la vida, el arte y el desafío a lo efímero.
Como en el ruedo, el marketing exige valentía: romper con lo convencional y arriesgarse a explorar lo desconocido. Solo así la tauromaquia podrá resonar en el corazón de las nuevas generaciones. Porque la fiesta brava no es solo un espectáculo; es un arte que, a través del riesgo y la belleza, nos recuerda que en la transformación hallamos la plenitude. ¡Qué Dios reparta suerte!