Paco Camino fue el torero español con quien más veces en su vida alternó Manolo Martínez, y Manolo el mexicano con más paseíllos al lado del maestro de Camas (69, nueve de ellos mano a mano). Se recuerdan, sobre todo, las temporadas de ambos en la plaza "Santa María" de Querétaro, convertida en cuartel general del martinismo ante el alejamiento de su ídolo de las temporadas capitalinas comprendidas entre 1974 y 77.
Para entonces, ya Paco peinaba canas y vivía el de Monterrey sus años de madurez artística. Pero las primicias del encuentro entre ambos databan de un par de lustros atrás, con América del Sur como escenario de esa pugna entre dos grandes, que posteriormente pasaría por cosos europeos antes de concluir en México.
El antecedente
Camino y Martínez se encontraron por primera vez en un patio de cuadrillas en otra plaza venezolana, la de Maracay, el 19 de marzo de 1967. Estaban anunciados, junto con Curro Girón, para la segunda corrida de la feria de San José con un encierro tlaxcalteca de Reyes Huerta dentro del cual figuraba Larita (4o), que sería indultado tras excepcional faena del ex Niño Sabio de Camas. Manolo no alcanzó a verla –sí la de Girón a otro gran ejemplar reyeshuertino, el abreplaza, del que cortó las orejas, y presenció también la anterior de Paco, premiada con un apéndice– ya que, para entonces, se encontraba Manuel en manos de los médicos, intervenido de una peligrosa herida en el cuello causada por el tercero de la tarde, al que se empeñó en torear como si tuviera la pastueña condición del resto del encierro y no el sentido de lo duro de San Mateo. El de Monterrey permaneció en la arena, empeñado en estoquear a su heridor hasta que le faltaron las fuerzas y cayó desvanecido. Le llevaron la oreja a la enfermería.
Maracaibo, 17 de noviembre de 1967
El cartel inaugural era el más sonoro de la feria de Chiquinquira, toros mexicanos de Valparaíso para Paco Camino, Manolo Martínez y el local Héctor Álvarez. El lleno estaba asegurado. Eran los tiempos del "séptimo cajón" –si el ganado procedía de México, al menos un matador azteca tendría que anunciarse–, aunque la verdad es que los públicos del sur del continente acogieron con beneplácito a las figuras nuestras e incluso a algunos espadas de segundo orden, mañosamente contratados para reducir gastos por las empresas de participación hispana, que eran mayoría.
La marcha de este festejo, que levantó ámpula entre al afición mexicana, pudimos escucharla por radio en la voz de José Alameda. Como viajó con su camarógrafo, a la noche siguiente, en el acostumbrado Brindis Taurino, pudimos ver en video las cuatro faenas principales del festejo. El bisoño matador Héctor Álvarez, que apuntaba cierto clasicismo, prensado y seguramente impresionado por alternantes de tal envergadura, había pasado de puntitas, salvo por un varetazo sin importancia que el cierraplaza le propinó.
De las dos faenas que hizo Camino, con un astado blando y otro que resultó el mejor del encierro, la primera quedó en leves intentos y la otra, premiada con dos discutibles orejas, tuvo de todo, desde momentos de arte mayor hasta embarullamientos y adornos chabacanos que nunca hubiéramos imaginado en Paco –tómese en cuenta que su última campaña mexicana databa del año 64, y aun transcurrirían otros nueve años para que volviéramos a tenerlo entre nosotros–. El propio Alameda, al relatarlo tanto por la radio como en su programa televisivo, llamó la atención sobre este hecho inusual.
Manolo Martínez, que iba para arriba como la espuma de cualquier buena cerveza de su tierra natal, se acopló perfectamente con su lote –el quinto, un sobrero procedente de Las Huertas, más áspero y reservón en comparación con el de Valparaíso, que tuvo querencia a los adentros pero se dejó torear–. El público abroncó al juez por negarle la segunda oreja de este burel, que fue el de su presentación en Maracaibo y al que cuajó limpiamente entre el alborozo de la concurrencia. La petición que siguió a la muerte de su segundo menguó bastante cuando el puntillero marró repetidamente el cachetazo definitivo.
Nace el martinete
Para Alameda, el momento culminante de la primera faena de Manuel Martínez llegó cuando el regiomontano, al ligar el último derechazo de su segunda tanda, giró 180 grados erguido sobre las zapatillas para recibir la siguiente embestida con un largo y completo pase de pecho. Como repitiera varias veces la insólita suerte a lo largo de la tarde, el cronista hispanomexicano propuso nombrarla martinete, no sólo por cuanto pudiera aludir al apellido de su creador sino también por las resonancias "como de fragua gitana" que le transmitiera dicho remate, que nació como un giro acompasado, sin desunir las plantas ni flexionar las rodillas ni alterar la vertical –nada que ver con el giro vertiginoso y movido que tanto se ve ahora–, ligado sin solución de continuidad al de pecho derechista. Pocos días después, en su mano a mano con Capetillo en El Toreo de Cuatro Caminos, Manolo iba a trazarlo también con la izquierda como remate de algunas tandas de naturales.
Puntos de vista
Recojo comentarios aparecidos en los deportivos Esto y Ovaciones, de la capital mexicana. Sus autores los formularon luego de contemplar las faenas por televisión, igual que quien esto escribe.
Francisco Lazo
"Por lo que vimos en el film, Paco (Camino) no es el mismo (…) no apreciamos su toreo limpio, sus enemigos le atropellaron la muleta muy seguido. Sus trazos eran cortos y a ratos estuvo pueblerino, haciendo a un lado su innegable calidad de artista (…) A su primero no lo quiso meter en la muleta, se limitó a darle pases (…) Y en su segundo, más toreó al público que al toro. Los adornos de final de faena (…) los amontonó desde el principio, y a punto estuvo de salir comprometido de un molinete de rodillas (…) ¿Y los trofeos? Ya está visto que son baratos para determinados diestros en Venezuela. Porque la primera faena de Manolo bien merecía las dos orejas que el juez negó (…)
Por lo visto en el film, Manolo fue muy superior al de Camas. Su toreo limpio, largo en unos trazos y redondo en otros, fue dechado de temple (…) Y sus adornos fueron de buen gusto (…) Su segundo fue un tío difícil. Y Manolo lo toreó. Con todo su arte, que es mucho decir. Hubo petición, pero con echarle la culpa al puntillero (…) el señor juez volvió a quedarse con una oreja en el bolsillo. Pero eso es lo de menos. Lo de más fue lo otro: Paco tuvo que hincarse…" (ESTO, 19 de noviembre de 1967).
Cutberto Pérez
"Manolo ha dado cátedra de toreo al sevillano, quien siendo el mejor torero de España se vio nervioso y muchas veces atropellado frente al toreo cristalino, purísimo y bello del regiomontano. Manolo hizo caer de rodillas a Camino después de la faena de la oreja y de la injusticia, porque injusticia ha sido negarle la otra oreja que pedía la afición, y que está presente en el video-tape (...) En sus dos faenas –la de la oreja y la del peligroso toro de Las Huertas—mantuvo sitio asombroso, tranquilidad torera en los momentos críticos y mucho arte en los de inspiración (…)
Paco Camino bulló mucho así haya mostrado su milagrosa muleta de artista excepcional. Su nerviosismo y celo profesional ante el torero que tenía enfrente le hicieron caer de rodillas para dar pases altos y molinetes. Esto –nunca acostumbrado por el maestro de Camas– es señal de que se había dado perfecta cuenta del rival que significa el mexicano (…) Sacar de quicio al siempre calculador e inteligente sevillano equivale a ser tan grande como él. Y Manolo ya lo es." (Ovaciones, 19 de noviembre de 1967).
Por su parte Antonio Montes, corresponsal en Venezuela del mismo diario de circulación nacional, echó su cuarto a espadas en relación con la negativa de otorgarle la segunda oreja a Martínez: "Firmo y doy fe de la injusticia que se cometió ayer con Manolo Martínez, al negarle una oreja pedida unánimemente por el público, luego de una labor maravillosa, grande, torerísima (…) Preguntamos a la Comisión Taurina si es así como permite que un señor se siente en el palco de la presidencia para cometer injusticias, bajo ese cielo azul, limpísimo y hermoso nuestro, al que mancha con tan absurda ejecutoria" (íbid).
Corolario
Los comentarios transcritos pueden dar la impresión de exceso de pasión e incluso de parcialidad en favor del mexicano. Personalmente, doy fe, hasta donde lo permite aquel video en blanco y negro, que no hay en ellos exageración alguna. Realmente, Manolo Martínez, a dos años de su alternativa (07-11-65) estaba cuajando en artista excepcional sobre las tres vertientes clave del toreo: arte, valor y dominio. Si después, especialmente a la muerte de Pepe Luis Méndez, su descubridor y primer mentor, tiró por derroteros menos comprometedores, ese es otro asunto.