Cuando Juan Ortega presentó lo que será su temporada en México, me acordé de "Beauty: A Very Short Introduction", un libro que escribió el filósofo británico Roger Scruton. Y es que la fiesta brava produce muchas emociones, algunas están relacionadas con el miedo que provoca un toro agresivo, indómito, fuerte y de la capacidad de un ser humano de enfrentarlo y dominarlo; pero otras sensaciones tienen que ver con la belleza creada por el ser humano ante la acometida de esa bestia.
Hay una gran diferencia entre la belleza de la naturaleza y la creada por el ser humano. Aunque ambas son fuentes de contemplación estética, el arte requiere de la intención y creatividad humanas.
Scruton sostiene que el arte no ocurre por accidente. La belleza artística es una creación deliberada. Está guiada por principios estéticos y por el deseo de transmitir emociones o sentimientos a través de la forma, la estructura y los materiales que se utilizan. En el caso de Juan Ortega, los materiales son el capote, la muleta y, sobre todo, la embestida del toro que la transforma en exquisitez.
Juan Ortega demuestra que el arte no se trata de seguir reglas preestablecidas, de aprender la técnica o de copiar lo que hacen otros maestros. Implica, más bien, una innovación personal, una búsqueda por algo que no existe en el mundo natural y que no sería posible sin la intervención de ese artista particular. La creatividad introduce algo nuevo al mundo, una reinterpretación de la realidad que genera una experiencia estética. Por eso nos emocionamos con sus lances.
Tuve la oportunidad de ver a Juan Ortega en la pasada feria de San Marcos en Aguascalientes. Me cautivó la estética de sus movimientos, el saberle andar al toro y la suavidad del manejo de las telas. Dio una cátedra de elegancia, por desgracia, ante un desbravado y raquítico animal que el sevillano se esforzaba por mantenerlo en pie.
Para Scruton, lo que da belleza en el arte es la armonía entre forma y contenido. Criticaba cuando el arte se enfocaba solo en el formalismo, sin un contenido profundo. Como algunos toreros mexicanos que imitan a los españoles, enfocándose solo en la técnica. El proceso artístico auténtico, el que conmueve y llega al alma, es muestra del ingenio humano, de la capacidad de moldear la material y las ideas que reflejan algo más hondo.
Ahí está la diferencia entre Juan Ortega y los demás. La creatividad no es solo las distancias o un juego de formas, es la expresión de un designio que busca dar significado a la experiencia humana y transformar nuestra comprensión de lo que es bello o importante.
Juan Ortega anunció que estará presente en México y escribió en su cuenta de X (antes Twitter): "Si tenéis la oportunidad de ver toros en México aprovechadla, lo viven de una manera muy especial. Allá nos veremos".
En los carteles que mostró, además del águila y los colores patrios, anuncia que estará en Monterrey (13 de octubre), Aguascalientes (19 de octubre), Juriquilla (por definir), Morelia (2 de noviembre), Guadalajara (por definir), México (1 de diciembre) y León (por definir).
Me llamó la atención que México y León los pone en letras más grandes que las ciudades. También que dice que estará en Guadalajara. Ojalá que el juicio que pesa sobre los toros en Guadalajara pueda resolverse a favor de la tauromquia para que Juan Ortega se presente en este importante escenario de México.
Si bien a Juan Ortega lo hemos disfrutado en transmisiones digitales desde España, como se demostró cuando lo vimos en Aguascalientes, no es lo mismo estar en la plaza. La belleza artística tiene, ante todo, una dimensión comunicativa. El arte es una vía de comunicación entre el artista y el espectador que permite que las ideas, emociones y visiones del mundo sean compartidas de una forma que va más allá… El arte, cuando es bello, tiene la capacidad de hablarle directamente a los sentidos, creando una experiencia estética que transforma la manera que vemos el mundo. Eso es lo que promete el viaje de Juan Ortega por México. ¡Qué Dios reparta suerte!