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Ruedo: Zotoluco, cansó y se cansó

Viernes, 07 May 2010    México, D.F.    Heriberto Murrieta I Récord   
Opinión sobre el anuncio de la despedida del torero de Azcapotzalco

Ayer publicamos en el periódico Récord la noticia del retiro de Eulalio López “Zotoluco”, la más importante figura del toreo mexicano de los últimos años.

Eulalio tuvo el mérito de subsanar su falta de empaque con raza y su carencia de arte con técnica. Pasó de yunque a martillo, de torero cuña a figura, imponiendo su garra y una enorme confianza en su potencial.

Al despuntar a principios de la década pasada, espoleó a sus alternantes y triunfó tarde a tarde a golpes de corazón, sabedor de que cuando un torero secunda sus triunfos puede ganar en consistencia y perfilarse hacia la cima. Continuador del estilo seco de José Huerta y Mariano Ramos, ha pertenecido a la vertiente del poderío.

Una vez que alcanzó el título de figura, cayó en la predecible comodidad. No obstante que su tauromaquia granítica luce más con el toro enrazado, optó por lidiar ganaderías donde predomina el toro de conducta más suave, cambiando el sentido de su propuesta fibrosa y valiente. A un torero de su corte hubiera sido más emocionante seguirlo viendo en condiciones que realmente pusieran a prueba su capacidad.

Lástima que a últimas fechas aceptaba cualquier dinero porque su cotización había bajado dramáticamente. Empezó a devaluarse a raíz del desgaste, de su prolongado alejamiento de la Plaza México y de la preferencia de los empresarios por Arturo Macías a quien, entre paréntesis, sigue faltándole el paso decisivo para convertirse en la nueva figura del toreo mexicano.

José Manuel Espinosa, el maquiavélico apoderado de Zotoluco, engatusador por naturaleza, capaz de hacer grandes trapacerías en el ambiente de los toros, anunció la despedida del diestro y declaró: "El torero siente que mientras más se arrima, el público lo toma menos en cuenta". No nos dejemos engañar: aquí el que se arrima es el de Galapagar.

Y no es falta de reconocimiento sino el hastío del público que se cansó de su presencia. Ya no lo querían ver ni en pintura, y las bajas entradas en distintos escenarios al conjuro de su nombre así lo demuestran.

Le quedan treinta corridas en México antes del adiós. ¿Pues no que iba a ir a España? Fue un cuento con el sello de la casa.

h.murrieta@diariorecord.com



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