Han transcurrido 25 años de la alternativa del siempre pundonoroso torero sevillano Antonio Barrera, ceremonia de doctorado que tuvo lugar en la plaza española de Ávila en el marco de un cartel tan interesante como variado de conceptos.
Y es que Barrera recibió estoque y muleta de manos de Manuel Díaz "El Cordobés", en presencia del malagueño Javier Conde, quien le cedió la muerte de un toro de la ganadería de Juan Albarrán. Aquel día fue triunfal para el toricantano, pues le cortó las dos orejas al ejemplar de la ceremonia y desorejó también al que cerró el festejo.
El 11 de julio de 1999 inició una trayectoria marcada por la lucha constante de abrirse camino en los ruedos, pues nunca lo tuvo fácil. Decía El Pana que en el mundo del toro había que "insistir, persistir y resistir", algo que Antonio siempre tuvo más que claro, sin importar la cuota de sangre y fracturas que habría de pagar.
Es por ello que emprendió el viaje a México con un hatillo cargado de ilusiones y, en la ciudad de Guadalajara como refugio, emprendió una lucha a sangre y fuego para buscar, donde fuera y como fuera, la oportunidad de verle la cara al toro y mostrarse como el torero garra que siempre fue, y que acabó proyectándose a España desde México, país con el que mantiene estrechos lazos de cariño y amistad.
La gran recompensa llegó el 23 de diciembre de 2001, cuando de manos del maestro Miguel Espinosa "Armillita" confirmó en la Plaza México, bajo el testimonio de Alfredo Gutiérrez y ante astados de Javier Garfias. Una oreja de peso fue el balance para el joven espada hispano, que generó buenos comentarios entre los profesionales y aficionados.
De hecho, Antonio Barrera confirmó primero en La México que en Las Ventas de Madrid. El buen ambiente generado le granjeó la oportunidad de ratificar en la capital de España, lo que aconteció el 23 de mayo de 2002 y en el marco de la Feria de San Isidro, al lado de Fernando Cepeda y Uceda Leal, acartelados con un encierro de Guardiola. A la postre, la vuelta al ruedo fue muestra de una actuación entregada por parte del sevillano.
Al tiempo, Antonio fijó definitivamente su residencia en México, donde fue ganándose el respeto y el cariño de los diferentes estamentos que conforman la Fiesta mexicana. Finalmente, en nuestro país siempre encontró un lugar seguro y el impulso para torear más y mejor.
Porque desde los albores de su carrera taurina mostró carácter y una marcada inteligencia para moverse entre los complicados entresijos del ambiente taurino. Ya se percibía que, al tiempo, podría convertirse en un magnífico apoderado o gerente de una empresa.
Los pronósticos fueron válidos, pues Antonio anunció su retiro en 2012 y de inmediato se convirtió en el hombre de confianza de un figurón del toreo, como lo es Morante de la Puebla. Asimismo, ha participado de manera activa en la empresa de don Alberto Bailleres y, posteriormente, al lado de su hijo Juan Pablo Bailleres, llevando los asuntos taurinos de la familia en España.
A lo largo de los años, Barrera ha aprovechado su "capital taurino", conocimientos y habilidades, para aportar dentro de la tauromaquia mexicana y, por supuesto, también en su natal España, de tal forma que su influencia sigue siendo importante dentro del mundo del toro, con el que está comprometido, ahora desde otra faceta, prácticamente desde que soñó con ser torero.