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La tercia de los incómodos, en Madrid

Lunes, 01 Jul 2024    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Velázquez, Llorente y Silveti brindaron una tarde para el recuerdo
Antonio Velázquez, millonario en México y poco conocido en España, no dudó el ordenarle a su apoderado Manuel del Pozo "Rayito": "Si queremos arreglar la temporada hay que ir a Madrid. Al dinero que sea, pero con un encierro de garantías". El año anterior, 1951, Velázquez militó en las filas de los Dominguines y éstos lo presentaron en Vista Alegre, su feudo, pero no en Las Ventas. No quedó satisfecho con esto ni con el planteamiento general de su campaña y para el 52 decidió probar suerte con otro apoderado, quizá menos influyente pero más interesado en impulsar su carrera en la península. 

Y Rayito le correspondió con una corrida en Sevilla (22-05, por cierto triunfal para Antonio) y ésta de Madrid, anunciada para el domingo 22 de junio con toros de Juan Pedro Domecq, en terna con su paisano Juan Silveti y Rafael Llorente, el torero madrileño del barrio de Barajas.

De entrada, el hierro andaluz recibió el visto bueno del moreno diestro guanajuatense (León, 14−12−1920). Vale recordar que el convenio signado en 1951 por los sindicatos taurinos de México y España no se oponía a la programación de un corto número de festejos con mayoría de espadas foráneos, de ahí el doble toque mexicano en el cartel.

Triunfan los tres

No se equivocaron Rayito ni Velázquez en cuanto a la calidad de los bovinos de Juan Pedro Domecq. Terciados de trapío e incluso chicos para lo que hoy se estila, cada espada contó con al menos un astado propicio al éxito, lo que les permitió pasear una oreja cada quien. Triunfos de ley, alejados de los triunfalismos isidriles del mes de mayo. A propósito de lo cual cobra especial sentido este párrafo del cronista Giraldillo:

"Hacían el paseo tres toreros "incómodos", dos mejicanos y un español. Torero incómodo es aquel que no se amilana ni doblega, que no reconoce jerarquías y sale dispuesto a apretar a las figuras (…) Toreros del temperamento de Antonio Velázquez, Rafael Llorente y Juan Silveti resultan incómodos (…) Toreando con ellos hay que "jugársela". Y a jugársela salieron (…) Y la afición de Madrid, que llenaba la plaza, les ratificaba su simpatía concediendo tres orejas para los tres espadas "incómodos" que jugaban limpio y noble (…) Al terminar la corrida daban la vuelta al ruedo, aclamados, los dos mejicanos y el español." (ABC, 24 de junio de 1952)

Encierro de excelente nota

Acucioso analista de la bravura y de todo lo relacionado con el campo bravo, Areva juzgó así el juego de los astados de Juan Pedro Domecq y Díez: "La corrida resultó superior para los toreros. Bichos alegres, prontos, suaves y dóciles que, a excepción del tercero, se prestaron a cuanto con ellos se quiso realizar, yendo siempre al engaño con suma nobleza. Al primero se le dio la vuelta al ruedo, saliendo el mayoral a saludar requerido por el espada en turno."  (El Ruedo, 26 de junio de 1952).

Describió así el juego del abreplaza: "Cavador", número 31, negro, empujó y derribó en la primera vara (…) Codicioso arrancó a la segunda, recargando un rato y saliendo luego suelto, e intentó irse de la tercera, en la que le introdujo el picador un buen trozo de palo. Llegó a la muleta en admirables condiciones, alegre, celoso, suave y docilísimo. Toro ideal para el torero, premiado con la vuelta al ruedo. Del segundo de la tarde, con el que triunfó Rafael Llorente, Areva escribió: "Brujito", número 28, negro, no tuvo poder, doblando las manos cuatro veces a lo largo de la lidia (..) Recibió cuatro picotazos y llegó al tercio final pegajosillo, bravo y noble." A Silveti le correspondió un tercero "mansurrón y sin fuerzas (…) Llegó a la muleta soso, gazapón y frenado."; en cambio, el sexto le permitió cerrar la tarde triunfalmente. Era "Alcalde", número 62, negro, recibió tres varas, recargando y desmontando al picador en la primera, apretó celoso en la segunda y empujó en la tercera, poniendo de manifiesto fuerzas  escasas. Durante la faena de muleta dobló las extremidades en varias ocasiones, pero embestía con alegre y larga arrancada" (íbid).

Pesos de los toros

Tomados de ABC y su cronista Giraldillo: "432, 440, 439, 472, 596 Y 447 kilos."…Para que nos demos una idea de cuánto han cambiado los criterios de público, prensa, autoridades y veterinarios de entonces acá. Y no sólo en Madrid, el reglamento de México DF de aquella época prescribía como peso mínimo para toros 425 kilos y 325 para novillos. Y otro tanto ha ocurrido con los estándares de bravura, al grado de ordenarse la vuelta al ruedo de Las Ventas para los restos de un toro que salió suelto en varas, el abreplaza "Cavador".

La siguiente interesante y aguda observación no es de Areva sino del cronista-director de El Ruedo Manuel Casanova, que firmaba M. C.: "El quinto fue retirado al corral. Nos dijeron que por cojo (…) Pero ¿de verdad salen tantos toros cojos en Madrid? ¿No será que de estar algún tiempo en los corrales se entumecen de las patas o de las manos, y que a las pocas carreras podrían recobrarse? (…) Y ya se sabe, a toro cojo que se retira, toro grandote y manso que sale (…) El sustituto fue un toraco de Batanejos que pesó 596 kilos. Costó gran esfuerzo picarlo y resultó ilidiable".

Por lo visto, los madrileños de la época eran muy susceptibles a cojeras reales o supuestas pero no a diferencias de hasta 164 kilos entre toros de una misma corrida.

Y vamos con las revistas de prensa, reflejo de un acontecimiento realmente importante.   

Crónica de M. C. (El Ruedo)

"Antonio Velázquez, que tuvo con la capa momentos muy felices, especialmente en un quite por chicuelinas y otro con el capote a la espalda, hizo al primer toro una faena magnífica de aguante y estilo, tanto con la mano derecha como con la izquierda (...) La conjunción tuvo plástica, y cuando el mejicano acabó con el bravo "Cavador" de una estocada ligeramente defectuosa, el público le concedió la oreja de su enemigo, y el torero, al dar la vuelta al ruedo, tuvo el buen gusto de incorporar a su paso al mayoral de la ganadería (…) En el cuarto (…) Velázquez lidió bien, realizando otra buena faena que prolongó innecesariamente por lo que tardó en matar (…) Los aplausos lo alentaron a saludar desde el tercio.  

Rafael Llorente estuvo francamente bien en su primero. Bravo como el anterior, era más tardo. Había que arrancarle los pases y Llorente lo hizo desde buen terreno y basando la mayor parte de la faena en naturales con la mano izquierda y el pase de pecho (…) Entró a matar con buen estilo y dejó una gran estocada. Lidia redonda premiada con la oreja del de Domecq (…) ¿Cómo este muchacho, que hace un toreo tan verdadero y que consuma a la perfección la suerte de matar no torea con más frecuencia? La explicación no sería ni pronta ni fácil, pero debería llamar a la reflexión…

Juan Silveti, que era en principio la base del cartel, no tuvo suerte en su primer toro (…) de arrancadas inciertas, a causa de algún defecto visual, era para desesperar a cualquiera (…) Silveti no se desesperó, toreó bien con el capote, hizo una faena de muleta con mucha compostura, sorteando las embestidas bruscas, y entró a matar por derecho (…) Recibió al sexto con unos lances finísimos y redondeó una faena de muleta lucida, alegre, en la que se ciñó mucho y sacó muy limpios los pases (…) Silveti hace un toreo "por las buenas", todo ritmo y pureza (…) y en contra de esa carrera de invenciones a la que los toreros nuevos se han lanzado, el mejicano da un pase con la derecha que termina, al cambiarse de mano, en uno de pecho con la izquierda verdaderamente torero y espectacular (…) Toda la faena fue aplaudida, y aunque después de la estocada hubo de intentar por dos veces el descabello, el público, que había disfrutado tanto la obra del torero, su sitio y su arte, pidió con gran insistencia que le concedieran la oreja, como así ocurrió. Y en la ovación que se le tributaba Silveti enlazó a sus compañeros y los tres dieron entre el contento del público la vuelta al ruedo." (El Ruedo, íbid). 

Crónica de Giraldillo (ABC)

"Traía Antonio Velázquez rumbo de gran torero, que sabe dónde está su puesto y va por él (…) Toreando por verónicas con mucho temperamento logró la primera ovación (…) La faena ha sido muy completa, jugando alternativamente la derecha y la izquierda con temple y sabor (…) Estocada dada con gran decisión, rueda el toro y todos piden la oreja, que se concede (…) El cuarto, estropeado por un espontáneo, llegó difícil a manos de Antonio (…) Faena inteligente y valerosa (…) con seguridad de torero hecho y derecho, domando la bronca embestida (…) Dos pinchazos y estocada que mató sin puntilla (…) Ovación y saludos.

El tercero era un toro burriciego de peligroso frenaje (…) Toro de "¡a matar y pronto!", como pidió el público, con el que Silveti expuso de más (…) El sexto traía una cornamenta para imponer respeto. Juan lo veroniqueó con arte (..) Comenzó la faena con unos pases por alto templadísimos (…) Como decía, la res tenía buenos cuernos, en esta época de toros cornicortos y a veces recortados. Pues entre esos cuernos fue la alegre y valiente faena de Silveti, segura y artística (…) Pases con la izquierda y de pecho, sacando los cuernos del toro del borde de la chaquetilla (…) Entrando con muchos arrestos logró la estocada. Descabelló al segundo golpe y la gente, entregada al arte del torero, pidió con insistencia la oreja, que concedió el presidente (…) La corrida concluyó dando la vuelta al ruedo los tres espadas entre el aplauso general". (ABC, martes 24 de junio de 1952)

¿De qué sirvió? 

Después de su gran tarde madrileña. Antonio Velázquez no volvería más a Las Ventas. Juanito Silveti, que venía de triunfar en San Isidro con un corridón de Pablo Romero del que tuvo que despachar cuatro toros por cornadas de Rovira y Pablo Lozano, torearía una más en Las Ventas, la histórica del Montepío de toreros en la que de nuevo salió en hombros, con Antonio Bienvenida y Manolo Carmona (12-10). Su estadística venteña, entre 1951 y 54, es rotunda: nueve actuaciones, siete orejas y dos puertas grandes.

A pesar de sus claros éxitos madrileños, Juan Silveti Reynoso sólo pudo sumar 20 corridas en la temporada europea de 1952, en la que Velázquez toreó un total de 14 y Rafael Llorente solamente 13 festejos. Vaya con los "incómodos".


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