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El triunfo de Curro en La Beneficencia

Lunes, 03 Jun 2024    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
"...Puso voluntad, quietud y a veces arte del bueno..."
El último matador mexicano en torear en Madrid una corrida de Beneficencia había sido Fermín Espinosa "Armillita", una figura consagrada (30-05-45). ¿Cuál sería la razón por la que la Diputación Provincial de Madrid le ofreció un puesto en su emblemático festejo anual a Curro Rivera, que aún no cumplía veinte años y a quien tres meses antes nadie conocía en España? 

Pues que tenía en su haber un San Isidro sin fisuras –oreja en sus dos tardes, dejando sin aliento a las figuras con las que alternó–, y ya antes, en Castellón, Valencia y Sevilla, se había alzado como máximo triunfador sin  importar que sus alternantes se llamaran Bienvenida, Ordóñez, Camino, Paquirri, Dámaso González, Andrés Vázquez, Ángel Teruel… Tratándose de matadores mexicanos, habría que retroceder cuando menos un cuarto de siglo para encontrar un palmarés semejante. Y en eso aparece en España Francisco Martín Rivera (México DF, 17–12–1951), agita su abundante cabellera oscura, empieza a devorarse toros y toreros y se pone de moda.

Durante casi todo el siglo XX, la Beneficencia se organizaba enseguida de la isidrada y a partir de los resultados de la misma. Y en este 1971 se impuso como presencia ineludible la del maestro Antonio Bienvenida, que con casi cincuenta años acababa de reaparecer, reanudando su añejo idilio con la afición madrileña, que lo encontró más asolerado y firme y se entregó sin reservas a su arte. La tarde de su reaparición le había confirmado la alternativa precisamente a Curro Rivera y triunfaron ambos al lado de Andrés Vázquez con una corrida muy seria y noble de Samuel Flores (18–05–71). 

Pero su éxito definitivo llegó en la tarde del concurso de ganaderías en que, por cornada del propio Andrés Vázquez, tuvo que despachar cinco toros y se alzó con cuatro orejas (30–05–71). Igual o mejor que en sus buenos tiempos. Como reflejo casi inmediato, la Diputación madrileña lo contrató para su corrida. También optó, sin votos en contra, por ese joven mexicano que era ya sensación. Y aunque en principio había pensado en una tercia, al resultar herido Andrés Vázquez los organizadores decidieron dejar mano a mano a Bienvenida y Rivera con toros sevillanos de Felipe Bartolomé. La corrida se celebró el jueves 3 de junio de 1971.

"Curro Rivera ahogó al maestro Bienvenida"

Así encabezó El Ruedo la página dedicada al juvenil espada, cuya actitud lo llevó al triunfo al tiempo que el hijo del Papa Negro se eclipsaba. El popular semanario había adoptado la costumbre de ofrecer sobre todo material fotográfico de las corridas isidriles, acompañado de reseñas sumamente escuetas. Aquí la dedicada a la actuación de Currito Rivera en la de Beneficencia:

 "Curro Rivera se aplicó a su menester y confirmó el buen estilo evidenciado en sus dos comparecencias anteriores. Puso voluntad, quietud y a veces arte del bueno sin prescindir del valor. Cortó la oreja del segundo de la tarde por una faena porfiona, sin rectificar terrenos. Perdió la del cuarto por matar de media lagartijera, pinchazo y estoconazo traserillo. Y cortó la del sexto bis tras instrumentar faena vistosa, aunque no ligada, y matar con seguridad. Lo pasearon en hombros por el redondel antes de subir al palco de su Excelencia donde éste le agradeció el brindis". El brindado de referencia no era otro que el vitalicio Francisco Franco, presente siempre en Las Ventas en toda corrida de Beneficencia.

Crónica del ABC

"Beneficencia. Tarde de lluvia que se abrió al sol para que la gente acudiera a Las Ventas. Cartel grato, aunque se lamentara la ausencia de Andrés Vázquez. Banderas y gallardetes. Lleno absoluto (…) Los toros de Santa Coloma bonitos de estampa pero de escasa presencia no respondieron a las expectativas (…) Mostraron a veces su casta, pero la verdad eran muy toreables (…)

Curro Rivera había dejado buen sabor de boca en la pasada feria de San Isidro. Venía con ganas. Hizo gala de su valor, pero también es verdad que su arte no queda muy fuera de los cánones habituales. Se estiró con el capote en algunas ocasiones, cediendo terreno casi siempre. También tuvo detalles que eran como rayos muy cortos de sol en medio de la tarde anubarrada y gris. Desde luego, hay que elogiarole cosas meritorias. Por ejemplo, su serenidad ante los toros. Esos cinco pases por alto sin moverse al segundo de la tarde. A veces contorsionó demasiado la figura; a veces se estiró con limpieza (…) Puso voluntad, puso valor y en su haber hay que acreditar una buena carga de mérito. Espléndida estocada la de su primero. La faena no había sido muy brillante, pero quizá los arrestos que puso al matar le valieron la oreja (…) Con el cuarto se ciñó en corto, sin apreturas, sin mando (…) En el sustituto del sexto llovía (…) El toro tenía muy buenas defensas, Rivera se creció y se olvidó del gris, de la lluvia y de la hora. No fue faena variada, pero consiguió algunos pases excelentes con la derecha y con la izquierda, y sus desplantes, sus adornos, tuvieron gracia y belleza. También cortó una oreja y fue despedido con aplausos, negados a Bienvenida. Eran las ocho y llovía…" (Andrés Travesi. ABC. 8 de junio de 1971)

Un poco contradictorio el cronista que suplió a Antonio Díaz-Cañabate. Más o menos como la tarde, indecisa entre el sol y la lluvia. Y un sexto bis, "Niño" de nombre, que por poco invade las barreras del 9 mediante un salto colosal sin tocar casi la valla del callejón. El incidente arrojó varios lesionados, entre ellos el banderillero Rubichi, fracturado del antebrazo derecho. Hasta un diplomático norteamericano sufrió escoriaciones. A ese toro, Curro le cortó su segunda oreja, contraseña de esa puerta grande tampoco mencionada por el cronista.

En cuanto a Antonio Bienvenida, se le notó incómodo toda la tarde y tirando a salir del paso. Para el mismo reseñista de ABC "Aún tenían los espectadores el regusto de su buen hacer con cuatro toros. Pero la tarde era gris y gris el ánimo de Bienvenida. Tenía que lidiar tres bichos y podía hacerlo, como se demostró hace unos días. Pero no quiso (…) Con el capote estuvo a la defensiva, aunque algún lance cuajara. Y con la muleta se encerró en los dos pases, sin poner ni calor ni alegría en el toreo (…) A la hora de matar se achicó también, y se salió feamente de la suerte". (íbid),

Un San Isidro amexicanado

Ese año, el caricaturista de un diario madrileño acompañó su viñeta –un torero con sombrero charro—con este sencillo pareado: "Con Méjico se estrechan lazos: Lomelín, Rivera y Cavazos". Y la feria empezó con el acapulqueño en hombros por la Puerta de Madrid –había desorejado Toño Lomelín a dos buenos mozos de Alonso Moreno de la Cova (15 –05 –71)—y concluyó, si admitimos la de Beneficencia como una suerte de apéndice de lujo de la isidrada, con otro mexicano, Curro Rivera, haciendo en andas el mismo recorrido triunfal. En el ínterin, Eloy Cavazos, en su confirmación de alternativa (20 –05 –71), corrió con la misma suerte, aunque ésta le volviera la espalda a los pocos días cuando uno de Galache lo hirió de gravedad a la altura del pecho (23 –05 –71). 

Curro Rivera, por su parte, figuró en dos de los carteles más postineros y en ambas ocasiones salió avante, tanto en su ya mencionada tarde de su presentación –a oreja por coleta él, Antonio Bienvenida y Andrés Vázquez—como en su repetición, alternando nada menos que con Antonio Ordóñez –que también cortó oreja- y Paco Camino (25–05–71); esa tarde, un toro del Duque de Pinohermoso le causó a Ordoñez una lesión grave en las cervicales que terminaría por retirarlo definitivamente de los ruedos a los pocos meses (San Sebastián, 12–08–71, por cierto con el mismo cartel de toreros –toros de Pablo Romero– y de nuevo Curro Rivera como triunfador máximo).

Para redondear el toque inequívocamente mexicano de aquel San Isidro histórico, la ganadería San Miguel de Mimiahuápam, asentada entonces en el estado de Tlaxcala, corrió el único encierro completo que una divisa nuestra haya lidiado en Madrid; resultó uno de los mejores de la feria, con vuelta al ruedo a los restos del cuarto, "Amistoso" de nombre, no bien aprovechado por Victoriano Valencia, y Antonio Lomelín cobrando a ley la oreja de "Cariñoso", su primero, muy bueno también (22–05–71). José Luis Parada fue el otro alternante. El rejoneador Fermín Bohórquez Escribano, que abría plaza, sufrió un percance en el que la oportuna intervención de Antonio Lomelín lo hizo  acreedor al trofeo "Maite" al quite de la feria.


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