La presente semana se vivirá sin toros, no obstante que el calendario taurino suele programar festejos a lo largo de todo el año. Sin embargo, la jornada electoral del próximo domingo 2 de junio, y su trascendencia de futuro, acapara la atención de los mexicanos.
Aunque la Fiesta Brava es apolítica, y esa es una de sus mayores riquezas, ya que se trata de una tradición cultural que le pertenece al pueblo, en los últimos tiempos no ha dejado de ser una temática muy apetecible para determinados políticos, que han buscado sacar clientela electoral originada en la controversia que genera y la atención mediática que eso lleva de la mano.
Y con el amplio debate público abierto a raíz de la suspensión de casi dos años sin toros en la Plaza México, que se cumplen en estos días, hoy más que nunca los taurinos debemos enviar un mensaje de respeto y libertad, dos conceptos que forman parte fundamental de cualquier sociedad madura que se precie de ser democrática.
Asimismo, la negativa de la suspensión definitiva que se publicó ayer en la Ciudad de México, viene a ser otra razón de peso que siga abonando a la consolidación de la legalidad de la tauromaquia, y que los jueces se abstengan, de una vez por todas, de querer seguir legislando desde su posición.
Independientemente de cuál de las dos candidatas gane la presidencia del país, o los miles de cargos de elección popular que estarán en disputa este domingo, el sector taurino tiene la obligación, y también la enorme responsabilidad, de seguir exigiendo con argumentos de peso, el libre desarrollo de la personalidad y la permanencia de una expresión cultural de hondas raíces.
Por otra parte, valdría mucho la pena hacer hincapié en la existencia de distintas declaratorias de Patrimonio Cultural Inmaterial a favor de los toros, y encontrar el camino más adecuado para reforzar el espíritu de las mismas, en esos ocho estados del país donde la Fiesta es entendida, precisamente, como un patrimonio de estas regiones.
Paralelamente, hay que insistir en la relevancia del ecologismo que emana de la crianza del toro de lidia, así como la derrama económica que representa para muchos sectores de la población, tanto en las zonas rurales como en infinidad de poblaciones de variada condición.
Y ojalá que, tras la lógica especulación que antecede a un proceso electoral de esta envergadura, la actividad taurina siga su curso con el claro objetivo de hacer valer nuestros derechos como aficionados, en un México donde se respeten las garantías constitucionales y se haga valer el estado de derecho del que se desprende la legalidad de un espectáculo que representa un rasgo de identidad para millones de personas.