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Un año sin Rafael Ortega

Jueves, 09 May 2024    CDMX    Jorge Raúl Nacif | Foto: Landín-Miranda   
"...Su ejemplo permanecerá indeleble y, sobre todo, el noble..."
Más de 365 días han pasado desde aquel gris 8 de mayo en el que, de manera tan repentina como desconcertante, murió en Estados Unidos el maestro Rafael Ortega, dejando tras de sí una estela que enmarcó toda una época en la historia reciente de la tauromaquia mexicana.

Profesionalismo es quizá la palabra que mejor describe la trayectoria taurina del tlaxcalteca, un hombre íntegro que emergió de una familia desde siempre ligada a la Fiesta Brava a través de diferentes facetas, de tal guisa que desde pequeño supo captar la esencia de este rito milenario y la responsabilidad que conlleva asumir la vocación de ser matador de toros.

Rafa, como cariñosamente le llamaban sus amigos -que no fueron pocos-, nunca quedó estancado en la interpretación de su tauromaquia. Por el contrario, mostró una evolución constante delante de los animales bravos, sin pausas, pero tampoco con las prisas propias "de los delincuentes o los malos toreros", como reza una popular sentencia taurina.

Al concepto alegre y variado que plasmó desde novillero, poco a poco le fue sumando el asentamiento que sólo puede germinar gracias al temple. Y si en los albores de su carrera el objetivo era puntuar frente a la galería, la madurez le permitió torear más "para él mismo" y profundizar en la interpretación de las suertes en los tres tercios de la lidia.

Resulta factible que su amistad con el maestro madrileño José Miguel Arroyo "Joselito" influyera de manera positiva en esta evolución.  Sin perder un ápice de su esencia, la adaptabilidad fue clave para permanecer más de dos décadas en el gusto de la afición y resolver, con sobrada dignidad, aquel duro día de su confirmación Las Ventas de Madrid.

Fue Rafael Ortega un torero aguerrido y que no se dejaba ganar las palmas. Jamás le rehuyó a la rivalidad en los ruedos; como muestra, el botón de la competencia con Eulalio López "Zotoluco", que incluso les llevó a enfrentarse en innumerables mano a mano por toda la República Mexicana y a protagonizar, incluso, una riña a los golpes en el hotel donde se hospedaron tras una tarde de toros.

Toreros como Rafa siempre harán falta y su recuerdo debe convertirse en un espejo en el que se miren las nuevas generaciones de lidiadores mexicanos. Un año sin Rafael Ortega, es verdad, pero su ejemplo permanecerá indeleble y, sobre todo, el noble espíritu de un ser humano honrado.


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