El 5 de mayo de 1862, un bien pertrechado ejército francés de cinco mil hombres intentó tomar por asalto la ciudad de Puebla, llave de entrada a la capital del país, de la que la separan unos 120 kilómetros. Entre las fuerzas que resistieron y repelieron el ataque, obligando al invasor a retirarse precipitadamente, tuvo participación crucial el batallón Libres de Puebla, integrado por voluntarios llegados de la Sierra Norte del estado cuya bravura y entereza asombró a propios y extraños, pues se batieron a pie firme utilizando un precario armamento y con atuendo no militar, en su caso el típico calzón de manta usual en el medio rural de la época, y como calzado huaraches artesanales de la región.
La tradición oral ha llamado a ese contingente zacapoaxtlas, gentilicio que corresponde a un pueblo serrano cercano a la ruta Puebla-Veracruz que ya conectaba al puerto con México-Tenochtitlan desde épocas precortesianas. Pero las consejas populares no necesariamente coinciden con la realidad. Zacapoaxtla era a la sazón un enclave típicamente mestizo, dominado por clero y comerciantes hispanos con caciques locales a su servicio, todo lo cual le proporcionaba un talante marcadamente conservador. No habría podido aportar al Ejército de Oriente –comandado por el general Ignacio Zaragoza y responsable de la defensa de Puebla a nombre del gobierno republicano de Benito Juárez – el contingente de voluntarios nacionalistas llegados del norte del estado.
Las pesquisas de los historiadores han concluido que los mal denominados zacapoaxtlas procedían más bien de Tetela, población ubicada en lo más recóndito de la serranía poblana y famosa por el carácter insumiso de sus habitantes, mayoritariamente indígenas en aquel tiempo. Aun hoy, en pleno auge del extractivismo, Tetela de Ocampo –denominación oficial en homenaje al patriota Melchor Ocampo, jurisconsulto juarista de ideas avanzadas— es un importante bastión de resistencia contra la voracidad de las compañías mineras, ávidas de los productos del subsuelo que la industria cibernética reclama. Ahí nació José Huerta Rivera (24 –01 –1934), destinado a emigrar muy joven a la capital del país, donde su hermano mayor había instalado un modesto negocio de productos avícolas y precisaba la ayuda de brazos fuertes y activos para hacerlo crecer.
Aquel jovencito nacido en la Sierra de Puebla, que nada sabía de la existencia de la fiesta brava, quedaría subyugado al primer contacto con ella, espectador casual en la Plaza México. Su optimismo adolescente interpretó aquel choque como una epifanía, que lo llevaría hasta el maestro Heriberto García, antiguo matador dedicado a transmitir sus conceptos taurinos a chavales embarcados en el ensueño de convertirse en figuras del toreo. Arduo camino y vana ilusión para la mayoría. Pero no para el futuro León de Tetela.
De México a España
Algo, un empuje inusual, habrá notado Heriberto en aquel pupilo suyo de tez morena y aspecto serio que lo llevó a probarlo cuanto antes por placitas de la periferia; su estoica reacción al bautismo de sangre, en Cuernavaca, lo convenció de que ya estaba maduro para la México. Y el 16 de mayo de 1954, en su debut, el poblano le cortaba la oreja a "Trapero", de Juan Aguirre. Huerta continuó creciendo, contrapunto y pareja de Amado "El Loco" Ramírez, aquel efímero pero poderoso tirón de taquilla.
Al año siguiente, Huerta se presentaba en España. Su estreno novilleril fue precisamente en Jerez (02 –05 –55), y como su campaña fuese a más –acogido con suma simpatía nada menos que por don Juan Belmonte –, iba a cerrar la temporada tomando la alternativa en Sevilla durante la feria de San Miguel, de manos de Antonio Bienvenida y con Antonio Vázquez –de la dinastía de San Bernardo—como testigo. Sin más preámbulo iba a pasear por el albero la oreja de "Servilleto", de Felipe Bartolomé, el toro del doctorado (29 –09 –55).
Embalado, Huerta hizo campaña española en los dos años siguientes y sólo cortó su buena racha la ruptura de relaciones entre las torerías de ambos países de octubre del 57. El intercambio se reanudaría hasta 1962, siendo ya Joselito Huerta figura señera en su país. Tan era así que sólo se decidió a volver a torear en España para 1964. Lo que sigue es la historia de la corrida de su reaparición en la península que alumbró al toreo moderno.
Jerez de la Frontera, 1 de mayo de 1964
Primera corrida de la Feria de Primavera, toros de Fermín Bohórquez, de Sevilla, para Miguel Báez "Litri", Joselito Huerta y Luis Parra "Jerezano" que toma la alternativa. Litri acaba de reaparecer, luego de un paréntesis de ocho años, dando muestras de gran madurez y reposo. Jerezano es un novillero de estilo tan clásico que Antonio Ordóñez, retirado de los ruedos, lo ha tomado como pupilo, apoyándolo en todo hasta conducirlo a una alternativa de lujo. Huerta, figura máxima en México, intenta resarcir los prestigios del toreo de su país, en entredicho tras las flojas campañas de Alfredo Leal y Manuel Capetillo en años anteriores. Hay lleno en la plaza, que reúne a lo mejor de la afición del sur de Andalucía.
Crónica de El Ruedo
"Seis toros de don Fermín Bohórquez (…) buenos para el ganadero excepto el cuarto, que fue manso, y difíciles para los toreros, excepto el quinto. Luis Parra "Jerezano", de grana y oro, tomó la alternativa de manos de Litri. (…) En el primero, el de la ceremonia, hubo quites de los tres espadas y auguramos una gran tarde de toros (…) Faena de buena factura a un toro con peligro por el izquierdo. Al entrar a matar salió empitonado sin consecuencias (…) En el sexto vuelve a estar lucido con la capa. Faena clásica, cargando muy bien la suerte en los derechazos y los naturales. Gran estocada, que hizo innecesarios los servicios del cachetero. Dos orejas y rabo y varias vueltas al ruedo.
Miguel Báez, de grosella y oro, ha vuelto tan valiente como se fue. Y más torero (…) En su primero, faena completa: cinco ayudados sin enmendarse, naturales, más naturales y giraldillas mirando al tendido. No acertó con el pincho (…) Del cuarto, con el que volvió a estar muy bien y agarró una gran estocada, le concedieron las dos orejas.
Joselito Huerta, de crema y oro, recibió a su primero con unos lances elegantes. Con la franela dominó a su enemigo con unos pases por bajo, para continuar por derechazos largos, naturales corriendo la mano y manoletinas. Mató superiormente, de media, y le concedieron la oreja. En el quinto, verónicas al agrado de todos. Derechazos limpios y muy bien rematados con pases de pecho. Pases con la izquierda de perfecta ejecución. Más naturales, esta vez cargando la suerte y pasándose al toro por la faja. Mató de gran estocada y le concedieron las dos orejas y en rabo. Los tres espadas salieron en hombros." (El Ruedo, semanario. 5 de mayo de 1964)
Impacto de la noticia
Con alborozo se recibió en México la información de la apoteosis huertista en Jerez, la escala inicial de su campaña española. Juan Pellicer Cámara, el juez que había sacado el pañuelo para otorgarle su primer trofeo auricular en la capital al incipiente novillero poblano el día de su presentación en la Plaza México, acusó con júbilo la noticia: "Eso se llama presentarse. Lo demás, lo de los demás, es apenas llegar. Pero lo que es presentarse y armar la grande es eso que ha hecho JOSELITO HUERTA (mayúsculas en el original) en Jerez de la Frontera anteayer, donde cortó tres orejas y un rabo, saliendo de la corrida como máximo triunfador. Quisiéramos ver las caras de los habituales protestantes que tan fielmente siguen, o más bien persiguen, al gran torero de la Sierra de Puebla. Son unos cuantos, no muchos, porque el grueso de la afición está con Joselito Huerta (…) Son esos pocos, certificación de su valía, los que han querido oponerse al torerismo, al valor y al arte del formidable torero poblano (…) Pero la tarde completísima, la victoria rotunda, el triunfo absoluto de anteayer en Jerez significa también el triunfo de la torería mexicana, representada magníficamente por Joselito Huerta.
Alternó HUERTA con EL LITRI que, según dicen, viene comiéndose la lumbre a puños, y con JEREZANO, alternante peligroso como son todos los alternantes en su propio terruño. Litri salió a no dejarse ganar la pelea y le cortó las dos orejas a uno de sus toros. JEREZANO, que recibía la alternativa, le cortó las orejas y el rabo al sexto de la tarde. Como se ve, fueron dos alternantes muy "cómodos". El poblano le cortó la oreja a su primero y las dos y el rabo al otro y así, sin dejar lugar a dudas, ratificó su categoría en su primera actuación en este nuevo capítulo de su carrera taurina en tierras españolas". (Juan de Marchena, ESTO, 3 de mayo de 1964)
Rabo al "temple inverosímil de México"
Ya han muerto "Juguetón" y "Lanzafuego". La incertidumbre ha sido reemplazada por la seguridad de un triunfo que mucho ha significado para el torero, hasta el punto que la cabeza del noble Bohórquez "Lanzafuego" será expuesta en algún lugar de su casa en México. Para aquellos que gustan de las efemérides, estaba marcado con el número 23, era negro zaino de pelo y pesó 450 kilos. En él vimos los momentos de mayor clase de la corrida –aunque lo más meritorio lo hiciera el mexicano con su difícil primero porque le cortó una oreja pese a sus embestidas inciertas, su bronquedad y su genio, tras matarlo de media lagartijera—si no en la totalidad de la faena, por el exceso de castigo en varas, sí en sus series de redondos y especialmente en sus naturales, trazados con el inverosímil temple que se imprime en México al toreo, porque ese toro tuvo en aquellos momentos la suave y difícil embestida de un toro mexicano, al que hay que acompañar con esa enervante y bella lentitud que este joven y ya veterano maestro que se llama Joselito Huerta ha sabido darle. De ahí su triunfo y la emoción de los tendidos, entregados a su arte. El acero se clavó arriba y mató sin puntilla para lograr la concesión de las dos orejas y el rabo y el redondeo de un magnífico debut que es la firme promesa de una figura". (Juan de Asenjo. ESTO, 5 de mayo de 1964).
Dura y triunfal campaña
Con José Huerta, el México taurino recobró en la patria del toreo su antigua dignidad. Pero no fue una campaña fácil la de José, que salió airoso de San Isidro, dio grandes tardes a la afición de Valencia y tuvo éxitos incontestables en casi todas sus actuaciones; si sólo consiguió sumar 29 corridas se debió a la grave cornada de Bilbao (28 –08 –64, por un toro de Buendía-Santa Coloma), donde acababa de triunfar tres días antes al lado de Diego Puerta y El Cordobés.
La mejor prueba de su victoriosa reaparición en ruedos españoles fue que se trajo a México el contrato para las principales ferias de 1965, empezando por Sevilla y Madrid.