Morante está de regreso, y eso es una noticia alentadora para cualquier buen aficionado, luego de las especulaciones que se suscitaron alrededor de su persona en los días previos a la corrida del Domingo de Resurrección de Sevilla. Ahí se le percibió de buen humor, sin importar los largos minutos que tuvo que esperar a que los operarios de la plaza dejaran el ruedo de la Maestranza más o menos practicable.
Quién sabe cómo reaccionaría el albero mezclado con el serrín que en los cosos de México los monosabios suelen esparcir por el redondel cuando cae una tormenta. De cualquier manera, resultó agradable ver la comprensión y paciencia del público, sobre todo del que ya estaba calado por la lluvia desde minutos antes de la hora anunciada del comienzo de la famosa cita sevillana.
Salió el sol por encima del Guadalquivir y un arcoíris se proyectó en el cielo, y en menos de dos horas se fue a ocultar detrás de Triana, dejando sin reflejos a la escultura de Juan Belmonte de la plaza del Altozano, que vigila el paso del tiempo.
Desde la "ventana" del pecho cubista de la efigie del Pasmo, se observa, más acentuada si cabe, la esbeltez de la Giralda, torre orgullosa que luce un amplio campanario que mira hacia los cuatro puntos cardinales, y sigue siendo el fiel testigo de ese templo del toreo que es la Maestranza.
Y aunque Morante apenas y consiguió bosquejar detalles sueltos de su arte, frente a dos toros sin fondo de los Hermanos García Jiménez, ahí estaba otra vez su estampa de torero tan personal e irrepetible, en una plaza donde ya historia tangible del toreo, tras su faena cumbre al toro "Ligerito", de la divisa salmantina de Domingo Hernández, al que el año anterior le cortó el rabo.
Otras tres corridas le quedan a Morante en la Feria de Abril, ocasión para estar a la espera de que consiga cuajar un toro. Vamos a ver si de esos seis que va a enfrentar, dos de Juan Pedro Domecq; otros dos de Domingo Hernández, y dos más de Alcurrucén, de encaste Núñez, surge la inspiración para bordar el toreo.
De entre esos seis "cartuchos", ojalá que algunos de ellos contengan la pólvora de la bravura o la clase para que Morante se pueda expresar, porque muchos de sus seguidores así lo esperan. Y qué bonito privilegio para él debe ser el hecho de que “lo están esperando”, pues pocos han sido los toreros que han conseguido sembrar ese sentimiento entre los aficionados.
Este sería el mejor aliciente para mantener motivado a Morante, que luego de las horas bajas de las últimas semanas, parece que ha recobrado el brillo en la mirada porque está ilusionado con sentirse artista, delante del toro, en ese marco incomparable como es la Maestranza de Sevilla, la plaza más guapa del mundo.