Como "La ciudad de los palacios", la Ciudad de México fue bautizada así por Alexander Von Humbolt, maravillado por la arquitectura novohispana que la vestía. El prusiano visitó la capital de Nueva España en 1803. Para mí, la ciudad de plata, lo sigue siendo.
Destruida por la modernidad inconsciente de distintas épocas y venida a menos por la asincronía de su periferia, el centro histórico conserva su señorial clase. Las ciudades únicas, tienen cascos que mantienen vigente su esencia sin importar su transformación, en muchos casos absurda.
Hoy en mi colonia, en mi barrio, había mucho tránsito en las banquetas: jóvenes adolescentes saliendo de su día de clases, en su uniforme escolar corriendo y gozando su juventud. Abrazos, gritos, empellones y risas. Alegría. La alegría que emana de la libertad.
Del poder expresarse sin límite. Vida en la calle. El vendedor de tacos con lo poco que le quedaba a la canasta. El mercado sobre ruedas con todo tipo de productos. El frutero con el carrito a reventar. Boleros, carros de perifoneo, malabaristas en los semáforos llenaban las calles. Calles llenas de tránsito y tráfico.
La vida de la ciudad emana de su tránsito y su tráfico. Se transita a pie, en transporte público, en autos que difícilmente avanzan. Se transita por un sueño. Se trafica por vida, por sustento. Por el anhelo de un futuro mejor. Se trafica comprando y vendiendo, se transita caminando, yendo y viniendo.
En la Ciudad de México se vive con energía. Crisis y desastres llegan y se van en los hombros y la alegría de quienes aquí vivimos. Transitar y traficar, vida de nuestra ciudad, son dos palabras que a veces utilizamos como sinónimos y no lo son. Traficar es intercambiar algo por algo a cambio de un pago que debiera ser justo por cada cosa; el bien y el dinero. Lo que se paga y lo que se recibe en equilibrio. Transitar es vivir la vida, sin intención de perderla.
Abre La México. La esperanza es que haya mucho tránsito derivado de un tráfico justo, accesible para compradores y vendedores para asistir a un espectáculo nuestro, inserto en la ciudad de los palacios desde antes de su formación, al que podamos asistir todos.
La ciudad, la sociedad y la fiesta lo necesitan como un símbolo de libertad y cultura. Como una expresión más de la integración social de nuestras diferencias y gustos. Para lograrlo, hay que tener sensatez y creatividad. Motivar un tráfico equitativo, para que la expresión de la libertad sea a plaza llena. De otra manera nos estamos equivocando.
Reinsertemos la fiesta en el tránsito y el tráfico social de la ciudad. En la vida del joven que corre y transita. Vive, busca y sueña. Logremos que en enero y febrero haya tránsito en La México, con un tráfico justo. De lo contrario, dos años de encierro, no dejarán fruto. La México, tráfico y tránsito.